A fines del siglo XIX, la bicicleta se convirtió en un símbolo de libertad para las mujeres. Tabúes, enfermedades inventadas y pantalones. Columna de cultura de El Círculo Rojo (jueves a las 22 a 24 en Radio Con Vos FM 89.9).

Celeste Murillo @rompe_teclas
Viernes 9 de junio de 2023 08:00

· Andar en bicicleta suponía un desafío a las reglas patriarcales, especialmente que el lugar de las mujeres era la casa.
· En 1870 cuando aparece un modelo similar al que conocemos, todavía eran caras. Las primeras mujeres que se subieron a una bicicleta eran de clase alta, pero en ese momento tuvo impacto en toda la sociedad.
· Las mujeres vivían enclaustradas en el hogar, casi no socializaban fuera de su familia. Esto recién empezaba a cambiar en las ciudades industriales, cuando los prejuicios empezaron a chocar con el ingreso de las mujeres a las fábricas (lo que provocó discusiones incluso entre organizaciones de la clase trabajadora).
· Estaba mal visto que las mujeres caminen solas por la calle, que llamen la atención (caminar rápido, levantar la voz o “mover los brazos lejos del cuerpo”).
· Andar en bicicleta te transformaba en una persona de dudosa moral. Las primeras ciclistas tuvieron que soportar insultos y agresiones. A algunas (como a Emma Eades) llegaron a apedrearlas por andar en bicicleta en la ciudad de Londres.
Amenazas, enfermedades y pantalones
· ¿Por qué? Porque representaban una amenaza: desdibujaban las fronteras entre los ámbitos masculinos y femeninos, sobre todo porque entre el público y el privado.
· La resistencia fue tan grande que muchos diarios decían que andar en bicicleta podía ser perjudicial para el organismo femenino, causar esterilidad y trastornos nerviosos.
· Llegó a inventarse la enfermedad “cara de bicicleta”. Los síntomas eran cansancio, ojeras y palidez. Algunos discursos médicos advertían de otro gran peligro: el asiento de la bicicleta podía despertar en las mujeres el deseo de masturbarse.
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· Su expansión introdujo cambios también en la vestimenta. Sirvió de apoyo al movimiento de reforma victoriana de la forma de vestir durante la segunda mitad del siglo XIX en el Reino Unido. Agrupaciones como la Rational Dress Society londinense abogaban por un tipo de ropa que privilegiara la comodidad antes que la belleza ornamental.
· La prenda más famosa fueron los bloomers, entre los primeros pantalones femeninos (no llegaron a extenderse por el rechazo que provocaron). Prohibieron a las profesoras usarlo en la escuelas y varios comercios se negaban a atender mujeres que usaran la prenda. Pasarían muchos años para desterrar a la falda como única prenda aceptable.
· Fue más allá de la moda. Una revista de la época decía: “Para los hombres de clase media-alta la bici es un nuevo juguete, para las mujeres es un trampolín que las lleva a otro mundo”.
· No era una exageración, no era barata pero costaba menos que un caballo y permitía escapar de la vigilancia familiar y moverse sin tutela masculina.
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· Se asociaba la bicicleta con las sufragistas. A veces con malas intenciones, acusándolas (como a las sufragistas) de querer actuar como hombres, pero las sufragistas se sentían identificadas positivamente.
· Susan B. Anthony, una sufragista estadounidense, dijo en una entrevista en 1896 que “el uso de la bicicleta ha hecho más por la emancipación de la mujer que cualquier otra cosa en el mundo” y que se alegraba cada vez que veía una mujer en bicicleta porque era “la imagen de la libertad”.
· Los costos más bajos popularizaron su uso entre la mayoría y hasta aparecieron clubes femeninos para viajar acompañadas y evitar el acoso callejero. La imagen de la mujer en bicicleta dejó de ser extraña. Se transformó en una postal urbana.
· En la actualidad, la bicicleta sigue siendo un medio de transporte económico e independiente. Pero cuando apareció fue mucho más que eso, no por nada la llamaban “la máquina de la libertad”.

Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.