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Red Internacional
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Nuevo presidente. Qué esperar tras el triunfo del "reformista" Pezeshkian en las elecciones de Irán

Con el 53 % de los votos, el candidato "reformista", Masud Pezeshkian, derrotó al ultraconservador Said Jalili, y asumirá la presidencia de la República Islámica el próximo 30 de julio. ¿Qué se puede esperar?

Jueves 11 de julio de 2024 12:43

El "reformista" Masud Pezeshkian, se impuso en la segunda vuelta de las elecciones en Irán del pasado fin de semana y tomará posesión como el próximo presidente de la República Islámica el 30 de julio durante una ceremonia ante el parlamento en la capital, Teherán.

Pezeshkian obtuvo el 53,6 % de los votos frente al 44,3 % del ultraconservador Said Jalili, que era el favorito del ayatolá Jamenei. Tras haber sido el más votado en la primera vuelta, había dudas sobre si Pezeshkian podía absorver los votos del conservador Mohammad Ghalibaf que había quedado en tercer lugar con el 13,8% de los sufragios. Todo indica que una parte importante del electorado de Ghalibaf prefirió apoyar a Pezeshkian, lo que le permitió ganar esta segunda vuelta con 16 millones de votos.

La llegada al poder de un reformador es sin duda una sorpresa, dado que las candidaturas a las elecciones presidenciales están firmemente controladas por el régimen.
Partidario del diálogo con Estados Unidos, el campo “reformista” hizo campaña por un apaciguamiento de las relaciones entre Irán y las potencias imperialistas, con la esperanza de aflojar el control de las sanciones económicas que están aplastando la economía iraní y que privan a un segmento significativo de la burguesía para acceder a los mercados mundiales. Mientras que el bloque conservador se benefició del apoyo de la burocracia, la victoria de Pezeshkian atestigua el ajuste de la estrategia del gobierno iraní ante el descontento político y social en el país.

Mientras las instituciones de la Constitución de 1979 están masivamente deslegitimadas y la base social del régimen se contrae cada vez más, Jamenei hizo la apuesta política de abrir ligeramente la campaña a figuras más moderadas. Si bien la tasa de participación cae cada vez más con cada elección y el gobierno ya no es, como en el pasado, capaz de provocar una movilización masiva de la población a nivel electoral, la candidatura de Pezeshkian y la liberalización extremadamente limitada de la campaña tenían el objetivo de intentar aumentar la tasa de participación.

Sin embargo, la tasa de participación en la primera vuelta fue abismalmente baja. Por primera vez en la historia de la República Islámica, sólo el 41% de la población acudió a las urnas, ocho puntos menos que en las últimas elecciones presidenciales, tras las legislativas celebradas en marzo de 2024, donde acudió el 40,6% de los electores. Durante la segunda vuelta, la participación aumentó ligeramente hasta alcanzar el 49,8%. Este repentino resurgimiento de la movilización electoral parece haber favorecido la victoria de Pezeshkian, quien sin duda se benefició de una avalancha de votos contra el candidato ultraconservador.

Si Jamenei perdió su apuesta y no logró restaurar la confianza de los iraníes en las instituciones del régimen, la victoria de Pezeshkian podría ofrecerle los medios para restaurar parcialmente su imagen entre los iraníes. El triunfo de un "reformista", ofrece a Jamenei la posibilidad de argumentar que en Irán la alternancia política siempre es posible. Por otra parte, si bien la línea de Pezeshkian se opone indudablemente a las directivas reaccionarias del Lider Supremo, el candidato ganador está, sin embargo, muy bien integrado en el juego político iraní. Habiendo ocupado ya varios cargos ministeriales, cuenta con el apoyo de figuras importantes de la vida política iraní a las que el Gobierno ha confiado tareas especialmente delicadas, como Mohammad Javal Zarif, Ministro de Asuntos Exteriores que participó en las negociaciones del Acuerdo nuclear iraní. Apoyado por dos ex líderes “reformistas”, Hassan Rouhani y Mohammad Khatami, el nuevo presidente no es un outsider político.

La victoria de los reformistas constituye, desde este punto de vista, una ventaja política para el régimen, que puede esperar de la elección de Pezeshkian la canalización del malestar social por la vía política. Por otra parte, si bien el líder Supremo, de 85 años, posiblemente no encuente en Pezeshkian al sucesor que busca, puede esperar que sí contribuya en algo a la relegitimación del régimen.

Es necesario tener en cuenta que el Presidente de la República Islámica disfruta de pocas prerrogativas constitucionales y el poder de la burocracia del régimen se ha venido fortaleciendo al mismo tiempo que se ampliaron las prerrogativas de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica. Es decir que Pezeshkian tendrá, en todos los casos, un margen de maniobra muy estrecho y permanecerá en gran medida subordinado al Líder Supremo.

Esto también puede provocar que las ilusiones de un cambio por la vía electoral de las y los iraníes se vean frustradas y se vuelvan a desatar movilizaciones desde abajo, como las que sacudieron el país en los últimos años, desde huelgas obreras, movilizaciones ante la crisis económica y social o tras el asesinato Mahsa Amini.