Lo que hay detrás de los números de los que hablan el presidente y sus ministros son vidas, familias que tienen que enfrentar el ataque que de una u otra forma le aplican los gobiernos de turno
Miércoles 7 de junio de 2017 08:47
Lunes 5 por la noche. -Era obvio, escribe Mariana en el grupo de Whatsapp del trabajo y acompaña la frase con una carita sonriente. Pero, sus compañeros saben que esa sonrisa se rompe en una mueca de impotencia detrás de la pantalla del teléfono. Su hijo, Astor, tiene bronquitis y el día siguiente tendrá que pedir médico laboral y perder así (apenas 1 día después de haber empezado a contar) el presentismo.
Desde que la paritaria para empleados del Estado Nacional cerró unas semanas atrás, "La Mary" (como a veces la llaman) y sus compañeros vienen debatiendo sobre un tema que se instaló, como de costumbre, com una bajada de línea del gobierno con acuerdo de los gremios. Entre los tantos temas que afectan y desvelan a los agentes del Estado, el presentismo es sin duda un punto clave.
"Es lo que hay", decía uno. "Por lo menos sirve para sumar un extra", apoyaba otra."Lo que te están diciendo es que vengas a trabajar enfermo, que no tenés derecho a recuperarte cuando lo necesites", decía el otro; y agregaba "también nos están quitando los 14F que figuran en el convenio, que son derechos adquiridos".
El Convenio Colectivo de Trabajo Sectorial del Personal del Sistema Nacional de Empleo Público (SINEP) de 2008 estipula las condiciones en las que hacen carrera y cobran los agentes como Mariana y sus compañeros de sector de este organismo del Estado que se pactó no dar a conocer. El sueldo básico para un agente Nivel D Grado 0 es, a la fecha, de 10.925,11 pesos. $3.000 por debajo de los 14.949,31 pesos que, según el INDEC, necesita una familia tipo para no ser pobre (con 2 horas extras por día, a penas si se alcanza a empatar la pobreza). Y aún más lejos se encuentran de los 23.802,75 pesos para cubrir el costo de la canasta básica familiar. El sueño de la casa propia es una pesadilla para ellos y para todos (y todas) los de su categoría.
Mariana se levanta muy temprano todas las mañanas. A las 7 desayuna junto a su marido y su hijo de 2 años. 7:15 carga el bolso en el coche y (si arranca) salen con Astor a enfrentar el día. A las 7:55 deja a su hijo en el jardín maternal. Cursa en la Facultad a las 8. A las 10 entra en la oficina. Toda esta agenda de equilibrista es posible gracias a que el jardín, la facultad y el trabajo se encuentran en la misma cuadra y a los esfuerzos que hacen ella, su marido y el pequeño hijo de ambos.
A veces, cuando falta alguna maestra del jardín y su marido no puede ir a buscarlo, tiene que llevarse a Astor a la oficina. Sus compañeros lo reciben con galletitas y mucha paciencia. Sólo por eso, se siente afortunada.
La Mary y sus compañeros engrosan la lista de personal contratado por la modalidad estipulada en el artículo 9 de Ley 25.164 de REGULACIÓN DE EMPLEO PÚBLICO NACIONAL sancionada en 1999, por la cual, cada 31 de diciembre los contratos de los agentes cierran su período de vigencia. Así, el Estado puede resolver la extensión de un nuevo contrato anual o simplemente dejar a un trabajador en la calle sin más que un recuerdo de haber brindado un servicio público en condiciones de inestabilidad constante.
Como tantos otros, a principio del 2016, la incertidumbre sobre su continuidad laboral la tomó por asalto cuando el Ministerio de Modernización ordenó revisar todos los expedientes de agentes con menos de 3 años de antigüedad. Esta vez fue más crítico, más intenso, más duradero el miedo a perder el trabajo. Pero, cada fin de año, todos los contratados se enfrentan con la posibilidad de perder su fuente de supervivencia debido a esta forma de contratación que, perpetuada durante las administraciones kirchneristas, utiliza el macrismo para dejar familias en la calle. Todo con el guiño cómplice de los gremios.
En la oficina, el tiempo parece de goma. Se estira cada vez más y a cada minuto parece romperse. Pero, no. Cada día trae uno nuevo detrás con la misma carga; y con las mismas discusiones y debates sobre lo que significa trabajar así: con un sueldo que no te permite más que sobrevivir, dejando la espalda en las sillas que se tambalean de lo deterioradas, con la cabeza quemada de atender cientos de personas por día, sin saber si se va a renovar el contrato, etc. Pero, Mariana no pierde el sentido del humor. "Me declaro a fin de mes", es una de sus frases que más pegaron en la oficina. Lo tragicómico es que la pronuncia, generalmente, a los 20 o 21 días de transcurrido el mismo.
"Quieren transformar el Estado en una empresa", se quejaba una de sus compañeras. "El gremio es cómplice", decía otro. "A mí me parece injusto", decía La Mary, porque sabía que en cuanto su hijo se enfermara tendría que pedirse el día y así perder el presentismo.