La participación entre el electorado independentista bajó y la abstención en las ciudades y barrios con menor renta se sitúa por encima del resto. Contra los relatos españolistas o culpabilizadores de la clase obrera que no vota, discutimos algunas claves del malestar detrás de la abstención.
Miércoles 31 de mayo de 2023
Tras las elecciones del 28M, los resultados todavía siguen dando que hablar. Uno de los datos que más ha llamado la atención es el de la abstención, ya que un 36% de las personas en el censo no fueron a votar. Los sectores independentistas y las ciudades y barrios con menor renta destacan especialmente entre los que no acudieron a las urnas.
La resaca del procés y el peso de la derrota
En Catalunya, la abstención se situó en el 44,4%. Si bien ERC y Junts han logrado más concejales que el PSC, son estos segundos quienes han logrado más votos. La bajada en la participación del votante independentista se enmarca en un giro a la derecha en el conjunto del Estado. En el territorio catalán, se expresa en el fortalecimiento de PSC a costa de los Comunes y ERC mientras PP y Vox se consolidan en los Ayuntamientos. En declaraciones para el diario Público, el politólogo Pablo Simón atribuía apuntaba a la desmovilización postprocés entre los factores que explicarían esta abstención.
Tras la derrota del movimiento democrático catalán impuesta por una combinación de represión del Estado y traición de las direcciones independentistas, todos los partidos procesistas pagan ahora los platos rotos. Al final, reprimir las movilizaciones contra la sentencia en 2019, actuar de acusación particular contra activistas o gobernar desde Palau al más puro estilo convergente sí tenía coste. Ser la muleta del PSOE en Madrid y aprobar junto PSC y Comunes unos presupuestos de la Generalitat con
megaproyectos a media de Foment del Treball pasa factura.
Aplicar las políticas del PSC solo fortalece al PSC. Una crisis postprocés que también impacta a la CUP, pues su alianza con ERC y Junts fueron vitales para mantener la política de unidad nacional que condujo a la derrota. Además, su experiencia en los ayuntamientos – donde ha cogobernado con el mismo PSC en Sant Cugat o ERC y Junts en Tarragona- ha demostrado que poco se distingue de la gestión municipal de los defendida por los Comunes.
El “cambio” que no cambia nada no moviliza
Otro de los datos que se repite elección tras elección en todo el Estado son las mayores tasas de participación entre la población con mayor renta en comparación a la más pobre. Así, la abstención en las cinco ciudades más pobres del Estado (40,26%) se sitúa casi diez puntos por encima respecto a la que se da en las cinco ciudades más ricas (30,49%). Si no se tomara en cuenta los municipios catalanes con mayor renta media por persona (Sant Just Desvern y Sant Cugat del Vallès), la distancia sería aun mayor. Sobre las causas de este fenómeno, Pablo Simón señala la posibilidad de disponer de capital social o estar integrados en la sociedad entre los factores que influyen positivamente en la disposición a votar. En ese sentido, el menor nivel educativo entre sectores pobres, así como el mayor grado de exclusión social, serían parte de la explicación detrás de su abstención.
Las lecturas que culpan del avance de la derecha a los trabajadores que se quedan en casa no tardan en salir. Para los sectores de Unidas Podemos al final se trataría de educar mejor a los pobres para que entiendan que son ellos quienes les ayudan. Sin embargo, los pobres no es que sean tontos, sino que ven que con el gobierno del PSOE-UP no les da para para llegar a final de mes, ha subido la factura de la luz y casi no pueden pagar el alquiler. Si los que venían a echar a la “casta” resulta que no han cambiado nada igual es que siguen gobernando para los mismos de siempre. Aunque no se convierta automáticamente en un sentido común anticapitalista, la abstención entre los más pobres expresa de mínimas que cuesta comprar las mentiras del gobierno “progresista” cuando las facturas aprietan.
Empiezan a caer las caretas.
Ante el avance de la derecha, la discusión debe apuntar hacia cómo la juventud, la clase trabajadora y las mujeres organizamos nuestra propia fuerza en una alternativa política anticapitalista, de clase y socialista. Pasa por ahí evitar que las únicas respuestas al descontento sean las de quedarse en casa, votar a Unidas Podemos (o la CUP en Catalunya) o comprar el falso discurso rebelde de Vox o PP.