El Panel Climático de la ONU (IPCC) presenta proyecciones alarmantes para la crisis que se profundiza y acelera, pero ¿qué hacer? Entre la urgencia y la vía muerta del capitalismo verde, hay otras salidas posibles.
Lunes 27 de marzo de 2023 12:22
Por si faltaba algo, las 9 olas de calor que atravesamos en el verano que acaba de concluir, en plena sequía histórica también, hicieron que la crisis climática sea parte indiscutible de nuestra cotidianeidad (salvo para Milei y sus libertarianos, pero bueno…).
“En todas las regiones del mundo, el incremento de eventos de calor extremo resultó en mortalidad y morbilidad humana [...] En algunas regiones analizadas, los desafíos a la salud mental están asociados a temperaturas cada vez mayores, traumas por eventos extremos, y la pérdida de viviendas y cultivos”. “Los extremos calientes se han intensificado en las ciudades. La infraestructura urbana, incluidos los sistemas de transporte, agua, saneamiento y energía, se ha visto comprometida por eventos extremos y de evolución lenta, con las consiguientes pérdidas económicas, interrupciones de los servicios e impactos negativos en el bienestar. Los impactos adversos observados se concentran entre los residentes urbanos económica y socialmente marginados.” Mucho de lo que plantean estos extractos del último informe presentado hace pocos días por el Panel Internacional del Cambio Climático (IPCC) ya resultan lamentablemente familiares para cualquiera hoy en Argentina.
También lo que afirma con todo el fundamento científico disponible: no se trata de un hecho “natural” sino producto de la acción humana. De hecho, un estudio que circuló por diferentes medios masivos demostró que la ola de calor de diciembre, en Argentina y Paraguay, tuvo 60 veces más probabilidades de ocurrir debido al calentamiento global. ¿De qué tipo de “acción humana”? Ahí aparece el principal problema del informe, pero antes de ir ahí, veamos de qué se trata y qué nos aporta.
Argentina está aproximadamente en el puesto 23 en nivel de emisiones, de 195 países (CimateWatch; y dentro de los 10 en tasa de desforestación, según FAO). No tiene, como se quiere plantear, un rol absolutamente marginal, y planea ampliar con perforaciones offshore y fracking en Santa Cruz (los yacimientos conocidos como “Palermo Aike”, que incluyen zona de glaciares y cordillera). Por otro lado, la suma de 32 países con el mismo nivel de emisión, supera a la de China. La salida, claramente no pasa solo por exigir al “norte global” mientras en el resto de los países los capitales imperialistas –con el mecanismo de la deuda externa como vía de presión–, asociados a los locales, siguen perforando para extraer combustible fósil y destruyendo ecosistemas.
¿Qué es el reporte de síntesis del IPCC AR6?
Lo que presentó este lunes el titular de la ONU Antonio Guterres es la cuarta y última entrega del sexto informe de evaluación (AR6) del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), un organismo que reúne científicos del clima del mundo y produce reportes sobre el conocimiento global del clima y la crisis climática. Este “informe de síntesis”, concluye 8 años de investigaciones de cientos de expertos científicos climáticos. Desde el anterior (AR5, 2018) se publicaron cuatro, dedicados a las “Bases de la ciencias físicas del clima” (agosto 2021), los “Impactos, adaptación y vulnerabilidad” de la crisis climática (febrero 2022) y a la “Mitigación del cambio climático”, con acento en las vías de reducción de las causas e impactos (abril 2022). También sintetiza otros específicos publicados en el mismo lapso (calentamiento global a 1,5; cambio climático y territorio; océano y criósfera). El próximo será recién en 2030.
En rigor no plantea nada esencialmente nuevo respecto a las causas, pero sí presenta un valioso cuadro de situación para comprender la crisis en sus niveles actuales, los peligros que enfrentamos (importante para exigir que los gobiernos y Estados respondan frente a las catástrofes cada vez más recurrentes por ejemplo) y sobre las posibilidades de revertirla a futuro.
Todo esto incluso a pesar de la mirada sesgada de un organismo central del capitalismo global como es la ONU, que naturaliza los intereses del capitalismo como única opción, y de que, por ejemplo, el “resumen para políticos” de cada reporte, lo que más circula, a su vez pasa por el tamiz de representantes de más de 200 gobiernos (en uno de estos, por ejemplo, el gobierno Argentino intentó hacer lobby para evitar la mención a la producción agroganadera de metano).
“My country only emits 1% of emissions, what we do makes no difference".
It's a claim that most of the richest countries can make.
But 'negligible emitters' matter a lot.
Here are five reasons why it's no excuse to do nothing.
My latest Substack: https://t.co/u3JrGGze55 pic.twitter.com/vs5gxIlQsQ
— Hannah Ritchie (@_HannahRitchie) March 11, 2023
El argumento de la deuda climática del "norte" con el "sur" globales, es funcional a que gobiernos ahorcados por mecanismos como la deuda con el FMI lleven adelante agendas intensivas en carbono con los mismos capitales imperialistas del "norte global".
¿En qué situación estamos?
Producto de la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI, dióxido de carbono y metano, principalmente), la deforestación y los cambios en los usos de la tierra (por agronegocio o la megaminería, por ejemplo), la tierra ya alcanzó un nivel de calentamiento de 1,1 grados desde 1850-1900. Este nivel implica ya una crisis desatada: las olas de calor, sequías, inundaciones, derretimiento de hielos, subida del nivel del mar o acidificación de los océanos y extinción de especies son algunas de sus manifestaciones.
Los ritmos son tan alarmantes como significativos. La superficie global, señala el informe, se ha calentado “desde 1970 más rápido que en cualquier momento de los últimos 2000 años” y las emisiones de GEI desde 1850 fueron de 2400 gigatoneladas de dióxido de carbono (GtCO2), de las cuales casi la mitad (42%) ocurrió en las últimas dos décadas, entre 1990 y 2019. La concentración de CO2 (hoy en 410 partes por millón, siendo 350 el límite “normal”) es la más alta en 2 millones de años, y la de metano (1866 partes por billón), en 800 mil años. En 2019, las emisiones fueron de aproximadamente 59 GtCO2, 12% más que en 2010 y 54% más que en 1990, centralmente a partir de combustible fósil (carbón, petróleo y gas, sí, como el de Vaca Muerta) y procesos industriales. En 2019, el 79% de GEI vino de los sectores de energía, industria, transporte e infraestructura, y el 22% de agricultura (en gran medida metano de la producción ganadera de vacas, por ejemplo, pero también por fugas de gas, como en Vaca Muerta), deforestación y otros usos de la tierra (prender fuego humedales para sembrar soja, por ejemplo).
Los cambios e impactos asociados a estos niveles son cada vez más dramáticos mientras avanza el desequilibrio climático. Esos eventos climáticos extremos “se fortalecieron desde el AR5”. Lo que afecta sobre todo a los sectores más vulnerables de la población: “3,6 billones de personas [casi la mitad de la población mundial] vive en contextos altamente vulnerables al cambio climático”, expuesta a “inseguridad alimentaria” o falta de acceso al agua. Las olas de calor generan mortalidad y morbilidad, incluso trastornos severos a la salud mental, en todo el mundo, en particular en áreas urbanas, donde son más intensas.
El informe también señala que “la mayoría de las respuestas de adaptación son fragmentadas, graduales, específicas por sector y distribuidas desigualmente por regiones [...] con las mayores brechas en los grupos de menores ingresos”. Y habla directamente de una “maladaptación” cada vez mayor, que “afecta negativamente a grupos vulnerables y marginalizados”. Asimismo, resalta que “el financiamiento de la adaptación ha provenido principalmente de fondos públicos”. “Los flujos financieros hacia combustibles fósiles todavía son más grandes que los de adaptación climática y mitigación”, sostiene también.
Una conclusión central de este informe es que “las emisiones globales de GEI según las contribuciones determinadas nacionales (NDC) anunciadas en octubre de 2021 [COP27] hacen probable que el calentamiento sobrepase los 1,5°C durante en este siglo y que sea difícil no llegar a 2° C”. En otras palabras, plantea o asume directamente el fracaso de las metas del Acuerdo de París de 2015 –aún si se cumplieran lo cual tampoco está garantizado–. Es más, los 1,5°C se alcanzarían en lo inmediato (en 2030-35), aún en el escenario de menores emisiones (SSP1-1,9). O sea, da por sentado un escenario que hasta hace poco consideraba catastrófico.
Y no es, del lado del clima, un camino lineal: el mayor calentamiento va a agravar todas las manifestaciones de la crisis, e incluso “en escenarios de mayor emisión, los sumideros naturales de carbono (océanos, bosques, humedales, etc.) van a absorber, proporcionalmente, cada vez menos dióxido de carbono, generando una retroalimentación cada vez más peligrosa. “Los riesgos climáticos y no climáticos van a interactuar cada vez más, creando riesgos compuestos y en cascada cada vez más complejos y difíciles de manejar”, señala el informe. Esto implica, junto a los riesgos asociados a la destrucción de ecosistemas y aumento de olas de calor, vectores de enfermedades transmitidas por alimentos, agua y vectores patogénicos. Recordemos que la pandemia tiene su origen en la destrucción de ecosistemas.
Y aún más, el informe señala que, si se mantiene en el curso actual de las emisiones de GEI y destrucción de sumideros de carbono, vamos a un escenario de 3 grados de calentamiento a final de siglo. Simplemente inimaginable.
“Una ventana que se cierra rápidamente para un desarrollo climático resiliente”. Un llamado a la acción rápida y drástica…
El informe plantea que “hay una ventana de oportunidad que se está cerrando rápidamente para asegurar un futuro vivible y sostenible para todos”, pero asocia esto a lograr una “cooperación internacional, incluyendo un mejor acceso a recursos financieros adecuados, particularmente en regiones vulnerables”. “Las opciones y acciones implementadas en esta década tendrán impacto por cientos y miles de años”, afirma.
Lo más importante: hay fundamento científico para decir que las posibilidades están abiertas, la crisis se puede revertir.
El problema es que las propuestas de IPCC refuerzan las causas de la crisis. El resumen para políticos dedica buena parte a plantear la necesidad de un “desarrollo sostenible”, que “debe priorizar la equidad, la justicia climática y social, la inclusión y un proceso de transición justa [...] que permita un desarrollo climático resiliente”. Sí, estas ideas del “desarrollo” no resultan extrañas: son las que escuchamos de partes de gobiernos que lo prometen con el agronegocio, el fracking, la megaminería, etc., la agenda extractivista que está en la base de esta crisis.
El mecanismo para el desarrollo verde serían las finanzas. El informe dedica todo un apartado a las finanzas, la tecnología y la cooperación internacional. Plantea que “Las políticas públicas pueden apoyar la formación y la I+D [investigación y desarrollo], complementadas con instrumentos normativos y de mercado que creen incentivos y oportunidades de mercado.” “Las finanzas, la tecnología y la cooperación internacional son facilitadores críticos para acelerar la acción climática. [..] Hay suficiente capital global para cerrar las brechas de inversión global, pero existen barreras para redirigir el capital hacia la acción climática.” También podemos traducir esto: una lluvia de inversiones. A 8 años del Acuerdo de París, lo que no aparece en el informe es un balance de por qué no se cumplieron estos objetivos, sobre los que siguen insistiendo como un ciego que no quiere ver.
Entre el catastrofismo, la resignación y las ilusiones en el capitalismo verde
En otras palabras, los informes científicos en cada reporte conllevan una contradicción: si bien por un lado presentan de forma exhaustiva y fundamentada científicamente el desarrollo –dramático– de la crisis climática y sus consecuencias; por otro lado, lo hacen desde una mirada que naturaliza al capitalismo como el único horizonte social posible, reemplazándolo por eufemismos como “patrones de producción y consumo”. El dilema “capitalismo verde o catástrofe climática” es falso y muy interesado.
“La maladaptación puede evitarse mediante una planificación e implementación flexible, multisectorial, inclusiva y a largo plazo de acciones de adaptación”, todo lo cual es, como muestra el mismo informe, imposible: choca contra los intereses económicos, sociales y geopolíticos de las burguesías y sus Estados.
Este tipo de informes como el de la ONU de esta semana ponen el tema en agenda, pero al mismo tiempo juegan un papel reaccionario propagando la idea de que el problema es “la humanidad” y que con más “desarrollo sostenible” capitalista y flujos financieros bien direccionados se podría evitar el desastre y una “transición justa” con “justicia climática”. Si algo muestran los informes del AR6 es que esos conceptos son imposibles de realizar en los marcos del capitalismo. Al contrario, en nuestro país vemos cómo los gobiernos los utilizan para justificar el arrasamiento de ecosistemas y sociedades en nombre del “desarrollo” y la transición. El par conceptual que opone el “norte global”, históricamente más responsable, al “sur global”, opera en el mismo sentido, y pretende justificar seguir quemando fósiles y deforestando –de la mano de los mismos capitales imperialistas– persiguiendo un supuesto “desarrollo”.
Plantear el panorama de la primera parte del informe y depositar esperanzas en que el capitalismo actual logre estos objetivos califica más como un acto de fe ciega y prometeica (desarrollos tecnológicos que capturen GEI, sin terminar con el capitalismo), que en una constatación racional. Y peor, la constatación cotidiana, año a año, de que se trata de algo imposible de resolver en esos términos y solo se agrava, alimenta a un escepticismo histórico que da lugar a todo tipo de ansiedades y negacionismo, e incluso posiciones que plantean vías reaccionarias para “resolver” el problema en los marcos del capitalismo. Literalmente, para el IPCC “es más fácil imaginar el fin de la humanidad que el fin del capitalismo”, como decía el crítico literario marxista Fredric Jameson.
Como vienen demostrando investigadores como John Bellamy Foster, y un sector cada vez mayor de investigadores que toman las herramientas del marxismo para comprender fenómenos ecológicos actuales, la fractura del metabolismo del carbono, y de diferentes metabolismos asociados que conforman el sistema tierra, tiene su orígen en el propio metabolismo del capital y sus efectos sobre la naturaleza. No es la humanidad, no es la falta dicotomía entre antropocentrismo y ecocentrismo, sino la humanidad en el capitalismo, el tipo de relación metabólica que establece el capitalismo con la naturaleza los intereses de la clase dominante burguesa son opuestos a los de las mayorías trabajadoras, se trata de un problema histórico, no natural. Y el cambio climático es solo una de sus consecuencias (la desertificación, contaminación plástica, pérdida de biodiversidad, son algunas otras que están llegando a sus tipping points o “puntos de no retorno”).
La incapacidad de planificar una transición no es azarosa, sino subproducto de una lógica donde lo que prima es la ganancia y en el cortísimo plazo, así como los intereses geopolíticos imperialistas globales, como expone la guerra en Ucrania o las disputas por los bienes comunes naturales en América Latina. Salidas reformistas como las del Green New Deal que levantan sectores del Partido Demócrata norteamericano (o los “pactos ecosociales” de sectores progresistas locales) solo llevan a una nueva pérdida de tiempo y profundizan la crisis.
Por el contrario, si partimos de la enorme mayoría de la población mundial que es explotada por estos mismos intereses capitalistas, la clase obrera global, cada vez más numerosa y con toda su heterogeneidad, y de las vanguardias de ambientalistas, jóvenes que se movilizan y se organizan en todo el mundo y luchan contra las acciones ecodestructivas de esto mismos intereses, podemos encontrar una salida comunista de este laberinto terrorífico.
En estos momentos, la lucha de clases en Francia pone en escena un movimiento de decenas de miles de ambientalistas luchando por el agua contra el agronegocio en Saint-Soline, mientras los trabajadores y trabajadoras de la refinería de Total en Normandié, entre otros sectores (transporte, etc.) reciben una solidaridad enorme en la lucha contra la reforma previsional de Macrón, y se movilizan junto a inmigrantes y mujeres uniendo sus luchas. En esa unidad tenemos una fuerza social a la altura del desafío. Ya vimos algo de esto en la lucha contra la megaminería en Chubut, pero acá se trata de Francia, y todo el mundo está mirando.
Imponer a las burguesías (tanto imperialistas como dependientes) un freno de mano a este sistema que nos está llevando a un abismo ambiental es urgente y –sobre todo– posible. A condición de identificar la raíz del problema, esa que empieza con C y parece desaparecida del diccionario del IPCC: capitalismo.
Te puede interesar: Huelga Mundial por el Clima: ¡El capitalismo y sus gobiernos destruyen el planeta, destruyamos el capitalismo!
Te puede interesar: Huelga Mundial por el Clima: ¡El capitalismo y sus gobiernos destruyen el planeta, destruyamos el capitalismo!
Juan Duarte
Psicólogo y docente universitario en la UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Editó y prologó Genes, células y cerebros (Hilary y Steven Rose), La biología en cuestión (Richard Lewontin y Richard Levins), La ecología de Marx (John Bellamy Foster), El significado histórico de la crisis de la psicología y Lecciones de paidología (Lev Vigotski), La naturaleza contra el capital (Kohei Saito) y León Trotsky y el arte de la insurrección (1905-1917), de Harold Nelson (2017), en Ediciones IPS.