A 16 meses de la pandemia, entrevistamos a José Raquiar, médico clínico del Hospital Rossi de La Plata, y Laura Cano, médica generalista del Hospital Cestino de Ensenada. Lo que se hizo y lo que no para evitar esta escalofriante cifra, la realidad que afrontan trabajadores y trabajadoras de Salud, y la situación de una pandemia que sigue golpeando con fuerza.
Miércoles 14 de julio de 2021 21:03
Foto: Unidiversidad
A más de un año de declarada la emergencia sanitaria, por la pandemia de covid-19, se ha alcanzado la triste cifra de cien mil fallecidos. Queremos comenzar haciendo un balance desde la mirada de los propios trabajadores de la salud, que son los que han puesto el cuerpo durante estos largos meses. Como llegamos a esos números, qué balance pueden hacer.
José Raquiar (JR): Hemos venido insistiendo en estos meses, con un conjunto de medidas, ya que no se trata de ninguna solución mágica o aislada, sino de un plan, una articulación de decisiones, que debieron (y deben) tomarse para afrontar decididamente la crisis sanitaria.
La pandemia ameritaba medidas drásticas, porque la misma pandemia es drástica, como planteamos desde la Corriente de Izquierda y La Marrón. Empezando por las vacunas, pero no solamente. El gobierno insistió en poner el foco en la responsabilidad individual por los contagios y por ende por el posible desborde de los hospitales. Por el contrario, la responsabilidad radica en la falta de un plan de conjunto por parte del ejecutivo.
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¿Qué medidas deberían haberse contemplado?
En primer lugar garantizar que la vacuna, que se ha mostrado hasta ahora como el mecanismo más eficaz, para controlar los efectos más drásticos del Covid19, llegue a la mayor cantidad de personas posible. Hay evidencia de que previene las complicaciones más graves, derivadas de la enfermedad y mitiga sus efectos, por lo que aliviaría la presión sobre el sistema de salud y reduciría la mortalidad. Esto no se hizo.
Mientras la vacuna demoró meses en llegar, en el país se produjo el principio activo de la vacuna contra la covid-19 patentada por la multinacional AstraZeneca y se han elaborado el equivalente a al menos 60 millones de dosis. Sin embargo, el gobierno decidió que los negocios del millonario Hugo Sigman, dueño del laboratorio mAxbience, del Grupo Insud-Pharma, donde se fabrica el componente, estaban por encima de la salud de millones.
Declarar de utilidad pública este laboratorio, junto con el uso de toda la capacidad técnica-científica del país y la inversión que sea necesaria en los laboratorios públicos, para concluir el proceso de envasado en el país, de manera tal de poder acceder de manera masiva a la vacuna que debe ser considerada un bien social. Hubiera sido un cambio significativo para salvar vidas.
Laura Cano (LC): En Argentina, si bien se ha acelerado en las últimas semanas, hay apenas un 11% de la población con ambas dosis. La situación de la vacunación, dejó al desnudo el rostro más claro del sistema capitalista, donde un puñado de laboratorios a nivel mundial tiene el monopolio de la producción y distribución de las vacunas, dejando a la humanidad, particularmente de las naciones más pobres, a merced de estas empresas que multiplicaron sus ganancias durante la pandemia.
Los laboratorios que producían las vacunas comenzaron una carrera, no tanto contra el virus, sino para ir detrás del enorme negocio que se monto detrás de este virus. Y esto no fue cuestionado por nadie. Ni el gobierno de Fernández, ni por supuesto, mucho menos, la oposición de derecha de Cambiemos, salió a denunciar el enorme negocio que se montaba especulando con la vida de millones. Por eso la eliminación de las patentes, es un punto clave a seguir reclamando.
¿Cómo se vivieron estos 16 meses puerta adentro de los Hospitales y centros de salud?
JR: Los trabajadores de la salud, tuvimos que afrontar la pandemia este año con un recorte del 11% del presupuesto. Eso impuso el gobierno en el Congreso y contó para ello con el aval de Cambiemos. A ambos lados de la grieta, ajustar en Salud les pareció razonable. Esto sobre hospitales que ya venían de la desastrosa y vaciadora gestión de Macri/Vidal.
Durante estos 16 meses, la atención se sostuvo sobre nuestras espaldas, fue sobre la propia salud y falta de descanso de trabajadoras y trabajadores, enfermeros, residentes, camilleros, limpieza, administrativos y médicos. Que además, sufrimos salarios miserables, que no sólo están lejísimo de la canasta familiar, sino que no llegamos en muchos casos a la línea de pobreza (hoy calculada en $65 mil). Por eso tenemos que tener más de un empleo para poder vivir, con el desgate que eso significa.
Somos esenciales, tratados por los gobiernos como descartables, ofrecen aplausos pero necesitamos salarios que nos permitan llegar dignamente a fin de mes y no correr de un laburo a otro, sin descanso ni poder pasar tiempo con nuestras familias.
Hay más de 500 compañeros fallecidos entre los trabajadores de la salud. Se nos negó la licencia por factores de riesgo.
Pero allí están los ejemplos, como el de los elefantes de Neuquén, que lograron hacer oír su voz, que la sentimos como nuestra propia voz. Logrando democráticamente, en unidad y con medidas fuertes sus reclamos, pero también sentando las bases de hacia dónde tenemos que caminar las y los trabajadores de la salud si queremos verdaderamente hacernos escuchar.
Hoy estamos acompañando fuertemente la lucha de los trabajadores del Hospital Garrahan, estas luchas muestran que los meses de pandemia nos dejan la conclusión de que la unidad entre trabajadores, junto a la comunidad que se atiende en los hospitales públicos, es le cami8no para enfrentar el ajuste y lograr nuestros derechos.
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LC: Pero además, enfrentamos el Covid con un sistema de salud fragmentado y sin medidas de fondo para terminar con esto. La salud es un derecho humano básico y no puede tratarse como mercancía, limitando el acceso en función de la capacidad de pago. La centralización del Sistema de Salud, es decir, que todos los recursos disponibles, sean públicos, privados o de obras sociales, estén al servicio de combatir la pandemia, bajo la órbita del Estado y con control de trabajadores y la comunidad, es la forma de privilegiar la salud por sobre los negocios. Pero adoptar una medida en esta dirección implica chocar con el lobby y el poder de los grandes laboratorios privados, clínicas y sanatorios, los verdaderos dueños de la salud en este país. Eso no se hizo, y sin enfrentar esto es imposible hablar de un plan de salud en favor de las mayorías populares.
Por último, ¿quieren hacer alguna reflexión, habiendo llegado a este numero tan importante de fallecidos?
JR: Hablamos de la crisis sanitaria, el aumento de contagios y los riesgos para la salud, pero la realidad que vemos a diario en los hospitales y sufrimos como trabajadores es también la crisis económica, que golpea con fuerza, con empobrecimiento, pérdida de poder adquisitivo por la inflación, desocupación y precarización laboral. Hubo millones que no pudieron "quedarse en casa", porque no tenían techo como en Guernica, o quienes tenían que salir a changuear para que en cada casa haya un plato de comida.
El gobierno decidió eliminar el IFE. Si bien con $10.000 cada dos meses no se podía alimentar a una familia, era un mínimo ingreso frente a situaciones muy difíciles. Ellas y ellos son nuestros pacientes, a quienes atendemos en los hospitales a diario, y junto a quienes tenemos que organizarnos para que verdaderamente la vida de millones esté por delante de los negocios de unos pocos.