La construcción interminable de un nuevo viaducto en Puente La Noria, el sacrificio de miles de obreros, jóvenes y niños que viven una odisea cotidiana para llegar a sus lugares de trabajo y estudio y la desidia de los gobiernos.
Martes 8 de agosto de 2017 16:17
En el año 2011, durante el gobierno de Cristina Fernández, se anunció con bombos y platillos, la construcción de un nuevo viaducto en Puente La Noria, para asegurar la conexión entre provincia y la Ciudad de Buenos Aires, con el objetivo de beneficiar esa zona de influencia de Lomas de Zamora, un área densamente poblada y transitada en la que funcionan la popular feria La Salada y una Terminal de colectivos. La puesta en marcha de la obra comenzó en septiembre de 2013, casi un año y medio después de su anuncio formal. La fecha de finalización estaba estimada para abril de 2015. En 2016, y ya con Mauricio Macri a cargo de la presidencia, anunció una ampliación que finalizaría en junio de 2017. A raíz de esto, las empresas de colectivos, cambiaron sus recorridos y paradas. Así viajar, se transformó en un tormento inesperado.
Los barrios
La zona integrada por los barrios que rodean el Puente La Noria, es una de las más postergadas de Lomas de Zamora. Formada por barrios nutridos de casas levantadas a pulmón, durante las horas que deberían ser de descanso laboral, casi sin servicios públicos y asfalto pero que se inundan rápidamente al llover. Además, muy lejos de ser erradicada, pese a los anuncios de distintas obras, algunas paralizadas, la contaminación en la diversos barrios lindantes a la ribera del Riachuelo es otro factor determinante en la vida de los lomenses, con más de 900 casos “oficiales”, de contaminación con plomo. He aquí, la precariedad habitacional.
De estas barriadas, diariamente salen miles de trabajadores de la construcción, de fábricas y talleres chicos, mujeres que ejercen labores domésticas en casas de familia, empleadas de comercio, estudiantes primarios, secundarios y universitarios, para emprender la odisea diaria de viajar. Los lomenses de la zona de influencia de Puente La Noria, están determinados a robarle una hora más al escaso descanso y a caminar cuadras y cuadras, hasta cruzar el puente a pie, en condiciones absolutamente inseguras transitando por el barro, recovecos y un puente de hierro viejo. Pero la aventura no termina acá, porque deben llegar a una parada de colectivos con largas filas de otro, de otra como él, como ella, que viajarán juntos y luego se dispersarán cada uno en sus trabajos precarios, en negro o contratos basura con largas jornadas para sobrevivir. Precariedad en la movilidad.
No solo los que van a pie, sufren inhumanamente las consecuencias de esta obra que nunca termina por la desidia de los gobiernos, sino también la sufren quienes tienen la suerte de cruzarlo en automóvil que se encuentran cotidianamente en un embotellamiento que comienza casi a casi 3 kilómetros del Riachuelo, donde quedan ambulancias estancadas hasta que logran salir lentamente. Esta difícil situación, acelera la vida de quienes transitan el camino a pie y en autos y pagan el precio de extender una o dos horas sus agotadoras jornadas laborales mientras el tiempo libre se acorta. Una muestra descarnada, del grado de desidia de los gobiernos nacionales y local y el abandono al que están sometidos los trabajadores y sectores populares.
Los trabajadores dicen
Carlos, trabaja en un taller de costura en Lugano. Vive en Villa Centenario y debe tomar dos líneas distintas de transporte público para llegar a su puesto de trabajo. En el medio, cruzar el puente a pie, como el resto de sus pares. “Al principio, vimos con optimismo la realización de la obra, pero luego de varios años de idas y vueltas, ¿qué podemos esperar? Qué vengan Insaurralde, Macri y Vidal a hacer este camino, como lo hacemos nosotros todos los días”, expresó a este diario con un dejo de descontento. Sandra, trabajadora doméstica en una casa de familia de Palermo, caminaba a pocos metros, al acercarse descargó en palabras. “No podemos seguir viviendo así. Soy de Villa Fiorito, camino 15 cuadras para llegar hasta acá y no poder usar la terminal de ómnibus porque está cerrada y por esto, tengo que cruzar caminando el puente para llegar una parada repleta de gente en Capital. Esto no da más, el intendente (Insaurralde) seguramente viaja en auto, mientras nosotros tenemos que cruzar a pie, embarrarnos y ni que decir los días de lluvia. Y no puedo tomar un remise porque no me alcanza la plata”.
Entre la muchedumbre que cruza el puente, se ven los guardapolvos de los niños. “Llevo a los chicos a un colegio que queda cerca de mi trabajo, una perfumería que queda en Soldati, así puedo pasarlos a buscar. Todo los días, caminamos 13 cuadras hasta el puente desde La Salada, para tomar el colectivo en Capital”, contaba María, junto a dos niños de 7 y 10 años. “No tenemos que pasar por esto. Las consecuencias, siempre las pagamos los trabajadores. Insaurralde vive en otro Lomas, en el de los ricos. Este gobierno y el anterior son los responsables de que los vecinos de esta parte de Lomas, la de los laburantes, tengamos que pasar por esto. No puede ser que una obra lleve años en terminarse y que nadie se haga cargo de nada”.
Hace unas semanas, cuando el candidato a diputado nacional por el PTS en el Frente de Izquierda, Nicolás del Caño realizó una recorrida por la peatonal Laprida, un grupo de mujeres se acercó para saludarlo y llevarle la inquietud sobre las consecuencias que deja la obra interminable del viaducto, cansadas de vivir las penurias que sufren los trabajadores y jóvenes de esa zona. Caminar cuadras y cuadras bajo la lluvia, en medio del barro, con niebla y el sacrificio diario para llegar a fin de mes y en estas condiciones. Una rica discusión, que se dio en el marco de la campaña que impulsa Del Caño, Nuestras vidas valen más que sus ganancias, que apunta a elevar las aspiraciones de los trabajadores, a la vez de una forma de generar empleo reduciendo la jornada laboral para que todos puedan tener trabajo, la implementación de un verdadero plan de obras públicas que no afecte la vida de quienes mueven el mundo con sus manos, de vivienda, salud y educación.
Por arriba, la desidia de dos gobiernos nacionales y provinciales con Martín Insaurralde a la cabeza del municipio, que proyectan la desidia encarnada contra el pueblo trabajador y sectores populares, en estos lugares del sur del conurbano, a seis años de dar a conocer la obra del Puente La Noria y a cuatro del inicio, los habitantes de la zona, continúan con sus periplos para trasladarse.