La ofensiva imperialista en la región no es solo yanky. El parlamento iraquí pide la salida de las tropas extrajeras, también las españolas. La renuncia a exigir su retirada, el cierre de las bases y el rechazo a la OTAN, se suman a la larga lista de renuncias para sentarse en el Consejo de Ministros.
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Viernes 10 de enero de 2020
Trump decidió comenzar el año con una nueva agresión imperialista en Oriente Medio. El asesinato en Bagdad del general iraní Soleimani ha hecho aumentar el nivel de tensión en la región. Las alarmas sobre la posibilidad de que el imperialismo norteamericano pueda acabar provocando una nueva escalada guerrerista se han encendido y se han producido las primeras movilizaciones contra esta posibilidad en EEUU.
La acción fue respondida por Irán con un calculado bombardeo a bases de EEUU en Iraq esta semana. Trump la había llevado adelante sin consulta con sus socios europeos que también operan en la región. Pero más allá de este rasgo de unilateralismo “trumpiano”, y contra toda visión cultivada por buena parte de la “opinión publicada progre” de que el imperialismo es solamente yanki, los gobiernos europeos de uno u otro signo político son también parte de las ocupaciones militares que, solo en esta región del globo, suman más de 50.000 soldados.
Los gobiernos del Estado español no se quedan atrás, también los del PSOE. Bajo el gobierno de Pedro Sánchez todas las misiones imperialistas en el extranjero se han mantenido sin apenas cambios. A día de hoy el Ejército español está desplegado en la República Centroafricana, Somalia, Mali, Senegal, el Océano Índico, Turquía, Bosnia, Colombia, Afganistán, Iraq y Líbano. Lo hace bajo diversos mandatos y coaliciones, desde la UE, la ONU o la OTAN, y se dedican a labores de control del territorio, la defensa de los barcos europeos que esquilman caladeros africanos o el entrenamiento de fuerzas militares y policiales locales.
En valores concretos esto significa que el Estado español, por ejemplo, da apoyo militar a la Turquía de Erdogan que este 2019 reinició la guerra contra el pueblo kurdo o que, en el caso de Iraq, es parte del adiestramiento de las fuerzas militares y policiales que han dejado un saldo de cientos de muertos en la represión de las protestas sociales que se desataron en el país en los últimos meses.
Además de esta contribución directa, se mantienen la base norteamericana de Rota, que puede ser utilizada sin control alguno para las operaciones norteamericanas en la región, así como las de Morón, Torrejón o Zaragoza que están a disposición de la OTAN y sus países miembros.
Las misiones militares en el extranjero son la cara más abierta del carácter imperialista del Estado español y, hasta hace poco, el rechazo a las mismas y a la pertenencia a la OTAN era una de las señas de identidad más compartida por todo lo que estaba a la izquierda del PSOE.
La misma IU, fundada en 1986, debe su origen a la capitalización por parte del PCE de una parte del gran movimiento contra la OTAN de los años 80 que peleó por el “NO” a la misma en el referéndum de ese año. El viejo PCE supo apoyarse en el sentimiento anti-imperialista y anti-guerrerista que aglutinó el rechazo a los primeros gobiernos de Felipe González y su rápida conversión en social-liberalismo imperialista, para salir así de la crisis que le generó su papel en la Transición y el orígen del Régimen del 78.
Quizá por eso, a pesar de ser desde el 78 un partido del régimen y de su salto gobiernista desde comienzos del siglo XXI – cuando se convirtió en el socio habitual de gobiernos locales y autonómicos del PSOE e incluso partidos nacionalistas conservadores- , el rechazo a las distintas guerras imperialistas con participación española – como las de la ex Yugoslavia, Kosovo, Afganistán o Iraq – y las misiones militares posteriores disfrazadas de “humanitarias”, siguió siendo, al menos formalmente, uno de sus puntos distintivos.
La principal excepción fue el apoyo en 2006 de la IU de Llamazares y el PCE de Frutos a la misión en Líbano, que se mantiene hasta nuestros días y tiene desplegado el mayor contingente (más de 600 soldados). Un cambio de línea que generó no pocos cuestionamientos y crisis en sectores de su militancia y base social. Entonces, como hoy, el apoyo parlamentario a un gobierno “progresista”, el de Zapatero, bien valía dejar pasar un poco de imperialismo patrio.
En el caso de Podemos la cosa siempre fue distinta. Ni el rechazo a la OTAN ni a las misiones militares ha sido nunca parte de su patrimonio. Más bien al revés. Las loas de Iglesias a soldados, policías y guardias civiles, abundan en sus declaraciones y tweets. De hecho, ya ha anunciado que su Jefe de Gabinete será nada menos que el ex Jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general Julio Rodríguez, quien dirigiera las fuerzas españolas en los bombardeos contra Libia de 2011.
No sorprende pues que en la negociación entre Podemos y el PSOE nada de esto haya sido ni siquiera objeto de discusión. Ni la OTAN, ni las bases, ni tampoco las misiones en el extranjero. Uno de los grandes aportes de Iglesias al Régimen del 78, ha sido el naturalizar que la izquierda asume también la agenda militar de Estado sin el más mínimo rubor. La novedad es que a este salto parece que se han apuntado definitivamente también los dirigentes de IU y el PCE.
A la vez que se terminaba de cerrar la investidura, Trump iniciaba su agresión de año nuevo. Acto seguido el parlamento iraquí votaba la exigencia de retirada de todas las tropas extranjeras presentes en el país. Esto incluye no solo los 5000 soldados estadounidenses, sino también los 550 españoles que son parte de la misma misión de la OTAN.
Ni Podemos, ni IU -que se estrena en el gobierno de coalición con dos ministros, Alberto Garzón en Consumo y Yolanda Díaz en Trabajo- han planteado el más mínimo cuestionamiento a esta participación nada irrelevante. Algo tan elemental hace solo unos años, como sería la exigencia de la retirada de las tropas españolas de Iraq -que hasta Zapatero tuvo que conceder ante el masivo movimiento contra la guerra de 2003- , se ha convertido en una renuncia más de la larga lista de la nueva y la vieja izquierda reformista. El cierre de la base de Rota – contra la que desde 1985 la izquierda andaluza se moviliza anualmente – o el No a la OTAN son parte también de esta lista.
El gobierno “progresista” del PSOE con Unidas Podemos, antes incluso de constituirse, deja claro que será un ejecutivo de continuidad en todas aquellas políticas de Estado. Lo será en la política económica y social -como lo demuestra el compromiso de respetar los mandatos de Bruselas o los nombramientos en Exteriores o Seguridad Social de perfiles ligados a la OMC y el BCE-, lo será en lo relativo a la crisis de régimen y territorial – como dejó claro Sánchez en el Congreso con su defensa de la inamovible Constitución del 78 – y lo será en el mantenimiento de todas las políticas imperialistas. La izquierda reformista ha decidido ser parte gestora de esta continuidad.
Para pelear contra esta continuidad que seguirá negándonos derechos sociales y democráticos, así como para seguir la lucha contra el imperialismo español, sus políticas de extranjería y sus políticas militares, por el fin de todas las misiones en el extranjero, el cierre de las bases norteamericanas y la salida de la OTAN, será necesario poner en pie otra izquierda. Una que sea antiimperialista, y por lo tanto totalmente independiente del gobierno y los partidos que lo sustentan y que pelee por un programa anticapitalista, internacionalista y de la clase trabajadora.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.