En un hotel católico cercano a Verona, un anciano relató ante una cámara oculta sus “chistes” sexuales con menores. La confirmación del envío a Argentina de curas denunciados y el silencio de Francisco.
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Daniel Satur @saturnetroc
Lunes 20 de febrero de 2017 15:46
El jueves 17 el sitio italiano Fanpage.it difundió un video revelador, aunque para nada sorpresivo. Un anciano sacerdote, hospedado en un hotel propieda del Vaticano, confiesa a un falso exalumno su participación y la de otros colegas en hechos de abuso cometidos sobre niños sordos del Instituto Provolo.
Se trata de Eligio Piccoli, un cura que hace años está alojado en una residencia de la Iglesia ubicada en la localidad italiana de Negar, cerca de Verona. Hasta allí llegó un periodista de Fanpage, haciéndose pasar por exalumno del instituto. Y luego de algunas consultas llegó hasta la misma habitación de Piccoli.
Obviamente todo la conversación entre ambos fue registrada por una cámara oculta. De allí que el clima intimista propuesto por el visitante le haya hecho “soltar la lengua” a Piccoli, quien llegó a relatar pormenores patéticos de su pasado como profesor y tutor de niños sordos.
El testimonio del anciano comprende desde la valoración como meros “chistes” los abusos sexuales a menores (varones, eso sí, “con una mujer se vuelve más grave”) hasta la confirmación de que aquellos pedófilos que quedaban demasiado expuestos eran enviados a Sudamérica, más precisamente a las sedes del Provolo de Argentina. Sobre este último punto menciona a Spinelli como uno de los pedófilos. Ese mismo apellido figura entre la lista de denunciados por sobrevivientes italianos como uno de los enviados a Argentina, de quien aún ni la la justicia civil ni la jerarquía católica han brindado datos sobre su paradero.
Piccoli también expresa en la conversación una muy particular forma de eludir la idea de “pecado” respecto a esos delitos extendidos en el clero (y acallados por los siglos de los siglos).
El informe audiovisual (que se puede ver completo al final de esta nota) dura unos quince minutos y además de la confesión de Piccoli incluye importantes testimonios de sobrevivientes de abuso sexual eclesiástico como Francesco Zanardi, Giuseppe Consiglio y la argentina Julieta Añazco. Las palabras de ellos son fundamentales para explicar el nivel de encubrimiento y complicidad forjada desde la jerarquía eclesiástica, con los papas Benedicto y Francisco a la cabeza, para evitar que los escándalos trasciendan los muros de parroquias, colegios y conventos y lograr así, en definitiva, que los abusadores queden impunes y continúen con sus fechorías.
Además en el video hay otra cámara oculta, realizada en la sede del instituto Gresner de Verona (una especie de extensión del Provolo), donde una monja, para encubrir a curas denunciados, contradice testimonios de víctimas.
El informe se presenta recordando que “en 2009 un escándalo sacude a la Iglesia: 67 discapacitados denunciaron que fueron abusados por sacerdotes cuando eran niños. Los abusos habrían sido cometidos en el Instituto Provolo de Verona, una estructura presente en el mundo que acoge a menores sordos de familias pobres y desfavorecidos. Los abusado han presentado quejas por la violencia y el acoso sexual por parte de sacerdotes. De acuerdo con otro testimonio los abusos continuaron hasta hace pocos años. Muchos de los sacerdotes acusados han muerto, otros fueron trasladados a la Argentina, pero algunos todavía están vivos”.
Entre los vivos está don Eligio Piccoli, quien en 2012 fue sancionado por la Congregación para la Doctrina de la Fe (brazo ejecutor de la ley interna vaticana) y obligado a alejarse de todso contacto con niños y sólo dedicarse a rezar en “penitencia”. Desde entonces goza de una tranquila vejez en un hotel propiedad de Vaticano, con todas las atenciones dignas de un fiel representante del espíritu eclesiástico. Y allí fue el medio italiano a hacerle algunas preguntas.
El periodista de Fanpage (quizás acompañado por otra persona) se presenta en la recepción del hotel diciendo estar perdido. “No recordamos, ¿Don Piccoli en qué lugar está?”
Enseguida aparece un rezo colectivo, del que el periodista participa. ““Donde abunda la culpa, sobreabunda tu misericordia. En Cristo nuestro salvador”, dice alguien. “Amén”, dicen todos, entre ellos el periodista.
Y de ahí a la habitación de Piccoli. “Adelante”, se oye desde adentro. “Hola”, responde el periodista mientras ingresa.
Y arranca el intercambio entre el viejo cura acostado en su cama (con un enorme rosario colgado al cuello) y el falso exalumno del Provolo.
Piccoli- ¿Quién los conoce acá? Preséntense ya que no los conozco.
P- ¿Exalumnos?
P- Pasado, pasado...
P- Algo es cierto, hay mucho de cierto, pero puesto que son corruptos...
P- Los sordomudos son todos corruptos y tienen intereses como para asegurarse
P- Ciertos, ciertos, sí
-¿Se hacía también sexo con los niños, marturbaciones?
P- Sí... Había un asistente de Bacacari, al que le dijeron “o vas a América o volvés a casa”. Y prefirió irse a casa. Después estaba aquel hermano, que se llama Sergio Orso. Era profesor de deportes de niños sordos, jugaba a la pelota y organizaba las partidas. Dentro del vestuario mientras los chicos se cambiaban decía “cierre la puerta con llave”, se bajaba los pantalones y después el asistente iba a ver (se ríe)...
P- Puerco... (se ríe y palmea a su interlocutor)
P- Lo visitaba él...
P- Como era (hace un gesto hacia la ingle)...
P- ¡También!... Tomaba los miembros masculinos. Se tocaban, se masturbaban... Era débil, querido, débil, qué se le va a hacer... Después estaba Spinelli, que hacía “chistes de mano”... Estaba Don Rino... Después estaba Don Danilo, que está muerto. Era el profesional (carcajada)
P- Cáspitas, tocaba. Tocaba, se ponía duro, ¡vos sabés cómo es! Puerco... (vuelve a reir y a palmear al falso exalumno)
P- En esa época, sí
P- Un poco todos, sí, sí
P- Sí, sí
P- Sí, sí
P- Sí, sodomía, ¿qué hay?
P- Eliminados, vía.
P- Estaba Don Turati, por ejemplo, que hizo esas cosas y luego “a América”
P- Sí, a Argentina, a Argentina
P- No, no todos, no pienses mal, eran algunos...
Piccoli tembién habló de la complicidad de las monjas del Instituto Gresner.
P- Sí, los niños del Gresner venían acompañados en grupos y ahí había una monja con el grupo. Entonces uno a la vez entraban a confesarse y cuando terminaba entraba otro. Ahora las hermanas están bajo control.
P- Ellas también, por sospechas de tocamientos. Ahora se sabe de la superiora y de que llegó a haber cinco monjas investigadas. Dicen: “Pero somos inocentes, no hicimos nada, si nos envían lejos ¿a dónde vamos?” Son hermanas que tienen una colección de niños sordos y “subnormales” de 5, 6 y hasta 15 años. Cuando venían a la confesión, había que ver qué cosa grande (señala a los genitales y se ríe).
Y recién entonces Piccoli menciona su propia experiencia como abusador, comentiendo hechos a los que llama, sugestivamente, “bromas” o “chistes” alejados de cualquier valoración pecaminosa.
P- Yo la única broma que hice fue con un chico, que toqué donde no debía. Era un chico que siempre venía a verme a la habitación. Era tierno. Mientras que los otros estaban jugando él no jugaba. Hacía frío y yo le dije “vení a mi habitación que hace frío afuera”. Y en un momento me hizo ver su miembro.
P- Fue él el que me hizo ver su miembro.
P- Sí, sí. Me mostraba lo que hacía con los niños y luego le vino una erección. Y en un momento perdí la cabeza yo también. Lo agarré por la espalda y le dije “Puerco”. ¡Y eso es todo! La única vez.
P- No, depende. Porque machos con machos es una broma, eran bromas aquellas. En cambio si se hace con una mujer se vuelve más grave. ¿Qué es un pecado? Es la diversión del mal, el deleite del mal. Pero si es por necesidad, por una broma, no hace nada. Es como cuando se tiene el vicio de fumar, acá se tiene el vicio de (hace el gesto de la eyaculación)... Sentir la necesidad de ventilar, y entonces... ¡Pero es cierto que cuando uno se ha confesado, tiene el deber de olvidar!...
La contundencia del relato, despojado de todo cuidado y con la facilidad que le brinda saber que es un protegido eterno de sus superiores católicos, lejos está de sorprender a quienes conocen estas historias desde dentro. Quizás haya quienes al ver y escuchar a Eligio Piccoli acusen cierta conmoción. Pero las palabras de este viejo cura se escuchan todo el tiempo dentro de la Iglesia Católica.
Sin embargo, parece que semejantes testimonios, cargados de cinismo y perversidad, no conmueven ni a Jorge Bergoglio ni a ninguno de sus subordinados. Al menos eso se deduce del silencio y el ninguneo permanente de la Santa Sede a infinidad de víctimas que han pedido reuniones con el papa y vienen exigido medidas urgentes para frenar los abusos a menores en la Iglesia. De eso también habla el informe audiovidual de Fanpage.it y que La Izquierda Diario comparte con su audiencia.
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Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc