En medio de la gran conmoción creada por los atentados terroristas de la semana pasada en París, se destacó el hecho que en varios colegios, sobre todo en los barrios populares, jóvenes rechazaban respetar el minuto de silencio impuesto por el Ministerio de Educación en memoria de las víctimas del atentado contra la redacción de Charlie Hebdo.
Sábado 17 de enero de 2015
La incomprensión y la indignación, en primer lugar de profesores y autoridades escolares, es grande. ¿Acto de “rebelión” contra las autoridades o síntoma de un peligroso contagio islamista reaccionario en las banlieues?
En efecto, según el Ministerio de Educación nacional, hubo unos 200 incidentes durante el minuto de silencio en homenaje a las víctimas del ataque a la redacción del periódico satírico Charlie Hebdo. Según profesores, este número estaría incluso subestimado.
Estos incidentes no se desarrollaron en cualquier lugar sino, sobre todo, en los barrios populares de las grandes ciudades o en la periferia de éstas (las llamadas banlieues) en donde reside un gran número de inmigrantes o descendientes de éstos. La mayoría son provenientes de ex colonias africanas de Francia, de los cuales una parte considerable es de cultura árabe-musulmana.
Profesores y directivos de colegios indican que algunos jóvenes llegaron hasta reivindicar los atentados contra Charlie Hebdo, otros rechazaban participar del minuto de silencio argumentando que el periódico los habría humillado a ellos y a su religión. Otros argumentos van en el sentido de denunciar la desigualdad del tratamiento de algunas muertes. Así, un estudiante declaraba: “Obvio que es grave la muerte de los periodistas. ¿Pero ustedes dijeron ‘Je suis Gaza’ [Yo soy Gaza] este verano? ¿Ustedes hicieron un minuto de silencio? La vida de esa gente también tenía valor… Pero parecería que en Francia no para todo el mundo”.
Es que en el fondo la radicalización en clave islamista de una parte (por el momento marginal) de la juventud inmigrante o descendiente de inmigrantes, musulmana, responde en gran parte al racismo estructural e institucionalizado en la Francia imperialista y a la ausencia de triunfos sociales y políticos de las luchas que conoció el país en los últimos años. Este racismo es particularmente fuerte contra las personas provenientes de sus ex colonias del norte de África (especialmente Argelia).
Esto hace que una parte de la juventud popular de este país se identifique con los terroristas que cometieron el brutal ataque contra Charlie Hebdo, o que por lo menos los “entiendan”, ya que ellos mismos se sienten humillados por la línea editorial adoptada por este periódico en los últimos años, que a su manera alimentaba el ambiente islamofóbico y xenófobo en general.
En el marco de que hay una fuerte tendencia a hacer una amalgama entre musulmanes y terroristas, en señalar a los “pobres peligrosos”, particularmente a los musulmanes, como responsables en última instancia de lo ocurrido, participar en el minuto de silencio para muchos jóvenes representa una humillación suplementaria. Más aun cuando este homenaje es impuesto desde el ministerio y que no se tomó en cuenta la opinión de los estudiantes, ni se dejó ninguna posibilidad a que éstos expresasen sus dudas u opiniones contrarias al ambiente de “unanimidad nacional” sin ser estigmatizados como “simpatizantes” o hasta “apologistas” del terrorismo.
La prensa informa que alumnos que “perturbaron” las ceremonias de minutos de silencio o expresaron de alguna forma simpatía con los atentados ya fueron señalados a la justicia, la cual determinará las medidas que se tomarán. Se habla incluso de vigilancia e investigación de amigos y familiares de los jóvenes.
Lamentablemente, ante la ausencia de alternativas progresistas que respondan a su situación de víctimas de racismo, de opresión, de precariedad y de miseria, algunos sectores de jóvenes de las banlieues ven con simpatía tendencias políticas reaccionarias como el yihad. Otras corrientes políticas populistas antisemitas también vienen ganando terreno en estos últimos años partiendo en gran parte de la manipulación de la simpatía hacia la lucha del pueblo palestino contra el Estado sionista, que es muy fuerte en esta parte de la población.
En efecto, la izquierda francesa, tanto reformista como anticapitalista, es particularmente débil en esta franja de las clases populares y una parte de ésta está incluso adaptada al discurso republicano del Estado imperialista francés, llegando, por ejemplo, a haber respaldado la ley de prohibición del velo (hiyab) en las escuelas y colegios, o a haber dejado aislada la revuelta de las banlieues en 2005, en vez de denunciar el estado de emergencia proclamado por el Gobierno en aquel entonces, denunciado la brutal represión y llamado a formar un gran frente único de las organizaciones obreras en defensa de las banlieues, contra el racismo, la discriminación y por el derecho al voto de los inmigrantes.
Sin embargo, para evitar que nuevas tragedias como estas se reproduzcan y que la juventud oprimida se acerque a opciones reaccionarias (ya sea el Estado Islámico, Al Qaeda, o la extrema derecha xenófoba) es fundamental que la izquierda y el movimiento obrero en general tengan una política que responda a sus reivindicaciones sociales y económicas y que luche sin concesiones contra el racismo de Estado.