Hace una semana, Cecilia Ventuala viajaba a Olavarría para el recital del Indio Solari. La experiencia de una noche trágica, relatada en primera persona.
Sábado 18 de marzo de 2017
Por Cecilia Ventuala
(El Bolsón)
Me gustaría estar subiendo fotos de esa noche en Olavarría y decir que fue una fiesta. Pero no lo fue para nosotras... Viajamos con mi compañera y una pareja amiga de Bariloche para ir ver la que iba a ser, tal vez, una de las últimas "misas ricoteras”. Todo fue hermoso hasta que empezó el recital. No sólo no se escuchaba bien sino que de repente nos encontramos en una avalancha de gente desesperada, con pánico, chicas desmayadas, gente tirada a la cual pisoteaban, nos golpeaban por todos lados y la desesperación reinó. Lo único que pensamos fue: "si no salimos de acá nos morimos ahogadas"… ¡pero cuando intentamos hacerlo, nos dimos cuenta de que no había salidas!
No había salidas de emergencias, estaba todo vallado y golpeábamos pidiendo que nos abran, diciendo que nos estábamos ahogando, que había gente desmayada. Nadie nos asistió. Recién pudimos salir, con mucha desesperación, cuando conseguimos romper un pedazo del vallado de madera. A mí casi me aplastan. Es increíble cómo, en el momento de sobrevivir, una saca fuerzas de no sé dónde. Trepamos unos tablones blancos y subimos a las vías. Mi compañera perdió una zapatilla, yo la cámara, pero eso no importaba.
Pudo haber sido otro Cromañón, por suerte no lo fue... huimos, nos fuimos asustadas, desesperadas, en el camino nos íbamos encontrando con gente en las mismas condiciones o peor. Lo triste es haber escuchado al Indio decir que era culpa “de unos borrachos” que se estaba arruinando el recital. Ahora la culpa es de los borrachos, drogadictos, etcétera, ¿no? ¡NO! Acá hubo negligencia por parte de la organización, del municipio y del Indio...
¿Qué, nunca se dieron cuenta que metieron a más de 300.000 personas en un predio preparado, como dicen ellos, para 150.000 mil o 200.000 personas? Caminamos más de veinte cuadras hasta llegar al auto y nos encontramos a un señor, Darío Fariña, a quien agradecemos mucho. Él nos brindó su hogar, nos dio un par de calzado y un abrigo y así volvimos a esperar hasta que saliera nuestra pareja amiga para huir de esa “fiesta” que terminó siendo un infierno.
Mis amigos no se habían enterado de nada hasta que terminó el recital y tenían que salir. Ahí vieron la masa de gente desesperada, padres buscando a sus hijos, todos aprisionados. No pudieron salir por la entrada, la única habilitada. Salieron finalmente por el mismo costado roto que a nosotras nos salvó la vida. ¡Gracias a la comunidad de Olavarría, que fue muy solidaria!
Cuando hablabas con los vecinos del lugar, todos te decían que se esperaban tres sientas mil personas o más. O sea: el intendente, los que organizaron, ¿¿nunca se enteraron de la cantidad de gente que iba a ir?? ¿¿Por qué los costados estaban cerrados?? ¿¿Por qué no había salidas de emergencia?? ¿¿Por qué no había señalización para las salidas?? ¿En qué pensaron si sabía que íbamos a ser tanta gente? El campo tiene que estar abierto. Nosotras llegamos a pensar que nos podíamos morir si no lográbamos salir.