El 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud quitó de su listado de enfermedades mentales a la homosexualidad. ¿Qué hubo detrás de este cambio que realizó la OMS?
Pablo Herón @PhabloHeron
Miércoles 17 de mayo de 2023 09:43
Hace 33 años, la Organización Mundial de la Salud sacaba la homosexualidad de su listado de enfermedades mentales. Por ese motivo se conmemora cada 17 de mayo el Día Internacional contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género.
La historia detrás de la patologización a la homosexualidad es relativamente reciente, centrándose en el desarrollo del capitalismo y disciplinas como la medicina, psicología y psiquiatría desde fines de siglo XIX. Instituciones e intelectuales que indagaron en esas áreas se encargaron de asociar la homosexualidad con una patología.
El debate sobre la patologización comenzó a cobrar más peso tras la Segunda Guerra Mundial. El propio capitalismo al desarrollar el “libre” mercado de trabajo, un eufemismo para la explotación asalariada, estableció la posibilidad de desarrollar una vida por fuera de la familia nuclear (John D’emilio) y un proyecto de vida/supervivencia basado en el matrimonio heterosexual. Entre los cambios que dejó la guerra, se desarrollaron comunidades urbanas donde se encontraban personas que deseaban su mismo sexo, sobre todo de varones.
Durante el Estado de Bienestar y el macartismo en Estados Unidos, surgieron las organizaciones homófilas (amor a los iguales) que daban una respuesta tanto a la criminalización que llevó adelante el Estado contra gays y lesbianas, como contra la idea de asociarlos a enfermos mentales. Organizaciones como Mattachine Society y Daughters of Bilitis denunciaron los distintos estigmas en un contexto de altísima persecución. La consecuencia de esa patologización no quedaba solo en un estigma social, sino también llevaba al desarrollo terapias aberrantes para “curar” la homosexualidad, electroshock o lobotomías, por ejemplo. Hoy llamadas terapias de conversión, en muchas ocasiones realizadas en establecimientos ligados a instituciones religiosas, que hoy siguen siendo denunciadas en distintos países como por ejemplo Ecuador.
Fue en la década de 1970, con el desarrollo del movimiento de liberación sexual en las calles que el reclamo llegó a otro nivel. La revuelta de Stonewall con enfrentamientos con las fuerzas represivas y el inicio de las marchas del orgullo marcó un antes y un después, se comenzaron a formar decenas de organizaciones en todo el país. Instituciones como la Asociación de Psiquiatría de los Estados Unidos (APA por su sigla en inglés) fueron uno de los focos de denuncia ya que en su manual de enfermedades mentales (DSM) incluía la homosexualidad. Ya para 1973 se logró que la APA elimine la homosexualidad de la sección “Desviaciones Sexuales” del DSM II.
¿Qué hubo detrás del cambio de la OMS?
A pesar de estos debates, recién casi 20 años después la Organización Mundial de la Salud realiza el cambio en su manual de Clasificación internacional de enfermedades (CIE-10), y deja de patologizar la homosexualidad.
Desde 1948 la CIE-6 incluía la homosexualidad dentro de los desórdenes mentales. La elaboración de la edición 9 de la CIE culmina en 1975 coincidiendo con el período en que la APA ya había avanzado en la despatologización a raíz de las protestas y críticas por la estigmatización y la falta de bases científicas para hacer tal afirmación. Sin embargo, la OMS mantuvo una postura que fue caldo de cultivo para potenciar los prejuicios reaccionarios que los sectores conservadores reprodujeron contra gays y lesbianas durante la aparición de la pandemia del VIH.
El momento en que produce este giro, no solo está atravesado por el activismo por la cura del VIH, sino también un cambio donde sectores de grandes empresas y partidos tradicionales (como el Demócrata en EE.UU.) comienzan a desplegar una política de “tolerancia” hacia las personas LGBT basada en el reconocimiento de algunos derechos democráticos como la descriminalizacion, despatologización o el matrimonio igualitario. Se trató de una estrategia para mostrar un costado progresista mientras los Gobiernos aplicaban medidas neoliberales que beneficiaron las ganancias de empresas y atacaron conquistas sociales de las grandes mayorías (derechos laborales con la precarización, jubilaciones, salud y educación, etc.).
Por eso no es casual que un día como hoy, se venda la idea, floja de papeles, de un repudio a la discriminación que abarca amplios sectores. Empresas, Gobiernos, Ministerios e incluso personajes de la ultraderecha aprovechan la ocasión para brindar un mensaje de inclusión, que tienen una contracara que sostiene la desigualdad.
En Alemania, el partido de ultraderecha que emergió los últimos años utiliza el discurso de inclusión a la diversidad para estigmatizar a la población islámica en el país. Estados como Israel se venden como paraísos para ir a pasar el la marcha del orgullo, consumir turismo de lujo, mientras en estas semanas bombardea la Franja de Gaza. Algo similar sucede con todas aquellas empresas que pintan sus logos con la bandera del orgullo, mientras pagan salarios de miseria y precarizan sus empleados, o con Gobiernos que sostienen discursos de “inclusión” mientras aplican medidas de ajuste de la mano del FMI.
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La pelea contra la discriminación y la patologización persiste. Más aún cuando sectores reaccionarios vociferan discursos de odio prometiendo atacar la población LGBTIQ+ y sus derechos conquistados. Como Javier Milei y Victoria Villarruel queriendo eliminar la Educación Sexual Integral o derogar el derecho al aborto.
Paradójicamente la lucha contra la discriminación, limitada a la tolerancia y la conquista de algunos derechos democráticos, también abrió camino a que surjan variantes que promuevan el aumento de la desigualdad con un discurso gayfriendly. Vale preguntarse entonces si el mejor horizonte para pelear por una verdadera igualdad en la vida es uno donde se profundiza la brecha entre ricos y pobres o uno que cuestione este sistema de explotación, opresión y todas las formas de discriminación.
Pablo Herón
Columnista de la sección Género y Sexualidades de La Izquierda Diario.