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Red Internacional
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Mujer Trabajadora. ¿Qué es ser trabajadora?

Reproducimos artículo realizado por Gabriela Muñoz, psicóloga y dirigente de Pan y Rosas Antofagasta, titulado ¿Qué es ser trabajadora?. En este se realiza una descripción sobre la realidad de las mujeres trabajadoras, incluyendo entrevistas realizadas a diversas figuras referentes de la región.

Jueves 28 de abril de 2016

En el último siglo, la vida de las mujeres ha sufrido un cambio drástico, principalmente por su salida del espacio privado al público, terreno históricamente ocupado por hombres. Este cambio se dio gracias a la conquista de ciertos derechos democráticos, como el derecho a voto, la posibilidad de estudiar y trabajar, presentarse a cargos políticos, adquirir métodos anticonceptivos, entre otros derechos concedidos gracias a la organización de miles de mujeres alrededor del mundo.

Sin embargo, esta salida al mundo público está llena de contradicciones, especialmente en lo referente a lo laboral. En el caso de Chile, uno de los países de América Latina con más retraso en este aspecto, las mujeres seguimos siendo altamente discriminadas en cuanto al acceso al trabajo remunerado, el tipo de ocupaciones, la calidad de los empleos, no se nos reconocen nuestros derechos laborales ni se nos remunera el trabajo doméstico.

Del total de las mujeres trabajadoras chilenas, un 63% es remunerada, es decir, cuatro de cada 10 puestos laborales son ocupados por mujeres, principalmente en áreas de servicio, comercio y manufacturera. Con respecto al área de servicio un gran porcentaje trabaja en educación y salud, siendo muchas de ellas madres y jefas de hogar, trabajando por tanto también en sus casas.

Patricia Romo, profesora, madre , dirigente del movimiento Profesores Indignados de Antofagasta y militante de la agrupación de profesores(as) Nuestra Clase, nos cuenta qué es ser trabajadora, docente y madre, en el sistema de educación público: "Significa una explotación tremenda, como trabajadoras docentes sufrimos un terrible agobio laboral que no ha sido solucionado por ninguno de los gobiernos, el cual sigue en pie de lucha, pero producto de esto, debemos llegar a nuestras casas a completar más tareas laborales, ya que no tenemos horas de planificación. Sumado a esto, la mayoría de las docentes somos jefas de hogar, por lo tanto también significa llegar a casa a cumplir con las tareas domésticas y el cuidado de nuestros hijos e hijas, lamentablemente es así, por la lógica machista que impera en nuestra sociedad. Por otro lado, ser madre trabajadora en Chile significa también, no poder llevar una maternidad de calidad, ya que si bien hay ciertos derechos maternales otorgados a las mujeres, estos no se cumplen a cabalidad, todo lo contrario, sufrimos mucha hostilidad de parte de nuestros superiores, jefaturas, empleadores y sostenedores, puesto que ser mujer trabajadora en edad fértil, implica una carga para ellos. He sido testigo, de como muchas veces las mujeres bajo los 30 años, no son contratadas, las mantienen boleteando, con contrato a plazo fijo, por lo que no tienen una estabilidad laboral y muchas de ellas con hijos pequeños. Y los derechos maternales que son adquiridos se otorgan con mucha hostilidad de parte de las jefaturas, derechos como los fueros maternales e incluso la hora de amamantamiento, prácticamente hay que exigirlos, porque se dan con un montón de trabas" .

Rosana Olivares, trabajadora del sistema de salud, madre y dirigenta del movimiento No +AFP de Antofagasta, nos relata que "las trabajadoras de la salud vivimos agotadas, estresadas por la tremenda carga laboral que tenemos, con una falta de personal importante. Algunas incluso han sufrido de trastornos, por el trabajo pesado, los turnos de noche, sobre todo las trabajadoras hospitalarias".

También están las mujeres que trabajan en sus casas, realizando como diría Marx el "trabajo reproductivo", es decir, haciendo los quehaceres del hogar, educando y cuidando a los hijos(as), cuidando la salud y el bienestar de los ancianos(as), entre otras . Este trabajo no es remunerado, pero es realizado por la mayoría de las mujeres, de las cuales un 37% lo ejerce únicamente.

Yertie Wilson, dueña de casa, participante activa de la Coordinadora Ni una Menos Antofagasta, nos explica que "ser madre y trabajadora en tu hogar, no es una pega sencilla, tienes que levantarte a las 06:30 horas para alistar el desayuno, preparar a tus hijos para que vayan como corresponde a la escuela, sus materiales, su ropa, todo en una hora, es un gran desafío, pero que vale la pena cuando ves a tus hijos diciendo "gracias mamá". Después de 08:30 a 12:00 horas a limpiar, ordenar todo el caos que dejan los pequeños y preparar el almuerzo. Tipo 15.00 horas vuelta a la escuela a buscar a los niños, darles comida, ver sus tareas, estudiar con ellos, lavar su ropa para que al otro día vayan limpiecitos. Y así durante toda la semana, no tienes vacaciones, no hay descansos, no hay bonos, no puedes ni enfermarte porque sino el barco se hunde. Sin embargo, es un trabajo lindo, que vale la pena, por ver a tus hijos felices y enseñarles a ser buenas personas, pero de todas formas es limitado, porque a veces quieres darte un tiempo, para ti o con tu pareja, salir recordar viejos tiempos "pololear" nuevamente, pero no siempre habrá alguien que pueda ver a tus hijos gratis".

El trabajo reproductivo o trabajo doméstico no remunerado, proporciona US $17 mil millones a la economía chilena, equivalente al 26% del producto interno bruto. Según el Sernam (2009) en base a una remuneración ponderada, las funciones domésticas se valorizarían en $18 pesos el minuto, es decir, una mujer podría ganar alrededor de un millón y medio de pesos al mes (unos US$ 3.260) realizando este trabajo.

Nos encontramos también con las jóvenes mayoritariamente de familias trabajadoras, de sectores populares, que quieren estudiar en la universidad o un instituto, pero que debido a los costos que aún tiene la educación de mercado se ven en la necesidad de trabajar y estudiar.

Nancy Lanzarini, estudiante, trabajadora, delegada de la carrera de pedagogía lenguaje y castellano, nos cuenta que "como estudiantes en Chile vivimos una serie de condiciones que están regidas por la educación de mercado, regidas por el gobierno y el Estado, que miran la educación como un privilegio, como un bien de consumo y no como un derecho. Los estudiantes tenemos horarios diurnos, que están sujetos a la decisión de las autoridades únicamente, no permitiendo facilidades para poder trabajar, más cuando debes trabajar mínimamente ocho horas diarias por un salario mínimo de 250 mil pesos, ya que aún con las reformas existentes post-dictadura, las mensualidades valen arriba de los 100 o 150 mil pesos. Ante esto, muchos estudiantes acceden a trabajos esporádicos, sin contrato, de garzona o empaque, es tal brutal que incluso la última vez que llamaron a empaque en el Jumbo llegaron más de 600 estudiantes para poder optar a 30 cupos. Hay una precarización muy grande de la juventud".

"Frente a esto, algunos estudiantes tenemos que optar a créditos endeudándonos por más de 20 años o becas con condiciones, las que no te permiten desarrollar una vida estudiantil como quisieras, estás sometido a condiciones académicas de no reprobar ramos y una serie de restricciones por una educación que debe ser gratuita. Ahora bien, como mujeres estudiantes tenemos menos derechos , somos violentadas con la educación sexista, con el acoso y si quedas embarazada, puedes ser incluso despedida de tu trabajo y verte impedida de continuar tus estudios", agregó Lanzarini.

La población de jóvenes estudiantes no es menor, son más de 496 mil, algo así como un 84% del total de la juventud. De este total 58% son hombres y el 42% mujeres, y su edad promedio bordea los 23 años (Encuesta Nacional de Juventud, 2013).

La desigualdad de género es un problema para todas las trabajadoras, quienes a diario viven las consecuencias de esta desigualdad en el trabajo y en el hogar. A la vez se suma la violencia en las calles, en los lugares de estudio y trabajo; gracias al machismo sustentado y reproducido por los gobiernos, los medios de comunicación, los sectores conservadores, la Iglesia, la educación sexista y heteronormada, entre tantos otros.

Sin embargo, todo este escenario adverso lejos de callar a las mujeres, o convertirlas en meras “víctimas”, ha generado que las mujeres se pongan de pie, siendo protagonistas en las manifestaciones, organizaciones y procesos de luchas en los últimos años. Como mujeres trabajadoras, madres, estudiantes, dueñas de casa y de la diversidad sexual, en este sistema capitalista y patriarcal, ya somos unas tremendas luchadoras.