La visita de Donald Trump a Kenosha, ciudad que vive manifestaciones tras el brutal ataque policial racista al afroamericano Jacob Blake, es tanto una provocación como un acto de campaña que busca afianzar su retórica "anticaos" y a su base conservadora.
Juan Andrés Gallardo @juanagallardo1
Martes 1ro de septiembre de 2020 12:33
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, visitó este martes Kenosha, la ciudad donde la semana pasada se desató una ola de protestas luego de que la policía le disparara siete tiros por la espalda al afroamericano de 29 años Jacob Blake. Trump lo hizo además luego de haber defendido el lunes al joven supremacista blanco de 17 años que la semana pasada viajó hasta Kenosha con un rifle semiautomático y terminó asesinando a dos manifestantes antirracistas.
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La visita, que se enmarca en la carrera electoral hacia los comicios de noviembre, tiene el doble objetivo de hacer pie en el estado de Wisconsin, que puede ser decisivo en el recuento de delegados durante la elección presidencial, como de afianzar su retórica de "ley y orden" para acercar a sectores aún indecisos que pueden actuar de forma conservadora ante un escenario de "caos" en medio de los padecimientos sociales, sanitarios y económicos que ya ha provocado la pandemia de coronavirus.
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Su rival demócrata hacia las elecciones, Joe Biden, no se equivoca cuando acusa a Trump de fomentar la violencia. La estrategia del republicano es la de acelerar el circulo vicioso de violencia, odio y "caos", para responder después con represión brutal y el envío de la guardia nacional y agentes federales, como lo viene haciendo en Portland y ahora en Wisconsin. El accionar de estas fuerzas lleva el enfrentamiento y la violencia a un nivel superior, que habilita a Trump no solo a profundizar esa retórica sino a dar el visto bueno al accionar combinado de estas fuerzas junto a milicias supremacistas, algo que ha venido teniendo lugar en ambas ciudades. Sobre ese escenario de caos es que busca cosechar Trump apoyo entre sectores temerosos de una situación fuera de control, cuando la vida cotidiana ya se ha vuelto dificultosa por la crisis en curso.
La parte que Biden omite es que los gobernadores y alcaldes demócratas echan mano de los mismos recursos represivos, lo que va desde utilizar las policías locales, hasta aceptar el envío de la guardia nacional y agentes federales, ofrecida por Trump, e imponer toques de queda para evitar las manifestaciones. Por su parte Trump solo pone a funcionar la maquinaria de una policía local archimilitarizada con pertrechos sobrantes de las guerras imperialistas y fuerzas especializadas que vienen heredadas del los gobiernos de Obama. Tampoco son nuevas las milicias supremacistas. El presidente republicano solo exacerba y apoya a las formaciones que existen hace siglo y medio y que fueron toleradas por demócratas y republicanos como parte del racismo institucional en el que se basa el capitalismo estadounidense.
Viajando con un bidón de nafta bajo el brazo
En la previa de su viaje a Kenosha, Trump defendió a Kyle Rittenhouse, el joven blanco de 17 años que asesinó a dos manifestantes antirracistas e hirió a otro la semana pasada. Rittenhouse es un supremacista defensor de la policía bajo el lema "Blue Lives Matter" (la vida de los policías importa), y además un fanático de Trump. La semana pasada, mientras una milicia de extrema derecha autodenominada "Kenosha Guard" llamaba por Facebook a "levantarse en armas" contra los manifestantes de Black Lives Matter y contra todos los que protestaban por el brutal ataque de la policía a Jacob Blake, Rittenhouse viajó unos 40 minutos desde Antioch (Illinois) hasta Kenosha y se unió a un grupo de supremacistas de la ciudad portando un rifle semiautomático. Durante la noche en varios registros se lo ve interactuando normalmente con los policías que acababan de reprimir a los manifestantes en el centro de la ciudad. Finalmente cuando un grupo de manifestantes lo empezó a increpar para que se vaya, Rittenhouse abrió fuego asesinando a dos de ellos. Luego, a pesar de que todos gritaban que era el responsable del tiroteo, la Policía lo dejó ir. Rittenhouse, volvió esa noche a su casa y recién fue detenido al día siguiente, acusado de homicidio.
Trump sin embargo salió en su defensa: “Estaba intentando escapar de ellos. Entonces se cayó y le atacaron muy violentamente”, “Creo que estaba en verdaderos problemas. Probablemente le habrían matado”, dijo en una conferencia de prensa en la Casa Blanca, al mismo tiempo que confirmaba su viaje a la ciudad para este martes.
Algo similar hizo con los partidarios de extrema derecha de su campaña que el fin de semana desfilaron en forma provocativa por el centro de Portland, una de las ciudades emblema de las protestas antirracistas desde el asesinato de George Floyd. Ese episodio de provocación terminó con uno de los seguidores de Trump, miembro de la organización supremacista de derecha Patriot Prayer, muerto en un episodio confuso y en medio de enfrentamientos aislados con los manifestantes. Luego de este episodio Trump exigió más "Ley y orden" al alcalde de Portland, al que llamó tonto e inútil.
Al enterarse del viaje de Trump a la ciudad de Kenosha, el gobernador demócrata de Wisconsin, Tony Evers, y otras autoridades de ese estado le pidieron al mandatario que cancelara su viaje para evitar que vuelva a aumentar la tensión. Sin embargo el mismo Evers ya había autorizado el despliegue de la Guardia Nacional, agentes federales y el establecimiento del toque de queda en la ciudad, responsables del aumento de la tensión y la represión en la ciudad.
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Trump, mantuvo su agenda provocadora y durante su visita se encontró con comerciantes y agentes de la policía. Un respaldo directo a la institución que viene de acribillar y dejar paralítico a Jacob Blake.
El presidente le contestó también al gobernador Evers: "Si no hubiera insistido con activar la Guardia Nacional e ir a Kenosha, Wisconsin, no habría ningún Kenosha ahora. Además, habría habido muchas muertes y heridos. Quiero agradecer a las fuerzas de seguridad y la Guardia Nacional. ¡Los veré el martes!", tuiteó el lunes.
La carrera a la Casa Blanca
Trump se envalentona con algunas encuestas que lo muestran acortando la brecha que había llegado a ser de dos dígitos con su rival demócrata. La retorica que desplegó durante la Convención Republicana la semana pasada para afianzar su base conservadora, religiosa, supremacista, pero también a sectores atrasados de la clase obrera o de la clase media de los suburbios, le ha dado algo de aire. Ese discurso contra el "caos" que él mismo alimenta, le ha venido resultando para evitar hablar del pésimo resultado sobre la administración de la pandemia y de la catástrofe económica, que durante los primeros meses pudo contener a base de subsidios que ya se están agotando.
El viaje a Kenosha explota ese perfil y ese potencial y lo hace sobre la impotencia de Biden para dar una respuesta a la brutalidad policial racista. Una respuesta que el partido demócrata no tiene porque es parte del engranaje sobre el que se sostiene el racismo institucional estadounidense. A Biden solo le queda apelar a la lógica del mal menor y a que confíen en él para derrotar a Trump. Es lo que la maquinaria demócrata ha venido haciendo en la búsqueda de desviar el movimiento antirracista para evitar que sea un elemento de tensión en plena campaña. Trump tiene sin dudas muchos problemas en el camino para pelear su segundo mandato, pero Biden muestra muy pocas virtudes para entusiasmar con algo más sustancial que el fantasma del malmenorismo.
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Juan Andrés Gallardo
Editor de la sección internacional de La Izquierda Diario