La candidatura de Sergio Moissen y Sulem Estrada ha despertado en miles de personas en México la pregunta de qué es lo significa o que es lo que implica declararse anticapitalista. En este artículo desarrollamos una breve respuesta a esta importante pregunta.
Martes 10 de mayo de 2016
Las posiciones anticapitalistas en la política no son nuevas, en la historia del capitalismo ha habido millones de personas que han decidido apoyar y sumarse a causas anticapitalistas.
Autores como Marx o Lenin son algunos de los principales pensadores anticapitalistas los cuales con sus ideas y su acción empujaron transformaciones revolucionarias en la sociedad.
Ser anticapitalista significa en primer lugar una posición clara: se está del lado del pueblo trabajador y no de los empresarios (o capitalistas), y sin buscar salidas intermedias.
Es una delimitación política, de clase, profunda, que implica pensar la política a partir de defender intereses económicos y políticos de los trabajadores (y de los sectores oprimidos), quienes todos los días con su esfuerzo físico y mental materializan la reproducción del sistema en las fábricas, los servicios, el comercio o el transporte.
Por eso queremos transformar esta sociedad por una donde haya una mejor calidad de vida y se acabe la desigualdad social y el autoritarismo; donde se respeten las decisiones de las mayorías; donde el fin de lucro no sea más causante de miseria, crisis, afectación del medio ambiente y descomposición social.
Los partidos tradicionales claramente defienden a los grandes empresarios, a los banqueros, a los terratenientes y demás “inversionistas”. Votan leyes que convienen a este sector económico, el cual tiene a su servicio además a los medios de comunicación y las instituciones del Estado.
Una candidatura como la que levantan Sergio Abraham Méndez Moissen y Sulem Estrada, se posiciona justamente del otro lado del espectro político, para defender a los trabajadores, los jóvenes, las mujeres y la comunidad sexodiversa, los campesinos y los pueblos indígenas y, en general, al pueblo pobre y trabajador. No obstante, la definición “anticapitalista” tiene un objetivo superior.
Una sociedad de nuevo tipo, libre
Ser anticapitalista implica proponer un sistema con un funcionamiento totalmente opuesto al sistema económico y político que actualmente domina el mundo. El capitalismo es un sistema donde las empresas buscan una ganancia y generan un mercado donde ofrecen mercancías producto del trabajo humano.
Este sistema está basado en una sobreproducción de mercancías y sobreacumulación de capitales. Por eso surgen crisis generadas por enormes adelantos de la técnica y la ciencia que funcionan al servicio de aumentar las ya exorbitantes fortunas de un pequeño sector de la sociedad, los grandes empresarios.
Una sociedad superior al capitalismo tendría que ocupar estos enormes adelantos tecnológicos y de la ciencia y ponerlos a funcionar al servicio de las necesidades sociales para producir y reproducir la sociedad en armonía con el medio ambiente.
Para generar mejores condiciones de vida y de relaciones entre los seres humanos.
La utilización de estos adelantos al servicio de la clase trabajadora permitiría, entre otras cosas, reducir las jornadas de trabajo para que de esta forma los trabajadores puedan dedicar más tiempo a formarse políticamente, conocer de historia o economía, desarrollar habilidades artísticas y estudiar cultura o arte.
Al mismo tiempo, los adelantos en el área de la biología o la química podrían ser utilizados para resarcir los enormes daños ambientales que han provocado los capitalistas en su búsqueda de obtener mayores ganancias.
Hay que tomar el destino en nuestras manos
Para que esto sea posible en primer lugar es fundamental la expropiación de los grandes medios de producción, fábricas, bancos, transportes, tierras y grandes empresas.
Estos medios al socializarse se convierten en patrimonio colectivo logrando que la riqueza que se produce en ellos gracias al esfuerzo del trabajo humano pase de ser propiedad individual a ser propiedad social. Así, los obreros ya no producen para un patrón sino para ellos mismos pues el producto de su esfuerzo les pertenece.
Con estas bases materiales y con la democratización de la toma de decisiones, se crearían nuevos valores para acabar con todo tipo de opresión, sea de género, raza o nacionalidad, de forma tal que la fraternidad y la solidaridad se expandirían y sustituirían los valores de competencia e individualismo característicos del capitalismo.
La planificación democrática de la producción y reproducción de la sociedad permitiría que las masas se involucraran directamente no sólo en temas económicos -como la construcción de viviendas o el abasto de alimentos- sino también en temas culturales, de contenidos de los medios de comunicación, del funcionamiento del transporte o de los planes de estudios en las universidades; todos estos temas podrían ser debatidos ampliamente por la sociedad.
Todos estos avances harían posible que la humanidad se eleve a un estadio superior. Constituyen un puente hacia el socialismo, como se explica acá. Entendido éste como la organización de la economía y la dirección de la sociedad sobre la base de la socialización de los medios de producción y cambio (fábricas, tierras, bancos, empresas, transportes, etc.) y el autogobierno de los propios productores.
Las ideas anticapitalistas llegan a millones
La campaña Anticapitalistas al Constituyente ha permitido que, como no ocurría hace décadas, millones de personas conozcan de la existencia de una izquierda que no se conforma con reformar algunos aspectos del capitalismo, sino que busca derribar este sistema de explotación y miseria.
La candidatura de Sergio y Sulem llega en un momento en que en diversas partes del mundo van resurgiendo sectores críticos a este orden social que permite que mientras unos amasen fortunas, millones vivan la precariedad. Es un momento donde la clase trabajadora en México y el mundo comienza a levantar cabeza.
A algunos aún les parecen irrealizables o utópicas las propuestas anticapitalistas pues importantes movimientos de descontento social han sido canalizados a salidas intermedias (reformistas) como Syriza en Grecia y Podemos en el Estado Español, cuya influencia poco a poco se ve cuestionada por su política de conciliar con el orden capitalista.
Sin embargo, quienes impulsamos esta gran campaña decimos que en realidad lo utópico es pensar que este sistema explotador por naturaleza se puede reformar o que el capitalismo le ofrece un futuro de progreso a la humanidad cuando claramente vemos cómo se avanza a la barbarie social y a la devastación ambiental.
Nosotros sabemos que la historia es nuestra y que es cuestión de que los trabajadores que se han multiplicado por millones en todos los sectores, se den cuenta de su enorme fuerza y se dispongan a luchar para que construyamos un presente y un futuro distintos.