La creación de medicamentos capaces de actuar contra un gran número de virus sería posible de contar con el financiamiento necesario.
Domingo 26 de abril de 2020
En 2015 la Organización Mundial de la Salud creó un grupo de especialistas con el fin de elaborar una lista de las mayores amenazas patológicas, en especial, aquellas para las que no había vacunas o tratamientos en desarrollo.
Entre algunos de estos patógenos destacan los coronavirus, familia de virus a la que pertenece el SARS-Cov-2 responsable del actual brote pandémico. Desde 2003 hubo una secuencia de un pequeño fragmento de la cadena de ARN de un virus similar, pero en aquel momento la prioridad era enfrentar el brote emergente de Sars-Cov-1 y no se continuó con la investigación.
Relata el investigador Peter Daszak, dirigente del grupo de prevención de pandemias EcoHealth: “de haber continuado con la secuenciación hoy habríamos estado en mejores posiciones de enfrentar el Covid-19, la expansión de áreas silvestres para su explotación, así como la explotación de especies animales hacen cada vez más probable el salto inter-especies de virus, como el SARS, MERS, gripe aviar, porcina o el mismo VIH”.
El especialista en enfermedades infecciosas infantiles Mark Denison, quien dirige un equipo que desarrolló una de las drogas más prominentes para la lucha contra el Covid-19, declaró en entrevista para This Week en Virology que, “debido a que es imposible saber cuál será la causa de la siguiente pandemia, la única forma de prepararnos es la creación de nuevos fármacos capaces de actuar contra un gran número de patógenos”
La única barrera para prepararnos contra futuros brotes epidemiológicos es el capital
La creación de vacunas o medicamentos que sean efectivos contra un amplio número de patógenos es un proceso costoso y las farmacéuticas no están dispuestas a invertir millones de dólares en una vacuna o fármaco que deberá ser suministrado un par de veces al año, si es que surge un nuevo brote de alguna enfermedad. Ya que esto no les dejará las mismas ganancias que esperar a que la pandemia se expanda y tener que suministrar millones de dosis.
Incluso la farmacéutica Gilead tuvo pérdidas en la bolsa al crear un revolucionario tratamiento contra la hepatitis-C, ya que curaba totalmente la enfermedad y no creaba clientes como lo hacen otros fármacos. Ya que los pacientes no se ven obligados a depender durante un largo periodo de un fármaco.
Tal es el caso de los tratamientos para la diabetes, pues a pesar de que por su naturaleza no es posible encontrar una cura -pues que no es una enfermedad creada por un ente infeccioso, sino más bien un fallo sistémico- el precio de los tratamientos ha sido inflado producto de la especulación y la necesidad de incrementar las ganancias.
La solución ante tal panorama pasa por un cambio en la orientación de la salud pública. Los países donde los gobiernos más han avanzado hacia la privatización del sistema de salud y éste se ha enfocado a generar ganancias, son algunos de los más golpeados. Por ejemplo, Estados Unidos que actualmente es el epicentro de la enfermedad a nivel mundial los tratamientos contra la diabetes tienen un costo anual que supera el precio de un carro Lamborghini.
El sistema de salud, así como la investigación médica, debería enfocarse en prevenir y atender las amenazas a la salud pública. Al año se destinan millones a los presupuestos militares, que año con año consumen billonarias cantidades de presupuesto a nivel mundial, preparándose frente a “amenazas a la seguridad pública” que muchas veces son creadas con fines de control de mercados y recursos naturales.
Ese dinero debería invertirse a la salud pública, la creación de infraestructura, capacitación y contratación de personal médico suficiente y el acceso universal gratuito a los sistemas de salud pública alrededor del mundo, acompañado de la estatización de todo el sector privado.
Solo la clase trabajadora al frente del sistema de salud será capaz de crear una red de defensa mundial contra los nuevos organismos infecciosos que están por llegar, tal como el Estado obrero en la URSS hizo, tras la Revolución Rusa contra el tifus
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Crearon una red de hospitales listos para atender a todos los infectados, puestos de saneamiento en las vías de comunicación, instalaron las medidas higiénicas necesarias en cada centro de trabajo y destinaron la industria a la producción del equipamiento médico necesario para enfrentar la epidemia.
Pero aun así eso no será suficiente si no logramos una relación distinta con el medio ambiente, las pandemias antes expuestas en este texto han sido contagios originados por contactos zoonóticos, es decir virus que evolucionaron en algún animal que se han integrado a nuestra cadena alimenticia.
Es decir que para limitar el ingreso de patógenos a nuestro entorno tenemos que dejar de avanzar sobre las áreas rurales vírgenes, en donde no sabemos qué otras enfermedades nos esperan.
Para que esto sea posible necesitamos una producción agrícola planificada, capaz de aprovechar los territorios ya existentes. A la par se necesita la creación de una industria de minería urbana, capaz de reciclar todos los “desechos” para el reaprovechamiento de materiales. Y se necesita abandonar ya la dependencia del petróleo, uno de los más grandes depredadores de las áreas naturales vírgenes.
Como lo demuestra el caso de la URSS es posible una administración de la producción y de la salud que responda a los intereses de la grande mayoría, para esto es necesaria una sociedad dirigida por la clase mayoritaria, una sociedad de productores libres y asociados.