En medio de la pandemia Estados Unidos no cesa con su política criminal sobre Venezuela apurando todo tipo de sanciones en el sector petrolero, aumentando así el cerco para estrangular más aún la ya colapsada economía del país. Aunque el retiro de Rosneft y pasar sus intereses al gobierno ruso es parte de su política de salvaguardar sus negocios esto es producto de la presión imperialista para asediar al país y causar el mayor daño posible.
Martes 31 de marzo de 2020
Debido a las presiones económicas de Estados Unidos, el mayor productor de petróleo de Rusia, Rosneft, declaró este sábado que había terminado sus operaciones en Venezuela y vendido los activos vinculados a sus operaciones en el país a una compañía no identificada propiedad del gobierno ruso. El traspaso anunciado es producto de la reciente sanción a dos filiales de Rosneft con el objetivo de cortar una línea que Rusia extendió a Maduro después de que el gobierno de EE.UU. prohibiera a los estadounidenses y a los que estuvieran vinculados con ellos comprar crudo de Venezuela.
Rosneft es una de las corporaciones más activas en el país, donde ha aumentado sus actividades y se ha convertido en el gran intermediario del crudo venezolano ante las sanciones impuestas por Washington a PDVSA. Los activos vendidos incluyen aquellos en las empresas conjuntas de Petromonagas (40 %), Petromiranda (32 %), Petroperijá (40 %), Boquerón (26,67 %) y Petrovictoria (40 %), así como en compañías de servicios petroleros y operaciones comerciales.
Es que la medida llega en un momento crítico donde se busca estrangular más la economía venezolana cuando más recursos se hacen necesarios para hacerle frente a la pandemia del coronavirus. Todo esto y tomando en cuenta que la propagación del coronavirus amenaza con abrumar al sistema de salud ya catastrófico, al tiempo que priva a la economía paralizada de los ingresos petroleros de los que se depende casi exclusivamente para divisas.
Siendo que en medio de toda esta crisis mundial por la pandemia los precios del petróleo se han despencado llegando mínimos de 16 dólares el barril. Si ya el país tiene la producción suelo abajo y con precios por el piso que menguan aún más los ingresos por el crudo, las sanciones imperialistas no pueden tener otro objetivo que volver más catastrófica la situación acentuándose los sufrimientos para el pueblo.
Ante todo esto, la oposición de la derecha encabezada por Guaidó y aliados, no hace más que celebrar estas medidas, mientras se llena la boca hablando de “ayuda humanitaria” y de “gobierno de emergencia” ante la pandemia, demostrando que poco les importa las condiciones y la salud del pueblo. Hasta en las más grandes calamidades buscan sacar partida en función de sus intereses que lejos están de las necesidades más acuciantes de las grandes mayorías populares.
En medio de la pandemia, que de acuerdo a cifras oficiales se ha cobrado tres víctimas e infectado a otras 129 en Venezuela al momento de escribir este artículo –números de por sí dudosos- y que se amenaza con una implosión mayor, Estados Unidos está ampliando la presión agresiva sobre el país. Ya vimos cómo el jueves pasado, como una de las mayores prepotencias, llegó a colocar precios a las cabezas a dirigentes del alto escalón del Gobierno, incluyendo al propio Maduro, por supuesta conspiración “narcoterrorista que convirtió al estado venezolano en una plataforma para carteles violentos de drogas”, al mejor estilo del viejo oeste.
Como escribimos en un reciente artículo: “Ofrecer millones de dólares por “información relacionada” con figuras absolutamente públicas, como las del Gobierno venezolano, o perfectamente ubicadas, como Clíver Alcalá, es totalmente acorde a la prepotencia yanqui en clara consonancia con la política de intervencionismo imperialista. Los Estados Unidos se arrogan el “derecho” de ofrecer recompensa por información sobre el Presidente y otros altos funcionarios de otro Estado soberano. Esa es la prepotencia de la “justicia” extraterritorial imperial.”
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La escalda volvió a intensificarse se en la segunda semana de marzo para hacer cumplir sus sanciones, y con la pandemia ya golpeando las puertas del país. Así, el pasado 12 de marzo, Estados Unidos aplicó sanciones contra TNK Trading International S.A. (TTI), una filial de la compañía Rosneft, para cerrar posibilidades que Venezuela pueda comerciar su petróleo. La decisión se dio a conocer menos de un mes después de que la Casa Blanca sancionara también a Rosneft Trading, subsidiaria de Rosneft, y decidiera la congelación de activos y la prohibición de operaciones financieras con el presidente de Rosneft Trading, Didier Casimiro.
En ese momento la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Tesoro sostuvo que impuso sanciones a TTI que, según el comunicado del Tesoro, estaba asumiendo los cargamentos del petróleo venezolano asignados a Rosneft Trading para evadir las sanciones. “Como resultado de la acción de hoy, todos los bienes e intereses en propiedad de TTI que se encuentran en Estados Unidos o en posesión o control de personas estadounidenses, y de cualquier entidad que sea propiedad, directa o indirectamente, del 50 % o más de individuos y entidades designados, están bloqueados y deben ser reportados a la OFAC”, se declaraba desde el Departamento del Tesoro.
Es muy probable que una de las decisiones de Rosneft de retirarse formalmente de Venezuela (pues pasa sus acciones a una empresa del gobierno ruso, con quien tiene lazos comerciales y políticos directos), sería para poder mantener sus intereses en Estados Unidos. Recordemos que Rosneft posee en garantía nada menos que el 51% de las acciones de Citgo por préstamos que les solicitara Maduro colocando a la compañía en empeño. Para la empresa rusa, y con un futuro incierto de Citgo que está bajo el control del Tesoro actualmente, como en toda economía capitalista, negocios son negocios.
Es que el cambio de propiedad de los intereses de Rosneft es en última instancia también una salvaguarda de sus negocios en el país, ya que significaría que cualquier futura sanción de Estados Unidos a las operaciones petroleras controladas por Rusia en Venezuela apuntaría directamente al gobierno ruso de Vladimir Putin. “¡No te preocupes! Se trata de la transferencia de los activos de Rosneft en Venezuela al gobierno de Rusia directamente. Seguiremos juntos en el futuro", escribió el embajador de Rusia en Venezuela, Sergei Melik-Bagdasarov, dirigiéndose a Maduro. El estado ruso, a través de la empresa estatal Rosneftegaz, posee un poco más del 50% de la capital de Rosneft. Los accionistas internacionales incluyen a BP (BP.L), que tiene el 19.75%, y Qatar a través de QH Oil Investments LLC, que posee otro 18.93%.
Al retirarse de Venezuela y pasar sus activos a una entidad propiedad de Moscú, Rosneft, encabezada por Igor Sechin, un aliado cercano del presidente Vladimir Putin, transfiere los riesgos relacionados con sus operaciones venezolanas a Putin, y puede continuar con sus intereses sin problema en otros países y sobre todo en Estados Unidos. El portavoz de Rosneft, Mikhail Leontiyev, declaró que la decisión de terminar las operaciones en Venezuela estaba destinada a proteger a los accionistas de la compañía. Veremos aún el accionar de Washington en este nuevo esquema, justamente hoy azotado por la pandemia con niveles que ya superan a los de China, y largarse a un pleito internacional de más envergadura cuando en la casa se prende fuego.
Una potencia imperialista que busca aumentar el cerco sobre Venezuela
Rosneft es un gran conglomerado petrolero internacional con intereses como cualquier compañía transnacional, y detrás de la misma con objetivos geopolíticos al tener al gobierno ruso por atrás. Su presencia en Venezuela hace a un doble juego, tanto para mantener la presencia rusa a miles de kilómetros de Moscú y a unos pocos de Washington y usar al país como parte de su juego geopolítico, como también aprovechar la oportunidad de la catastrófica situación del país y hacerse de buena parte de la producción petrolera, siendo que Venezuela tiene una de las mayores reservas de crudo del mundo.
La debilitada burocracia chavista, buscando una sobrevivencia se agarra de Moscú frente a la política de Estados Unidos, colocando al país a merced de los juegos o disputas geopolíticas de Putín, quien no tendrá problema cuando le sea conveniente usar a Venezuela como moneda de cambio.
Pero el Gobierno venezolano tiene el derecho a establecer acuerdos económicos con cualquier empresa según lo considere necesario y no ser una potencia imperialista quien le imponga con quien debe establecer o no relaciones comerciales. Una cuestión elemental de soberanía. Solo el pueblo trabajador es el que tiene el derecho a decidir si tales acuerdos son prejuiciosos para el país o van en detrimento de la soberanía nacional en función de sus intereses fundamentales y necesidades, que efectivamente lo son. Desde estas páginas hemos más que denunciado todo el giro entreguista del Gobierno donde se avanza en poner a la nación venezolana en una mayor relación de dependencia y de vulnerabilidad con el mundo económico y financiero mundial, como se puede leer aquí y en el trabajo Petróleo, geopolítica y el saqueo en curso en Venezuela.
Como vemos, con la catástrofe ya imperante, como si no fuera poco, el imperialismo yanqui arrecia en sus acciones para que las sanciones terminen de imponerse. Recordemos que ha llegado al extremo de confiscar importantes activos del país, como el caso de CITGO, así como de cuentas líquidas o cobros compulsivos de deuda con apropiación de oro –propiedad de Venezuela- como ejecutaron también potencias como Inglaterra y Alemania.
Se ha tratado de un claro ejercicio de prepotencia y agresión imperialista para conseguir sus propios fines políticos. Lo que la política exterior de EE.UU. gusta en llamar una política de "máxima presión" está diseñada para infligir los mayores niveles de daño, hambre, pobreza y escasez en nombre de la "democracia" y la "libertad". Al continuar las mismas en medio de la pandemia del coronavirus son realmente más que criminales.
Si antes de esta emergencia eran repudiables estas acciones imperialistas, hoy lo son en grado extremo, pues, en medio del actual brote y de la crisis humanitaria de magnitud que está generando se vuelve urgente pelear por el fin de las mismas. Debemos exigir con más fuerza que nunca el cese de esas medidas, por abajo las sanciones imperialistas y repudiar a esa oposición de derecha que aplaude la agresión imperialista.