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Red Internacional
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OPINIÓN. Por qué la CUP no debería apoyar el siguiente govern de ERC y JxCat

La entrada de la CUP en la Mesa del Parlament da cuenta de que las negociaciones de la investidura avanzan ¿Qué podemos esperar la juventud y la clase trabajadora de otro govern de estos partidos? Hace falta una izquierda anticapitalista independiente de ellos y que apueste por el desarrollo de la lucha en las calles y centros de trabajo y estudio.

Jueves 11 de marzo de 2021

Este jueves saltaba la noticia sobre la presidencia de la Mesa del Parlament de Catalunya. Después de semanas de negociaciones, ERC ha anunciado que JxCat será quien presida la cámara, mientras que la formación de Pere Aragonès ocupará la vicepresidencia y la CUP una de las cuatro secretarías. A propuesta de la ejecutiva de JxCat, Laura Borràs será con toda probabilidad la nueva presidenta del Parlament.

La entrada de la candidatura anticapitalista en este organismo es una de las novedades más destacadas, pues nunca había formado parte. Una decisión de la CUP que va en la línea del discurso de la campaña electoral, en el que declararon repetidas veces que estaban dispuestos a asumir todas las responsabilidades que hiciera falta y mostrándose incluso dispuestos a entrar en el Govern.

El debate en el seno de la CUP y la izquierda independentista sige abierto. La candidatura en común con Guaneym, la cabeza de lista de Dolors Sabater y la posibilidad de entrar en el gobierno lo ha avivado en los últimos meses. Sin embargo parece que la opcción de no apoyar la siguiente investidura no está sobre la mesa. Parafraseando a Shakespeare, la cuestión no es “apoyar o no apoyar”, sino “hasta dónde apoyar”.

¿Un apoyo a los responsables de la represión de estos días?

Esta redición de la mano extendida hacia ERC y JxCat va tomando forma con este acuerdo sobre la Mesa del Parlament. Sin embargo, los acontecimientos de las últimas semanas deberían plantear ciertas contradicciones a la CUP. El encarcelamiento de Pablo Hasél ha estado seguido de una brutal represión por parte de los Mossos d’Esquadra a cargo de la Generalitat de los mismos con quienes se está negociando. La campaña de criminalización contra la juventud – y muy especialmente contra ARRAN – ha estado también alentada por ambos partidos y el govern.

No resulta demasiado fácil seguir defendiendo esta la vía de la mano extendido ¿Cómo justificar el apoyo a los responsables de la represión ante esa juventud que está saliendo a las calles? ¿Cómo representar una fuerza anticapitalista mientras se plantea un acuerdo con los partidos responsables de los recortes en el sector público que han llevado a miles de muertos durante la pandemia? ¿Cómo defender los servicios públicos a la vez que se negocia con Pere Aragonès, promotor de una de las mayores leyes de externalización de servicios en los últimos años de la Generalitat? ¿Cómo luchar contra el deterioro de la educación pública y la elitización de la universidad de la mano de quienes abrieron las puertas de la universidad a las empresas, subieron las tasas y mantienen prácticamente cerradas las facultades desde el inicio de curso sin tomar ni una sola medida de fondo para garantizar la presencialidad? Sencillamente imposible.

La agenda de la juventud y la clase trabajadora está fuera del debate y la negociación

Las propuestas de negociación de la CUP conocidas hasta el momento son principalmente la moratoria de las balas de foam, la no intervención de los antidisturbios en los desahucios, que la Generalitat no actué como acusación en los juicios contra independentistas y la disolución de la BRIMO.

Pero ¿es esta una solución a los grandes problemas sociales que explican la movilización de la juventud en estas semanas ? Rotundamente no: aplazar la represión no es un ningún triunfo y si no desahucian los antidisturbios lo harán los antidisturbios de la Guardia Urbana del Ayuntamiento de Barcelona, como ha sucedido esta misma semana.

A juzgar por casos similares, la disolución de la BRIMO será más bien un cambio de chapa, siguiendo otros ejemplos como el de la propia UREP de Ada Colau, que prometió acabar con la antigua Unitat de Suport Policial y solo le cambió el nombre. El mismo conseller d’Interior advertía recientemente que si se disolvía la BRIMO, habría que crear una “Brima, Bruma o como la quieran llamar”.

El malestar de la juventud que ha estallado estos días no se resuelve con medidas parciales totalmente insuficientes, cuando no cosméticas. Mucho menos de la mano de quienes son responsables de las políticas que han deteriorado la educación, precarizado el trabajo y permitido la especulación inmobiliaria que encarece el precio de la vivienda y nos impide emanciparnos. Ni siquiera el programa oficial de la CUP presentado a elecciones con medidas de control público para los sectores estratégicos o la expropiación de aquellos edificios vacíos en manos de fondos de inversión y entidades financieras son posibles con aquellos que defienden precisamente los intereses de las grandes empresas.

Hace falta una izquierda independiente de los partidos capitalistas

Si la CUP realmente quiere representar una alternativa para toda esa juventud que está enfrentando la represión, denunciando la precariedad y el sistema que la perpetua, de ninguna manera puede entrar a formar parte del gobierno ni brindarle apoyo desde sus escaños. Hacer tal cosa sería nada más y nada menos que ser parte de la gestión del sistema contra el que jóvenes clamamos hoy en las calles.

Si la CUP se mantiene en las mismas, tenemos que pensar en construir otra la alternativa. Una izquierda que sea verdaderamente anticapitalista, que se proponga pelear por un programa radical para dar solución a un problema radical. Que ante los desahucios y la imposibilidad de la emancipación juvenil, plantee la expropiación de los pisos en manos de bancos y grandes tenedores para acabar con la especulación inmobiliaria; que frente a la falta de recursos para sectores claves como la sanidad o la educación, defienda un impuesto a las grandes fortunas para poder financiar dichos sectores; que ante la aspiraciones de autodeterminación del pueblo catalán, pelee por desarrollar la fuerza de clase trabajadora y los sectores populares aquí y en el resto del estado para hacer frente al régimen del 78, y no repita mantras del independentismo mágico como los de la negociación con el Estado o la intervención de la comunidad internacional.

Medidas como estas no vendrán de la mano de ERC, JxCat o los Comunes. Tampoco se lograrán ocupando presidencias en el Parlament o cosellerias en el Govern, sino desarrollando las únicas fuerzas que pueden pelear efectivamente por un programa así: la clase trabajadora y sus sectores más explotados como las mujeres, los migrantes o la propia juventud.

Aprendamos de las mejores páginas de la historia del movimiento obrero catalán

Contra toda ilusión gradualista, o de reforma del sistema desde sus instituciones y gobiernos, recordemos el mayor periodo de autonomía de Cataluña en el siglo XX y de profundas transformaciones y conquistas sociales. No fue de la mano de los partidos de la burguesía catalanista, sino enfrentándoles. Fue en el primer año de la guerra civil, por medio de la revolución social que frenó el golpe de estado en Catalunya, puso bajo control obrero las fábricas, el transporte y colectivizó la tierra.

Tales victorias se consiguieron con la autoorganización y movilización revolucionaria desde abajo. De hecho, la entrada en del POUM y la CNT al govern, solo facilitaron el trabajo a la Generalitat y el gobierno de la República para acabar ahogando en sangre aquella revolución y terminar en los hechos con la autonomía catalana.

Ha llegado el momento de dejar de discutir “hasta donde apoyar” y empezar a discutir cómo construir una alternativa anticapitalista y con independencia de clase que pelee por un programa que efectivamente haga pagar la crisis a los capitalistas.