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Red Internacional
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OPINIÓN. Por qué recordamos la Noche de las Corbatas

Si bien cada uno de los crímenes cometidos durante la última dictadura cívico-militar merece ser recordado, conmemorado y honradas sus víctimas, La Noche de las Corbatas tiene, para los abogados laboralistas, una especial significación.

Martes 19 de julio de 2016

Algunos abrazamos esta rama del derecho desde nuestros comienzos. Otros se fueron incorporando. Muchos más lo harán en el futuro. Todos, hemos sido formados a la luz de los principios que sostenían los protagonistas de aquellos fatídicos hechos. Y lo seguiremos siendo.

La ley 20.744 , sancionada en 1974, llamada Ley Contrato de Trabajo que hoy rige, aun habiendo sido mutilada en varios de sus artículos por la dictadura, sigue siendo la columna vertebral de todo el ordenamiento laboral. Su autor, Norberto Centeno, fue uno de aquellos abogados secuestrados en Mar del Plata, en julio de 1977.

Y como él, Jorge Candeloro, Salvador Arestín, Tomás Fresneda, Raúl Alaiz, entre otros abogados laboralistas, que asumieron la responsabilidad de acompañar las luchas de los trabajadores, entendiendo que su condición de abogados debía ser puesta al servicio de esa causa, fueron asesinados.

Cada 7 de julio, instituido como día del abogado laboralista, nos lleva a ese momento histórico. Y si bien los golpes militares parecen haber pasado a ser los peores capítulos de la historia nacional que la mayoría de los argentinos repudiamos, aquella lucha sigue siendo la nuestra. No sólo porque seguimos resistiendo los otros golpes, los de la derecha en el poder, los de la dictadura del mercado, los de las nuevas leyes represivas de la protesta social, los de los fallos judiciales como modo de disciplinamiento del movimiento obrero, los de las medidas económicas impuestas por el capital, sino porque aunque los gobiernos de uno u otro signo pasen, se alternen, respondan más a un interés u otro, el reconocimiento pleno de los derechos y la dignidad de los trabajadores sigue siendo una asignatura pendiente.

Lamentablemente no los conocí. Era muy chica entonces. Siendo ya abogada leí sus historias, vi sus fotos, me conmoví con los testimonios de sus familiares y amigos, entendí que nos habían dejado un legado trascendente incluso, a sus propias vidas.

Los asesinaron. Pero no los vencieron. Siguen vivos en nuestra memoria, inspirando nuestro quehacer cotidiano.

* La autora es integrante Asociación Abogados Laboralistas