Nos encontramos frente a una pandemia mundial sin precedentes, y que ha afectado nuestras vidas de conjunto. Y es en medio de esta profunda crisis económica, sanitaria y social, que vale la pena preguntarse "¿Qué tenemos que decir los trabajadores y trabajadoras de las artes?"
Miércoles 1ro de abril de 2020
Resulta incómodo hablar de Arte y Cultura en estos días, en donde la contingencia nacional mantiene la vista concentrada en el mal manejo que ha tenido el gobierno de Piñera tanto del levantamiento popular que acapara las miradas nacionales e internacionales desde Octubre del 2019, como también la crisis sanitaria que acongoja a la población mundial debido al COVID-19. Pero resulta indispensable hacer también un análisis del comportamiento social y el rol protagónico del arte, que hace ruido en estos días de “auto-cuarentena” y de “teletrabajo”.
Hemos visto en RR.SS como una gran mayoría de artistas del ámbito escénico han tenido que transmutar y reinventar el modo de sobrevivir.
Por una parte, las visualizaciones y escuchas actuales han llevado al límite la contraposición de lo estético y lo técnico. Pequeñas pantallas desde la palma de nuestras manos van generando los espacios escénicos: salas de estar transformadas en tablas para actrices y actores; pequeños patios, balcones y dormitorios transformados es escenarios íntimos que nos demuestran que estamos preparados para, valga la redundancia, “el peor de los escenarios”, desafiando así los límites del rigor y la imaginación. La tan criolla gorra se transforma hoy en una fría transferencia bancaria que auxilia el sustento diario del emisor del objeto artístico.
¿Será que toda esta crisis global nos hace perder el pudor de mostrarnos tal y como somos resguardados en la intimidad de nuestras casas?
¿Será que dejamos a un lado el miedo a los procesos creativos y nos vimos en la obligación del despojo del ego ante el objeto de arte terminando como un producto artístico?
Pues bien, son tantas las preguntas que nos podemos hacer “Yendo de la cama al living”, como decía Charly en el primer track del su álbum de 1982, pero son más las afirmaciones que podemos generar pensando en quienes están detrás de las producciones artísticas. Acá se nos arma una lista bastante gruesa de quienes son los y las responsables de que cada detalle de un montaje escénico sea hecho con una especial cautela y dedicación; son los hombres y mujeres de negro, invisibilizados ante el resplandor de la lentejuela social, aquellas personas que subsisten sin contratos formales, sin cotizaciones, sin salud y sin un régimen horario.
Es así entones como se urde un sub-rubro dentro de la ya precarizada experiencia artística, siendo ésta hoy un trabajo no imprescindible ante la maquinaria de producción capitalista dedicada específicamente al engrosamiento económico de los bolsillos del sistema neoliberal.
¿Qué sería entonces de nuestros confinamientos personales sin la lectura, música, teatro, danza, performance; que hoy por hoy salvaguardan nuestra afectada salud mental, y hacen de los días de las y los trabajadores de faena, profesionales de la educación, administrativos, salud, dueñas de casa; un poco más amable y llevaderos con el fin de llegar a entender y descubrir que las expresiones artísticas van a la par con los rugidos sociales y se mueven en una “meta-dinámica” lúdica sin exigir la tan ansiada retroalimentación?.
Arte y producción artística. Producción artística y objeto. Objeto y receptor. Cadena de experiencias humanas y trascendentales que nos llevan hoy a cuestionarnos qué tan lejos estamos de resguardar como sociedad a quienes recurren a sucesos meta-racionales para transparentar el discernimiento de quienes ejercen hegemonía y poder.
Este Estado subsidiario no queda fuera de horma las políticas culturales ejercidas desde la creación en el 2003 del CNCA, hoy Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (2018); entregando una especie de rol competitivo a cada creador a través de los Fondos de Cultura, que no es más que el fomento a una burocracia del aparato estatal para el desarrollo interno de programas y beneficios, no sin antes hacer el paso entre “colaboradores” y “agentes culturales” que tanto han mermado la producción artística en Chile. También se extiende, junto con esta merma cultural y artística, los tantos y tanto proyectos artísticos no válidos ante los ojos de los porcentajes de puntuación de cada una de las ramas de estos concursos casi televisivos.
Frustraciones, complejos, disidencia, autoflagelo y suicidios. Una vida desde la postergación de ideas y la invisibilidad laboral.
Acá la autogestión por años ha sido un actor importantísimo para reunir a creadores, intérpretes y técnicos; que a través de una lucha infinita, han liberado espacios no convencionales en donde poder ejercer los oficios artísticos. Pero es precario. Oficios que se enaltecen hoy por su capacidad de moldaje, adaptación y supervivencia ante la burocracia estatal y sus recovecos ligados a los gobiernos empresariales sin caer en los túneles de la romantización del trabajo artístico. Es urgente que los trabajadores del arte y la cultura nos organicemos frente a tiempos de pandemia y enfrentar unidos junto a todos los trabajadores las medidas que buscan precarizar nuestras vidas.