Este 1º de mayo se celebra bajo el telón de la continuación de la guerra en Ucrania, las tendencias a la recesión y la crisis capitalista, el aumento de la inflación y la miseria de las mayorías populares. Pero también del retorno de la lucha de clases al centro de Europa, con la clase trabajadora y la juventud francesas a la vanguardia. A 137 años de la masacre de Chicago, continuemos la tradición de lucha de la clase trabajadora por terminar con este sistema de explotación y opresión, por un programa obrero de salida a la crisis y una perspectiva socialista.
Martes 25 de abril de 2023
La guerra de Ucrania, que ya lleva más de un año tras la reaccionaria invasión de las tropas rusas, pero cuya profundización ha sido causada por el intervencionismo imperialista de la OTAN, ha traído trágicas consecuencias para los pueblos del mundo. En primer lugar, para el pueblo ucraniano. Pero también para el ruso y para la población trabajadora de toda Europa, sobre cuyas espaldas recae la inflación, la crisis energética y el financiamiento de la política de rearme imperialista que se está imponiendo en todos los países de la UE.
Pero las tensiones militares no sólo se limitan a Europa. La creciente y agresiva política de guerra comercial del imperialismo norteamericano con China, está provocando una escalada de maniobras militares en las aguas de Taiwán. Esta tensa situación bélica en distintas zonas está teniendo efectos en la economía mundial, con fenómenos como la escalada de la inflación y los precios de la energía, a lo que se suman las quiebras y dificultades de entidades financieras (Silicon Valley Bank, Credit Suisse y Destche Bank), la caída en el crecimiento de las economías de las principales potencias imperialistas, el agravamiento de la crisis climática y la falta de futuro para las mayorías populares.
A pesar de esta situación, la clase trabajadora y la juventud oprimida no se resigna ante la crisis y la catástrofe que prepara el capitalismo. No está escrito que las consecuencias económicas y sociales de la guerra las tengan que pagar la clase obrera. Una oleada de lucha obrera recorre Europa, con huelgas masivas en el Reino Unido y Alemania contra la inflación y por subidas salariales, contra el recorte en servicios públicos en Portugal y Grecia, y especialmente en Francia. Al otro lado de los Pirineos la clase trabajadora y la juventud vienen enfrentando la reaccionaria reforma de las pensiones de Macron y la política conciliadora de las burocracias sindicales con los métodos históricos de la lucha de clases: la huelga, los piquetes y la movilización callejera.
Mientras se desarrolla esa conflictividad en Europa, sin embargo, en el Estado español la situación es distinta. El Gobierno del PSOE y Unidas Podemos se presentan como la solución “progresista” a los problemas de la clase trabajadora, mientras subvenciona a las empresas del IBEX-35, mantienen lo sustancial de la reforma laboral de Rajoy y reestructuran las pensiones de jubilación conforme a los dictados de la Unión Europea. Al mismo tiempo, están a la cabeza de la política de rearme imperialista como lo demuestra la aprobación de los presupuestos generales que aumentaron un 26% el gasto en defensa para cumplir con las exigencias de la OTAN.
Con el Gobierno “progresista” la clase trabajadora no ve cambiar realmente su situación. El número de trabajadores en activo que se encuentran en situación de pobreza sigue aumentando. También la precariedad laboral, que no es sólo la temporalidad en el empleo, sino también las subcontrataciones, la vulnerabilidad que le produce el despido que es casi libre en nuestro país o que no se abonan las horas extraordinarias trabajadas en sus largas jornadas de trabajo.
El adjetivo autoimpuesto de “más progresista de la historia” no oculta la realidad de que el Gobierno es la cara amable con la que se ha continuado buena parte de la política económica y social del neoliberalismo y la derecha. En ningún momento se ha cuestionado la aplicación de una política neoliberal de recortes sociales y de amparar la devaluación de salarios e imposición patronal de la “flexibilidad laboral”. Las medidas cosméticas que ha tomado el Gobierno, a pesar del pataleo de la patronal, en ningún caso afectan verdaderamente los intereses de los grandes capitalistas. Es lo que vemos, por ejemplo, con el aumento del SMI, que se encuentra muy por detrás de la inflación y la multiplicación de los beneficios de los capitalistas. O con la reciente nueva Ley de Vivienda, una farsa que está lejos de recoger las demandas de la población trabajadora y los sindicatos de vivienda. Mientras cientos de miles de personas no tienen vivienda o son desahuciadas, hay 3 millones de pisos vacíos en manos de bancos y especuladores.
Pero no sólo en el terreno laboral se manifiesta esta continuidad. También en el terreno de los derechos y libertades democráticas, como muestra el mantenimiento de la ley mordaza, la represión a la juventud y a las personas migrantes, el mantenimiento de la política racista de los CIEs y las devoluciones en caliente, el aval a las masacres en las fronteras con Marruecos como en Ceuta, la infiltración policial en movimientos sociales y en el independentismo catalán.
Este gobierno ha trabajado por apuntalar la reaccionaria monarquía española. A pesar de haberse conocido la fortuna amasada por la corrupción de Juan Carlos I, siguen amparando y blanqueando la institución monárquica y a su sucesor, Felipe VI. Un gobierno que, junto a la dirección del viejo procesismo catalán con Aragonés a la cabeza, avala la represión contra el independentismo y se vanagloria de haber concluido la obra del 155 de Rajoy para desactivar la lucha por la autodeterminación.
La izquierda neorreformista de Unidas Podemos, que prometió “asaltar los cielos”, ha sido el principal factor que colaboró con la recomposición del viejo régimen desde los despachos de ministros del Gobierno con el PSOE. Un gobierno de la OTAN, que es un fiel servidor de los intereses del IBEX 35 y el imperialismo español. Pero eso sí, ahora ante las próximas convocatorias electorales volverán a agitar el peligro de que gobierne la extrema derecha y que, para impedirlo, la única solución es reeditar el gobierno de coalición PSOE-UP. Nada más falso. El crecimiento de la extrema derecha no puede explicarse sin la desmovilización y la desilusión generada en muchos sectores por el neorreformismo y el gobierno “progresista”. Y tampoco sin considerar la reacción españolista contra la lucha por la autodeterminación del pueblo catalán. Una lucha que fue enfrentada desde la izquierda reformista bajo la defensa de esta democracia para ricos. La única forma de enfrentar a la derecha es mediante la lucha de clases, que sean los propios trabajadores los que tomen en sus manos su destino luchen por el para que sean los capitalistas los que paguen la crisis.
Pero la situación actual de la clase obrera hoy no se explicaría tampoco si no se tiene en cuenta la actitud de las direcciones sindicales burocráticas de CCOO y UGT, que han sido cómplices de todas y cada una las reformas y medidas adoptadas por el Gobierno, calificándolas de “progresistas” por el mero hecho de que han sido adoptadas en el marco del diálogo social y que la CEOE las suele calificar de perjudiciales -como siempre hace la patronal con cualquier mínima reforma social-, aunque finalmente acaba firmándolas porque en realidad les benefician. Así, mientras colabora con la acción del gobierno, la burocracia sindical mantiene la inactividad sindical respecto a la luchas y conflictos que se dan en las empresas, aislándolas y dificultando que las mismas puedan vencer, debilitando la confianza de los trabajadores en las propias fuerzas. De esta forma su papel nocivo no está sólo en el aval que dan a la política del Gobierno, sino sobre todo en la pasividad que fomentan entre la clase trabajadora.
Pero, así y todo, esta actitud de las burocracias no ha impedido que se desarrollen luchas importantes, algunas de las cuales han logrado sus objetivos, como en el conflicto de Inditex, que derrotaron los topes salariales que Amancio Ortega y la propia burocracia querían imponer en el conflicto colectivo, o como en los conflictos abiertos en los servicios de salud de distintas comunidades autónomas en los que los sanitarios han obtenido aumentos salariales y aumentos de presupuesto. Esas experiencias de lucha son las que hay que multiplicar.
Por otro lado, fuerzas del sindicalismo combativo como la CGT, ELA en el País Vasco o la IAC en Catalunya, vienen ganando influencia y jugando un papel en algunos de estos procesos. Es hora de que estas posiciones pongan en disposición de terminar con la paz social y la política de concertación con el gobierno de las direcciones de CCOO y UGT. Para ello la izquierda sindical debería dejar al margen todo atisbo de sectarismo, exigirles un frente único obrero para enfrentar la inflación, los despidos y la política de continuidad del legado neoliberal del gobierno, al mismo tiempo que une sus fuerzas para impulsar la solidaridad y coordinación de las luchas en curso.
Hace 137 años, en Chicago y otras ciudades de Estados Unidos, el movimiento obrero daba un ejemplo de lucha a la clase trabajadora de todo el mundo. Ese ejemplo fue el que la clase capitalista quiso escarmentar con la represión y el asesinato. Sin embargo, la burguesía no logró sembrar el miedo. Los Mártires de Chicago se convirtieron en una bandera de lucha de nuestra clase en todo el planeta. Esa tradición es que la es necesario continuar en nuestros días.
Para enfrentar la situación actual el camino es la lucha de clases, como lo están demostrando en las calles los trabajadores y los estudiantes franceses en su lucha contra Macron. La movilización social en la calle y las huelgas coordinadas, construidas desde abajo por los trabajadores en sus asambleas y unidas a las manifestaciones estudiantiles y bloqueos de los centros educativos, es la única forma en que se puede ganar. Y para ello es necesario que la clase trabajadora haga suyo un programa de reivindicaciones que permita unificar a todos los sectores para golpear como un solo puño contra los capitalistas y sus gobiernos.
Por ello, este 1º de Mayo la CRT se movilizará en distintas ciudades del Estado con las siguientes consignas:
· Aumento de los salarios y revisión automática según el IPC real.
· Reducción de la jornada laboral sin reducción salarial: trabajar menos, para trabajar todos.
· Vivienda para todos y todas: prohibición de los desahucios, expropiación de los pisos vacíos y topes máximos a los alquileres.
· Derogación las reformas laborales de Rajoy y Zapatero y las reformas de las pensiones.
· Viva la lucha de los trabajadores en Francia y la huelga general como método de lucha.
· No a la guerra: Ni Putin ni OTAN. Fuera las tropas rusas de Ucrania. Fuera la OTAN de Europa del Este. Abajo el rearme imperialista y los presupuestos militares. Por una salida internacionalista de la clase trabajadora.
· Que la crisis la paguen los capitalistas. Por el gobierno de las y los trabajadores.