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Elecciones 2022. Qué conclusiones sacar de las elecciones en Brasil para enfrentar a Bolsonaro

La experiencia de las alianzas de Lula con la derecha y los empresarios fue puesta a prueba por las propias elecciones y terminaron fortaleciendo al ultraderechista Bolsonaro.

André Barbieri

André Barbieri @AcierAndy

Lunes 3 de octubre de 2022 20:52

Las elecciones del domingo terminaron dando el triunfo a Lula da Silva sobre Jair Bolsonaro, pero llevando la elección a la segunda vuelta. El líder del Partido de los Trabajadores (PT) consiguió una ventaja de 5 millones de votos, en la proporción de 48,4% contra 43,2%.

El actual presidente, Jair Bolsonaro, obtuvo más de 51 millones de votos y entrará en la segunda vuelta con un margen mucho mayor al esperado. También mejoró su posición en el Congreso y sus aliados ganaron varias gobernaciones (Claudio Castro en Río de Janeiro y Romeu Zema en Minas Gerais; Tarcísio Freitas y Onyx Lorenzoni lideran la elección de cara a la segunda vuelta en San Pablo y Rio Grande del Sur).

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Bolsonaro y sus aliados buscarán tomar una nueva posición, desde el Congreso y los gobiernos estatales, para atacar a los trabajadores, las mujeres, los negros y las personas LGBT. Esto confirma, por si quedaba alguna duda, que el "bolsonarismo" no es un fenómeno pasajero en la política brasileña. El escenario es el de un país mucho más a la derecha de lo esperado.

Lula celebró su resultado en la primera vuelta diciendo que "ganará las elecciones y que esto es sólo una prórroga". El tono era malhumorado y poco entusiasta. Fue una victoria más ajustada de lo que anunciaban las encuestas. La preparación para la segunda vuelta se dará con un Bolsonaro fortalecido y con una política del PT que ayudó a crear un clima más de derecha en el país.

Un país más a la derecha

De hecho, además de ser un movimiento con presencia en las calles, el "bolsonarismo" demostró ser una tendencia constante en la superestructura política. Absorbió la base social de partidos tradicionales PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña) y MDB (Movimiento Democrático Brasileño), debilitados o incluso liquidados, en el caso del primero. El PSDB sufrió una dura derrota especialmente en el interior del estado de San Pablo frente a los candidatos de Bolsonaro: la victoria de Tarcísio de Freitas, candidato bolsonarista a la gobernación del Estado donde el PSDB gobernaba hace décadas, fue un símbolo de ese desenlace. Otros ejemplos son los de Ibaneis Rocha en el Distrito Federal, Cláudio Castro en Río de Janeiro y Ratinho Jr. en Paraná: gobernadores bolsonaristas que ganaron en primera vuelta.

El bolsonarismo logró resultados importantes en el Congreso. Marcos Pontes, exministro de Ciencia y Tecnología del gobierno de Bolsonaro, fue elegido senador por San Pablo, uniéndose a otros que triunfaron en la contienda. El exministro de Justicia Sergio Moro, figura destacada del Lava Jato, consiguió una banca en Paraná; la exministra de Agricultura, Tereza Cristina, por Mato Grosso do Sul; y la exministra y pastora evangélica Damares Alves, en el Distrito Federal. El vicepresidente, el general Hamilton Mourão, ganó en Río Grande del Sur. En total, con los seis nuevos escaños ganados en el Senado, el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro es el que más crece en su presencia parlamentaria este año, con 13 escaños; puede perder el puesto de primer grupo parlamentario si se produce la fusión de União Brasil con el PP (el nuevo partido llegaría a 16 senadores). El PT conservaría la quinta bancada más grande del Senado, pasando de siete a nueve senadores. El MDB baja de 13 a 10 senadores, y el gran perdedor es el PSDB, que tiene 4 senadores. El movimiento en la cámara alta es el mismo a nivel nacional: la extrema derecha bolsonarista absorbe la base social de la vieja derecha tradicional del MDB y del PSDB.

Más información: Un bolsonarismo fortalecido en el Congreso y las gobernaciones

En la Cámara de Diputados, el PL de Jair Bolsonaro ganó al menos 23 diputados, llegando a 99, y se convirtió en la bancada más grande en la Cámara de los últimos 24 años, cuando el ex PFL llegó a obtener 106 parlamentarios en la reelección del expresidente Fernando Henrique Cardoso (PSDB), en 1998. El Partido Popular (PP) del presidente de la Cámara baja, Arthur Lira, pierde diputados en manos del PL bolsonarista.

El PT también aumenta su bancada , de los 56 a los 76 actuales. Le sigue la coalición formada por PT, PV y PC de Brasil, con 80 diputados en total, 12 más que la actual bancada. El PSOL (que se disolvió en la campaña de Lula-Alckmin) y Rede Sustentabilidade (de Marina Silva) también vio aumentar su fuerza, pero en el marco del giro a la derecha del PSOL, sumándose a un partido burgués e integrándose más a el régimen; así consiguieron llegar a los 14 diputados con Boulos siendo el segundo diputado nacional más votado en el país.

Hay un fortalecimiento de la derecha en todos los cuadrantes del paramento, lo que traerá mayor inestabilidad a cualquier tipo de gobierno. Como dice Marcelo Godoy, aunque gane la fórmula Lula-Alckmin, su gobierno tendrá que convivir con un Congreso aún más a la derecha y con mayor presencia del "bolsonarismo" comparado con el 2018, cuando el jefe ultraderechista asumió la presidencia. El propio diario financiero británico Financial Times dice que "la bancada ruralista, de la biblia y la bala" de Bolsonaro llegaron para quedarse.

Esta relación de fuerzas, con un bolsonarismo fortalecido, calentará aún más el ambiente de gestos hacia el conservadurismo y más giros a derecha. De hecho Lula ya dijo que "va a buscar sus nuevos aliados y reunir más apoyo". Estos "aliados" buscados por el PT serán los que han sostenido todo el giro a la derecha en Brasil desde el golpe institucional contra Dilma Rousseff en 2016. El régimen político está conquistando lo que quería, llevando a la candidatura de Lula hacia el "hemisferio derecho". Analistas como Gerson Camarotti u Otávio Guedes dicen que "las elecciones de 2018 aún no han terminado y que Lula debe entender el signo de las urnas". No hace falta saber portugués para entender que la gesticulación de la prensa es una señal para mover la política programática del PT aún más a la derecha, hacia el llamado "centro". Para Lula, la articulación va mucho más allá de los acuerdos con otros candidatos como Simone Tebet (4,2% dos votos) y Ciro Gomes (3%), tendrá que lidiar con gobernadores derechistas e intendentes que en sus ciudades apuestan a impulsar al "bolsonarismo".

No está de más recordar que la candidatura de Lula y el PT fue resucitada del ostracismo por el guante del mismo régimen político que había encarcelado al expresidente en 2018, con el objetivo de relegitimar y restaurar la figura debilitada del sistema político brasileño. Como parte de esta operación política, el PT incluyó en su seno al PSDB, fusionando las siglas de las dos fuerzas que habían polarizado la política durante el transcurso del antiguo régimen de 1988. En esa condición, ante la inestabilidad permanente que representa Bolsonaro, la candidatura de Lula es aún más sensible a los anhelos de los verdaderos factores de poder, que exigen del PT lo que siempre estuvo dispuesto a dar: la garantía de la gobernabilidad y la no reversión de las reformas contra derechos sociales que conquistaron los capitalistas en el ciclo 2016-2022. Ahora querrán compromisos aún más duros de que se podrán sus intereses por arriba de las necesidades más sentidas por la clase trabajadora y los pobres, y nombres que representen esto dentro del gobierno.

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El error en las encuestas de la primera vuelta presidencial ocurrió en los votos que podía obtener Bolsonaro, no en los de Lula. Esto explica el resultado en los distintos estados. Los principales errores en las encuestas fueron en San Pablo y Minas Gerais. En el estado paulista, las encuestas apuntaban a un triunfo de Lula sobre Bolsonaro (48% a 39%): en la práctica, Bolsonaro estaba 7% arriba (47,71% a 40,89%), con excepción de la capital, donde Lula ganó por casi un 10% de diferencia. El interior de San Pablo quedó en manos del "bolsonarismo", que se tragó definitivamente al PSDB (que tenía 6,4 millones de votos para gobernador en 2018 y bajó en 2022 a 3,8 millones). En Minas Gerais, Lula aventajaba por menos del 5% (48,29% a 43,6%), cuando las encuestas mostraban una proporción de 47% a 33% a favor del candidato del PT. En Río de Janeiro la diferencia fue mucho mayor, las encuestas daban a Lula 46% contra 42% (Ipec) y 42% contra 37% (Datafolha). Hecha la contabilidad real, el puntaje de Bolsonaro fue de 51,09% contra el 40,68% de Lula.

Una nota aparte es que el resultado en el interior del San Pablo, precisamente el "bastión" del referente del PSB Geraldo Alckmin, candidato a vicepresidente de Lula, que muestra cómo estas alianzas ni siquiera le dieron fuerza electoral a la fórmula del PT, y solo sirven para marcar un compromiso de Lula con los intereses burgueses más antipopulares, desmoralizando a su propia base social.

En su discurso, Bolsonaro señaló las dificultades que deberá superar. Reconoció que su campaña "no llegó a la parte más importante de la sociedad", que "hay un sentimiento de que la economía ha empeorado", en referencia a que la población pobre identifica la responsabilidad del gobierno en la crisis, el hambre y la miseria. Como dice el politólogo Alberto de Almeida, la figura de Bolsonaro ha mostrado ciertas grietas en el bastión general de la derecha. "Un presidente que se postula para la reelección tradicionalmente tiene una gran ventaja sobre sus oponentes. Además de estar detrás de Lula, estuvo cerca de ser derrotado en la primera vuelta. Su fuerza tiene que ver con un porcentaje superior al previsto por las encuestas, y la elección de varios candidatos que apoyó, muchos de ellos exministros”.

Lula logró 25 millones de votos más que la candidatura de Fernando Haddad en 2018, mientras que Bolsonaro obtuvo 1,7 millones de votos más que en la 1ª vuelta de 2018, pero esto representa una caída del 2,83% respecto al porcentaje que obtuvo en ese momento. En los sectores más pobres de la población, Bolsonaro fue derrotado, especialmente en la región del Nordeste. El actual presidente fue derrotado en la ciudad más poblada y económicamente más importante del país, San Pablo. Su hijo, Eduardo Bolsonaro, perdió 1 millón de votos, y quedó detrás del líder del Movimiento de Trabajadores Sin Techo, Guilherme Boulos, el diputado federal más votado en el estado paulista.

Esto no cambia el panorama de un país que se ha mostrado más a la derecha y socialmente polarizado. Un Brasil partido por la mitad (para usar los términos de Ítalo Calvino), cuanto más se busca alianzas con la derecha y los patrones, más se alimenta el ambiente embriagador del bolsonarismo.

¿Hacia dónde lleva las alianzas con la derecha y los empresarios?

Esto es lo que ha demostrado hacer la política del PT, de hecho. Ni siquiera en el terreno electoral tuvieron éxito en la falsa idea de que para vencer a la extrema derecha había que ampliar las alianzas con la gran burguesía.

La política ahora es seguir cosechando apoyo en el campo de la derecha, y decir que no se puede ganar a Bolsonaro sin expandir el ya amplísimo Frente Amplio. La prensa comienza a anunciar que "los brasileños son conservadores". El objetivo es condicionar aún más a Lula, que ya tiene con él una constelación de derechistas, empezando por su candidato a vicepresidente. El periodista Merval Pereira se hace eco de una máxima del español Pablo Iglesias: no sería posible "gobernar sin cierto consenso por parte de la derecha". El tono es similar al utilizado por analistas liberales en Chile, cuando atribuyen la estrepitosa derrota del apruebo a una nueva constitución defendida por Gabriel Boric a un supuesto "conservadurismo innato" del pueblo chileno.

La verdad, sin embargo, es que Chile ha demostrado que la conciliación de clases siempre fortalece a la derecha, como venimos diciendo. Esto quedó claro con la política del presidente Boric, que asumió la agenda de la derecha, mientras la Convención Constituyente, ni libre ni soberana, aceptaba pasivamente la tutela de todos los poderes constituidos heredados del pinochetismo, como explicamos en otro artículo.

En Brasil, esta lección chilena aparece con los resultados de la primera vuelta. El giro a la derecha de Lula y el PT, desde su alianza con el derechista Alckmin a la búsqueda por conseguir el apoyo de simpatizantes en el PSDB, como el expresidente Fernando Henrique Cardoso, Henrique Meirelles, sus funcionarios neoliberales, y hasta el nutrido grupo de empresarios y banqueros que responden las principales cámaras empresariales. Esta política de conciliación con la derecha solo fortaleció la recuperación bolsonarista. Muchos en la izquierda -especialmente en el PSOL, que se disolvió en la campaña de Lula-Alckmin- dijeron que era "necesario tener responsabilidad" y unirse a las figuras que fueron responsables de llevarnos a esta catástrofe. Esta política solo fortaleció el clima derechista que permitió un resultado más favorable de lo que esperaba el propio Bolsonaro, quien no solo evitó ser derrotado en la primera vuelta, sino también fortalecer la presencia parlamentaria.

Las elecciones son una prueba de que la política de "Frente Amplio" sólo puede fortalecer a la derecha. Ahora Lula quiere que pasemos por el mismo calvario, reeditando la política de conciliación de clases que nos trajo aquí, dando aliento a los peores enemigos de los trabajadores. Esta reoxigenación de la derecha por parte de la política del PT, teniéndola en su propio seno al albergar a la vieja derecha tradicional, beneficiará a los pilares que sustentaron el bolsonarismo en los últimos años. Como sostienen Daniel Feldmann y Fabio dos Santos, en el libro “Brasil autofágico. Aceleración y contención entre Bolsonaro y Lula”, se fueron gestando las bases de apoyo del bolsonarismo en los vaivenes de las políticas de Estado del lulismo en particular, y del PT en general, que al intentar contener la crisis con la conciliación terminó acelerándola.

La respuesta al fortalecimieto del bolsonarismo implica lo contrario a la política que viene llevando adelante Lula y el PT. Implica una política decidida de independencia de clase, la unificación del conjunto los trabajadores contra los empresarios, y un programa que ataque los pilares de las reformas económicas ultraliberales, que Lula prometió preservar.

¿Quién dijo que enfrentar el bolsonarismo requiere "apaciguar" a los capitalistas y "llevarlos" al lado de los trabajadores? Por el contrario, el punto “cero” de cualquier programa que enfrente seriamente a Bolsonaro debe comenzar con la derogación de todas las reformas que empeoran las condiciones de vida de los trabajadores todos los días, en primer lugar la reforma laboral y la reforma previsional, pero también contra la ley de libre acceso, la subcontratación, el tope de gasto del Estado y todas las privatizaciones. Asimismo, es decisivo luchar por la reducción de la jornada laboral, sin reducción salarial, con 30 horas semanales para hacer frente a la precariedad, el paro y la miseria, en la perspectiva de la división de la jornada laboral entre ocupados y desocupados. Para luchar por esto las direcciones burocrática de los sindicatos son un traba en esta batalla, por eso es fundamental la exigencia a las direcciones mayoritarias del movimiento de masas, empezando por las centrales sindicales (CUT, CTB e UNE). Una exigencia de que impulsen un plan de lucha serio contra Bolsonaro y por revocar las reformas impuestas durante su gobierno.

La actual política de Lula y el PT desmoraliza y debilita la lucha contra la extrema derecha, termina siendo responsable de fortalecer a Bolsonaro y la ultra derecha. Es necesario fortalecer la movilización y organización independiente de trabajadores, negros, mujeres, la comunidad LGBT para conectar las aspiraciones de la población pobre y trabajadora en un serio enfrentamiento con la nefasta extrema derecha.


André Barbieri

Nacido en 1988. Licenciado en Ciencia Política (Unicamp), actualmente cursa una maestría en Ciencias Sociales en la Universidad Federal de Río Grande el Norte. Integrante del Movimiento de Trabajadores Revolucionario de Brasil, escribe sobre problemas de política internacional y teoría marxista.

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