El pasado 15 de marzo moría un “mantero” en Madrid al sufrir un infarto mientras era perseguido por la policía ¿Porque los sindicatos no defienden a los trabajadores que sufren las peores condiciones?
Pere Ametller @pereametller
Jueves 5 de abril de 2018
Foto: EFE
La muerte de un vendedor ambulante el pasado mes de marzo ha hecho visible (aun más si cabe) aquello que normalmente no es noticia: la extrema precariedad y vulnerabilidad de las miles de personas migrantes que no tienen “papeles”. La situación de “ilegalidad” constituye en sí misma un delito y la posibilidad de ser devuelto al país de donde has escapado. Además, para poder sobrevivir se ven empujados a trabajar de manera ilegal, con la persecución policial y de la justicia que ello supone.
Ante esta discriminación por razón de origen, la izquierda reformista como Podemos se limita a señalar las injusticias más flagrantes y a reivindicar más bien en abstracto los derechos humanos. Llevando adelante, además, un discurso ciudadanista que no da soluciones.
Tanto es así que ante este discurso tibio, la derecha y la extrema derecha responde con un discurso radical, absolutamente reaccionario que es coherente consigo mismo y que señala al eslabón más débil de la sociedad como el culpable de los grandes males. Es el discurso de cierre de fronteras y deportación para los “ilegales”.
Ante ello, la única manera de responder a los ataques hacia la población inmigrante es desde una perspectiva radicalmente de clase. Nuestros enemigos no son los inmigrantes, trabajadores como nosotros, sino los empresarios que nos explotan a todos, el gobierno que legisla para ello y la policía y los jueces que nos reprimen. Sin obviar los evidentes grados de explotación y de falta de libertad, es nuestro deber unirnos en una misma lucha.
Una misma lucha que debe dar respuesta a nuestras necesidades como trabajadores y en este caso concretamente para la población inmigrante. Y este no es posible sino con la abertura total de las fronteras y la obtención de la nacionalidad desde el primer momento con los mismo derechos que un nativo para cualquiera que lo solicite. Pero estas consignas, a la vez, no pueden desligarse de las medidas necesarias para dar respuesta a las necesidades sociales de toda la población.
El capitalismo y los gobiernos a su servicio utilizan la inmigración para tener a este sector de trabajadores en una situación de ultra explotación y, a la vez así, presionar los salarios y las condiciones laborales de todos los trabajadores a la baja. Esto no se puede obviar como hace el neoreformismo, llegando incluso a adoptar el discurso reaccionario de que los inmigrantes hacen los trabajos que los españoles no quieren. Por otro lado, cierta izquierda directamente se opone a la inmigración argumentando que efectivamente empeoran las condiciones de los nativos.
Ambas posturas son reaccionarias y criminales contra la inmigración. Un programa que una a los trabajadores extranjeros y nativos es aquél que lucha por la repartición del trabajo, aquél que los une contra el verdadero enemigo, el culpable de su situación, los capitalistas y los gobiernos que los respaldan.
La realidad es que existe riqueza para todos, pero la ostenta un pequeño porcentaje de la población y es contra estos a quien se debe plantar cara y luchar. Acabar con esta situación solo se puede hacer atacando los beneficios de los capitalistas. Pero no hablamos de repartir migajas, hablamos del pastel entero. Queremos que la totalidad de lo que se produce sean para los trabajadores, los que producimos. Nacionalizando las grandes empresas bajo control de los trabajadores y poniendo el resto de empresas bajo dirección de los trabajadores mediante comités de empresa. Y para ello hay que romper con el marco de la legalidad y de las instituciones vigentes. Una medida así se podría concretar dada la productividad actual en jornadas semanales de 30 horas y sueldos mínimos de 1500 euros netos mensuales.
Ante todo esto, los sindicatos mayoritarios se comportan corporativamente defendiendo solo a sus afiliados y sectores de trabajadores a los que representan, haciendo así aun mayor la división entre la clase trabajadora. Esta es una política reaccionaria que no podemos permitir. Debemos exigir e imponer que los sindicatos defiendan del primer al último trabajador con la misma vehemencia sin importar el origen.
Debemos tomar una lucha implacable contra la burocracia sindical que abandona los sectores de la clase trabajadora más desamparados y precarios, alimentando por pasiva las políticas reaccionarias de la derecha. Una lucha que tome como propias por parte de la clase trabajadora nativa las demandas de los trabajadores inmigrantes. Llegando a realizar huelgas por demandas como la derogación de la ley de extranjería y por la abertura de fronteras. A la vez que se denuncia y se lucha contra el rol imperialista de la burguesía y el Estado español. Recuperando el rol internacionalista que deben tener las organizaciones de los trabajadores.
Recuperar los sindicatos como organizaciones de clase, democráticas y combativas. Que defiendan a toda la clase trabajadora y que acaben con las políticas pactistas con la patronal y el gobierno.
Finalmente, no nos podemos olvidar el rol represivo del racismo institucional que hoy lideran los “ayuntamientos del cambio” en Madrid y Barcelona. En ambas ciudades las formaciones neoreformistas han reprimido de la mano de la policía local a los manteros y a los lateros. Para no enfrentarse a los comerciantes y a los medios de comunicación han reprimido a aquellos que se ganan la vida como pueden. Esta política debe ser denunciada y señalada como la responsable directa de la muerte de Mmame Mbage y de la campaña de persecución y criminalización que sufren a diario.