AMLO ganó la presidencia y el Morena se convirtió, tras la elección del 1° de julio, en la principal fuerza política del país, ¿A qué obedeció este resultado y qué podemos esperar de él?
Miércoles 4 de julio de 2018
El domingo desde temprano ya se avizoraba una participación electoral inusualmente nutrida, que finalmente rondó el 63% del padrón electoral.
Afuera de muchas casillas hubo largas filas. En las casillas especiales -destinadas para que votaran quienes estuvieran fuera de su distrito electoral-, pronto se agotaron las boletas, desatando la ira de los que no pudieron hacerlo. Algunos bloquearon calles y avenidas, con la consigna: “¡Queremos votar!”.
Esta votación histórica no se puede explicar sin considerar que las masas obreras y populares vienen de recibir duros golpes a sus condiciones de vida con la imposición de las reformas estructurales, como la laboral, la educativa y la energética; de sufrir el feminicidio y la extrema violencia generada por la militarización del país y la “guerra del narco”; de ver cómo las fuerzas represivas atacaban brutalmente a movimientos sociales, como el de Atenco o la CNTE; de saber que impunemente fueron desaparecidos 43 estudiantes de Ayotzinapa; de padecer el autoritarismo y la antidemocracia, fraude tras fraude.
Es así que los trabajadores y el pueblo vieron la posibilidad de cobrarle en estas elecciones la factura por tantos agravios a los que han dirigido el país en las últimas décadas, a los que identifican como los responsables del desastre nacional, por lo que se volcaron masivamente a las urnas con la esperanza de lograr un cambio, instalando a un nuevo partido en el gobierno.
Es este profundo hartazgo con los partidos patronales tradicionales lo que supieron aprovechar muy bien AMLO y el Morena, quienes jugaron un rol clave, junto a las dirigencias sindicales, para evitar que el descontento contra el régimen político -que se expresó en múltiples luchas y protestas en los últimos años-, se unificara y desarrollara en las calles combativamente, conteniéndolo y canalizándolo por la vía institucional.
Anticipando este resultado y ante la evidencia de la caída electoral de los partidos del Pacto por México, desde semanas atrás los empresarios y otros “poderes fácticos”, como las televisoras, ya habían dejado de confrontar a López Obrador para negociar con él, al percibir el peligro de un estallido social al que podía llevar un nuevo fraude y reconocer al tabasqueño como el único que les puede garantizar la “paz social” y la estabilidad que requieren sus negocios.
De esto dieron cuenta también muchos medios de los países imperialistas, que daban como un hecho el triunfo de AMLO.
Nuevo escenario político
Con el 53% de los votos para la presidencia de la república a favor de AMLO; la conquista de al menos 5 gubernaturas (de 9 en disputa) y de la mayoría de los escaños en ambas cámaras del Congreso de la Unión, el Morena se posiciona tras la elección del 1° de julio como la principal fuerza política del país.
Además del resultado nacional, hay bastiones del PRI, como el estado de Hidalgo, donde el Morena logró el “carro completo” en el congreso local, mientras que en otro de ellos, el Estado de México consiguió una amplia mayoría. De igual modo, el resultado significó un duro golpe para el PAN, en tanto que el PRD estuvo cerca de perder su registro.
Se configura así un nuevo mapa político a nivel nacional, caracterizado por el predominio del Morena y por un gran retroceso de los partidos del Pacto por México (PRI, PAN y PRD).
La derrota electoral de estos partidos profundiza la crisis que ya venían arrastrando, al perder una buena parte de sus prerrogativas y cotos de poder. Esto puede multiplicar las divisiones en su interior y la ruptura de sectores que se pasen con armas y bagajes al partido ganador.
Pero además habrá que ver qué repercusiones tiene la crisis del PRI en el control corporativo que mantenía este partido sobre los sindicatos de la CTM y si se pueden alentar en ellos el surgimiento de procesos de lucha y reorganización obrera que cuestionen al charrismo sindical y le exijan a los patrones mejores condiciones de trabajo, como los que se vieron en los últimos años en las maquiladoras del norte del país.
Así como también, hay que tener en cuenta las consecuencias que puede tener que haya quedado tan desdibujado el PRD, partido que durante años representó la principal mediación del régimen para contener “por izquierda” la movilización obrera y popular.
Con respecto a los trabajadores, destacó la alta votación que obtuvo el Morena en concentraciones obreras como Ciudad Juárez, en los municipios industriales del Estado de México y en sectores extendidos por todo el territorio nacional, como los maestros y los mineros. Hay que preguntarse si el resultado electoral, que la gran mayoría de los que salieron a votar considera como un triunfo, alienta la exigencia de que se restablezcan los derechos y se cumplan las principales demandas de los trabajadores y del pueblo, por largo tiempo postergadas.
Al frente del gobierno federal, de la Ciudad de México y de varias entidades más, con mayoría en el Congreso de la Unión, el Morena será el principal encargado de recomponer a las instituciones del descompuesto régimen político y de garantizar los negocios de las trasnacionales y los empresarios, al tiempo que debe responder a las expectativas y enormes aspiraciones de las masas que lo llevaron al poder.
Lo que resulta imposible sin afectar los intereses de aquellos o de éstas, en un contexto signado por la fragilidad de la economía internacional desde la crisis abierta en el 2008, con el imperialismo presionando para obtener mayores beneficios de su relación con México, como evidencia la renegociación en curso del Tratado de Libre Comercio.
¿Gobierno del pueblo?
Poco después de terminada la jornada electoral, los candidatos del PRI y el PAN reconocieron el triunfo de AMLO. Trump se comunicó con López Obrador y prometió que tendrá una buena relación con él, a lo que éste respondió afirmando que no peleará con Estados Unidos. Tanto la ONU como la OCDE manifestaron su disposición a colaborar con el nuevo presidente. Los empresarios también. Atrás quedó el discurso terrorista de que con AMLO, México se convertiría en una nueva Venezuela.
Ya se conformó el equipo de transición y se perfila el nuevo gabinete, que cuenta con una importante proporción de mujeres. Sin embargo, el acuerdo electoral del Morena con el derechista Partido Encuentro Social (PES) y el perfil conservador del propio AMLO, hace pensar que difícilmente se resolverán las demandas más sentidas por el movimiento de mujeres y de la diversidad sexual.
En la propuesta de gabinete se contemplan empresarios como Alfonso Romo, quien fungirá como coordinador de la Oficina de la Presidencia. También ex funcionarios priístas de perfil neoliberal, como Esteban Moctezuma, ex secretario de Gobernación de Ernesto Zedillo, que ocupará la Secretaría de Educación Pública. En Agricultura se propone a Víctor Villalobos, quien está vinculado a la empresa de transgénicos Monsanto. Entre estos, habrá también figuras “progresistas” como Olga Sánchez Cordero, ex ministra de la Suprema Corte de Justicia.
Es decir, se trata de un proyecto de gobierno que, si bien promete conducirse con “honestidad y austeridad”, marcando con ello su distancia de las administraciones anteriores, lejos está por su composición y su programa de representar los intereses de los trabajadores y del pueblo, la gran mayoría que votó por López Obrador.
Tan es así que en sus primeras declaraciones, Carlos Urzúa, postulado para la Secretaría de Hacienda, ya anunció una próxima reforma al sistema de pensiones y declaró, respecto a PEMEX, que deben reconsiderarse sus “costos laborales excesivos”, anticipando que con el nuevo gobierno también va a haber ataques contra los trabajadores.
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Los socialistas ante el próximo gobierno
Seguramente, la burocracia sindical "opositora" -que apoyó la candidatura de AMLO- y el partido en el poder tratarán de contener las aspiraciones obreras y populares con el discurso de que no se puede resolver todo de la noche a la mañana y que hay que darle tiempo al nuevo gobierno, mientras los charros profundizan su subordinación a éste.
Pero tarde o temprano dichas aspiraciones chocarán con los límites del moderado programa del próximo gobierno -centrado en atacar la corrupción y en medidas de corte asistencial- y su espíritu conciliador, expresado en la propuesta de “gobernar para ricos y pobres” así como en construir una relación de “respeto” con el gobierno del racista Donald Trump.
Para que esto no se convierta en decepción y escepticismo, como ocurrió con otros gobiernos “progresistas” latinoamericanos, permitiendo el retorno de los partidos neoliberales al poder, es necesario impulsar una política para luchar por las reivindicaciones obreras y populares, con independencia de los partidos patronales, las instituciones y el nuevo gobierno.
Para dar esa pelea, se hace indispensable poner en pie una organización obrera, socialista y revolucionaria, que se proponga enfrentar consecuentemente los planes de los empresarios y el imperialismo, para lograr una solución de fondo a las demandas de los trabajadores y del pueblo, que AMLO y el Morena no van a resolver.
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