La nueva marea verde demuestra que el movimiento de mujeres llegó para quedarse. Como ya se había mostrado el 8 de marzo, somos millones en todo el mundo luchando por nuestro derecho a decidir.

Sulem Estrada, maestra de secundaria Agrupación Magisterial Nuestra Clase y Pan y Rosas
Miércoles 10 de octubre de 2018
Este año, un nuevo hito marcó la importancia del movimiento de mujeres de nuestro tiempo. En todo el mundo, el pasado 8 de agosto se realizaron manifestaciones en solidaridad con la lucha de millones de mujeres en Argentina, por el derecho a decidir y la legalización del aborto. Esta marea ya se había expresado el 8 de marzo, comprobando que en todo el mundo somos millones por el derecho a decidir.
También somos millones las que constituimos, en muchos países, una parte mayoritaria de la clase trabajadora, como resultado de la feminización de la fuerza laboral. Tenemos un lugar central en la lucha por el derecho al aborto y también en la resistencia obrera y popular a la explotación y la miseria, como lo mostramos en nuestro país las maestras y las obreras de maquiladoras. Todo esto pone sobre la mesa la necesidad de articular la lucha por nuestros derechos con la lucha contra la precarización laboral, que cada vez más tiene rostro de mujer, así como la necesidad de hacerlo desde una perspectiva anticapitalista.
La revolución de las hijas en el Cono Sur rechazó también toda injerencia estatal y de la reaccionaria Iglesia, y se expandió más allá de las fronteras, reactualizando la demanda de educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar; aborto legal, seguro, libre y gratuito para no morir.
Pero esta lucha demostró una cuestión crucial, común también a México. La negativa del estado a aprobar la exigencia que se expresó en las calles, corroborando su decisión de pisotear esta demanda histórica. En nuestro país “después de la despenalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo antes de las 12 semanas, aprobada en la Ciudad de México en 2007, en el resto de los estados del país avanzaron los leyes antiaborto. En algunos estados se castiga con penas de hasta 30 años a mujeres que abortan, incluso de manera espontánea o por indicaciones médicas. Mientras tanto se calcula que hay más de 700 mujeres presas por abortar en todo el país” (1).
¿Qué desafíos tenemos las mujeres para conquistar nuestros derechos en México?
El primero es forjar e impulsar un verdadero movimiento de mujeres, para que en las próximas movilizaciones salgamos cientos de miles con la fuerza de las mujeres, los jóvenes, las y los trabajadores. Obtener nuestras demandas solo será el resultado de nuestra acción en las calles. Por eso necesitamos un movimiento masivo, que haga cimbrar el país. Para eso es fundamental que discutamos cómo incorporamos a quienes son la mayoría de las mujeres: las trabajadoras de la ciudad y del campo, que todos los días enfrentamos las consecuencias del patriarcado y el capitalismo. Y junto a ello tenemos que abrazar las demandas de la comunidad sexodiversa, como es el derecho al aborto para todos los cuerpos gestantes.
Pero también tenemos que aprender de nuestra experiencia de lucha. Y la primera lección es que no podemos esperar nada bueno de las instituciones del Estado. Bajo las mismas se perpetúa la violencia patriarcal, los feminicidios, y se pisotean nuestros derechos más elementales. Y son esas instituciones las que siempre que pueden, intentan que retrocedan las conquistas que obtuvimos, como se ve en el ya mencionado endurecimiento de las leyes antiaborto y la negativa de este derecho elemental para millones de mujeres en todo el país. ¿Acaso podemos esperar que algo bueno para nosotras, provenga de quienes son responsables de casi un millar de mujeres presas por abortar o de militarizar el país?
Pero si estas instituciones no van a otorgarnos los derechos por los que peleamos; nuestras condiciones no mejorarán fortaleciendo el punitivismo. Todo fortalecimiento de los mecanismos de violencia estatal, con la excusa de “protegernos”, siempre estará al servicio de golpearnos a las mujeres y al conjunto del pueblo trabajador, con penas que luego pueden volverse en contra de luchadores y luchadoras sociales. Por eso pensamos que un movimiento de mujeres que quiera obtener los derechos por los cuales luchamos desde hace décadas, debe plantarse claramente ante el Estado y sus instituciones: desde el Congreso y sus partidos, hasta, por supuesto, la Iglesia y las fuerzas represivas.
Es entonces fundamental que el movimiento de mujeres tenga un curso claramente independiente. Hoy esto implica un debate fundamental, después del 1 de julio cuando millones castigaron a los partidos pilares del régimen político bajo el que crecieron los feminicidios y las redes de trata. Todas sabemos que millones de mujeres votaron ilusionadas por Morena y el hoy presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, AMLO se alió con el Partido Encuentro Social, conocido por su abierto rechazo al derecho al aborto y al matrimonio igualitario. Y luego propuso someter a consulta popular esos derechos elementales y democráticos, abriendo el camino para retrocesos mayores. Lo que queda claro de la experiencia en nuestro país (y en otras latitudes como Argentina) es que no serán los gobiernos e instituciones los que concedan nuestros derechos. Será en las calles, organizadas y siendo cientos de miles, como los conquistaremos.
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¿Cuáles son las estrategias en pugna dentro del movimiento de mujeres?
En este punto, queremos abrir una discusión necesaria. La utilización de métodos como los gritos, las censuras y las agresiones, van en contra de la construcción de ese movimiento. Atentan directamente contra el fin que nos debería unificar: conquistar nuestros derechos y constituir una poderosa fuerza social, independiente del Estado y, pensamos nosotras, que busque la unidad con el conjunto de los explotados y oprimidos, y en primer lugar la clase trabajadora para enfrentar al sistema capitalista y patriarcal.
Esto se vio recientemente en la movilización realizada en la Ciudad de México el 28 de septiembre, por el aborto legal, seguro, gratuito, cuando una de nuestras voceras de Pan y Rosas intervino en el mitin de cierre de la movilización y enfrentó los gritos de un sector de mujeres separatistas, exigiendo que nos retiráramos de la marcha (la cual junto a decenas de otras organizaciones, convocamos).
¿A quién favorecen estos métodos violentos contra mujeres trabajadoras y jóvenes? Pensamos que lamentablemente, al Estado, enemigo de nuestros derechos, pues esos son métodos que van en contra de la tarea fundamental de poner en pie un amplio movimiento de mujeres, unitario e independiente del Estado y sus instituciones, donde por supuesto habrá distintas políticas y estrategias en juego, las cuales podrán ser debatidas de forma franca y fraternal.
Nosotras somos claras en nuestras posiciones, las proponemos al interior de las movilizaciones y reuniones del movimiento de mujeres, así como lo hacemos todos los días en nuestros sindicatos y centros de trabajo y escuelas, y allí discutimos abiertamente las diferencias que puedan existir. Pero creemos que hay que poner un alto a métodos que le hacen el juego al Estado.
Y decimos que le hacen el juego porque dividen al movimiento, y nos quitan fuerza para pelear contra nuestro enemigo fundamental: el Estado, sus instituciones y los partidos responsables de la situación en la que estamos millones de mujeres, jóvenes, estudiantes y trabajadoras que sufren la violencia patriarcal y la explotación cotidiana. Construyamos un movimiento de mujeres, amplio, masivo, unitario y democrático, para conquistar nuestros derechos y enfrentar la opresión y la explotación.
Notas
(1) "Lecciones del movimiento de mujeres. Marea Verde: ¿una nueva ola de feminismo?", Marisol Flores y Mariel Ochoa, Ideas de Izquierda MéxicoNo. 1, Octubre 2018, pp 81-84.
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Sulem Estrada, maestra de secundaria
Maestra de secundaria