El reciclaje no es una solución mágica para la basura. Se requieren cambios estructurales y sistemas adecuados de manejo de residuos para enfrentar el problema de manera efectiva.
Martes 16 de mayo de 2023
Caminar por las calles de una ciudad contemporánea se puede reducir a una sola imagen: basura donde quiera que veas. Botellas de plástico y unicel tapan las coladeras. Bolsas de basura se acumulan en las esquinas. Colillas de cigarros y tapas son el sustrato de las áreas verdes. Los cuerpos de agua tienen más plástico que animales o plantas. Vertederos siempre expandiéndose. A este problema se le ha intentado dar una solución que parece mágica: reciclaje. Lo único que se tiene que hacer es recoger la basura, separarla, ponerlas en botes y que luego se recicle. Se nos dice que, si cada persona reciclara, el problema de la basura sería una cosa del pasado. Sin embargo, esto no es más que una mentira de la industria del combustible fósil para pasar la responsabilidad de sus prácticas al consumidor.
El primer problema de esta solución es evidente. Incluso si se recoge toda la basura tirada en la calle y se separa, esto no significa que se recicle. La basura termina en vertederos y en los cuerpos de agua, sin importar cuánto le importe a la gente si no existen los sistemas y mecanismos adecuados para su manejo. Esta es la misma razón que todas las soluciones tecnológicas de crear barcos, o máquinas o drones, para limpiar cuerpos de agua son una bandita para un hueso roto. ¿Dónde termina toda esa basura que se recoge? En el mismo lugar que se limpió.
Los dilemas del reciclaje: contaminación, ineficiencia y desigualdad en la gestión de la basura
Otro dilema con el gran mito del reciclaje es que parte de la basura no puede ser reciclada. No importa que tan grande sea la voluntad y cuantas campañas haya, la manera en que se hacen ciertos materiales los vuelve imposibles de reciclar; dejando las opciones de tirarlos o quemarlos. Luego está el dilema de que el proceso de reciclaje es tan delicado que incluso si se intenta reciclar, no se puede porque la basura no está bien separada o no está limpia. Tampoco ayuda el hecho que la mayoría de las personas no conocen la diferencia entre las decenas de tipos de plástico de un sólo uso (cada uno con su forma específica de reciclaje), lo cual no es responsabilidad de las personas.
Hay otras razones por las cuales el reciclaje no es la solución que se nos dice que es al problema de la basura: económicamente es menos costoso producir más plástico que reciclar, esto es así porque el reciclaje es un proceso altamente contaminante, muchos productos reciclados no pueden volver a reciclarse, porque el plástico reciclado es más dañino que el nuevo, porque los países desarrollados utilizan el reciclaje como excusa para mandar su basura a otros países y que ellos se encarguen, entre otras razones.
¿A qué me refiero cuando digo que el reciclaje contamina? Muchas personas piensan que cuando se recicla una botella o un celular ya no tenemos que preocuparnos. El reciclaje parece tener un poder mágico: destruir y crear objetos, pero, lamentablemente, esto está fuera de la verdad. El proceso de reciclaje del plástico, por ejemplo, sea mecánico o químico produce grandes cantidades de micro plástico y toxinas que terminan contaminando el aire y agua de las áreas circundantes con instalaciones que generalmente se sitúan cerca de poblaciones pauperizadas y vulnerables. De igual manera, los plásticos reciclados tienden a contaminar más y ser más tóxicos que su versión nueva. El reciclaje de basura electrónica, especialmente para reciclar metales, causa contaminación de suelo de plomo y otros metales pesados. Y no podemos olvidar el gran consumo de agua que se requiere para limpiar y cumplir con los procesos de reciclaje.
"Rompiendo el mito del reciclaje: el papel de empresas, gobiernos y consumidores
Es necesario aclarar que la situación a la cual nos enfrentamos no es un problema que se pueda resolver individualmente. Las compañías han hecho su mejor esfuerzo, casi toda la publicidad y campañas en contra de la basura se enfocan en la responsabilidad que tiene el individuo, para depositar esta en el consumidor y no en las empresas. Entonces el discurso que se instala es que es culpa nuestra por no reciclar, por comprar botellas, por usar plástico de un sólo uso y no de la industria por producir plásticos de un sólo uso que no se pueden reciclar; aún menos de las compañías por usarlos para cada envoltura de cada mercancía. Sin embargo, el problema son las compañías que por su búsqueda de “cortar gastos” utilizan lo más barato posible, sin importar lo que pase después. Es culpa de los gobiernos capitalistas por aceptar sobornos (con el nombre de donaciones) y hacer la vista ciega a los problemas.
Esto no quiere decir que reciclar no valga la pena, el reciclaje sigue siendo fundamental para resolver nuestra lucha en contra de la basura y contaminación. Pero no es la solución mágica y no ataca las causas estructurales que son el origen de la situación en la que estamos. Tampoco quiere decir que no valga la pena limpiar la basura de las calles y cuerpos de agua. Es cierto que muchas veces volverá a terminar en el lugar de donde se recuperó; sin embargo, hacerlo como una medida para crear conciencia, nuevos hábitos y cuidado de nuestro ambiente es el primer paso.
Si el reciclaje no es la solución, ¿qué podemos hacer con la basura?
En primer lugar, sin olvidar el valor que tiene el reciclaje, es la construcción de sistemas de manejo de basura adecuados (seguros), que no prioricen lo que es más económico y conveniente. Forzar a las compañías utilizar materiales reutilizables (como el aluminio o vidrio) y dejar atrás la conveniencia y comodidad del plástico de un sólo uso.
En un ámbito personal, se pueden hacer campañas para concientizar sobre el reúso y reducción de lo que consumimos. Buscar primero reparar (especialmente cuando se trata de ropa y electrónicos) o reutilizar antes que tirar y reemplazar. Estas medidas individuales, aunque ayudan, por sí solas son insuficientes y mantienen el mito de que toda la responsabilidad recae en el consumidor. De igual manera, no se puede señalar y culpar a las personas que, por razones materiales, sea por falta de dinero o disponibilidad donde viven, no pueden realizar estas acciones. No importa cuantas campañas se hagan acerca de reciclar si no existen los mecanismos para hacerlo o que las personas sepan que es mejor no comprar plástico cuando las alternativas están fuera de su alcance económico.
El desafío de la basura: Más allá del reciclaje
Muchas veces se dice que los países nórdicos han logrado combatir la basura exitosamente; sin embargo, esto es cierto entre que ignoremos que gran parte de su éxito es por mover sus industrias más contaminantes y basura a otros países. Y, a pesar de que sus campañas de concientización de la población y regulación de compañías han hecho un excelente trabajo enfrentando el problema, son insuficientes tanto por el hecho que no consideran que no todo el mundo pueda tomar las medidas como que no buscan sanarlo (se trata la calentura, pero no la infección).
Todas estas medidas, aunque se pueden cumplir en teoría bajo una democracia capitalista, por la propia estructura de este sistema, no pueden ser realizadas en su necesaria completitud. La supuesta democracia en la cual vivimos no puede hacer nada ante los intereses del capital. Las legislaciones, como The New Green Deal en Estados Unidos, son frenadas y pervertidas hasta que desaparecen o son convertidas en una sombra de su versión original. Estas medidas solamente se pueden conseguir con una lucha y organización que busque crear una sociedad libre del capitalismo.
¿Por qué digo esto? Porque el sistema capitalista en el que vivimos prioriza la ganancia antes que cualquier otra cosa. Hasta que ese sistema deje de ser, no se puede escapar del problema de la basura. Las compañías siempre van a poner sus cuentas sobre el ambiente. No es económicamente viable crear un celular que te dure diez años. Es mejor, a través de obsolescencia programada y la seducción de lo nuevo, hacer que se compre anualmente. ¿Para qué crear ropa que dure, o promover el coser, cuando puedes hacer que la gente compre tu “fast fashion”? ¿Para qué permitir que la gente repare cuando ganas más logrando que la gente reemplace por el nuevo modelo? ¿Por qué cambiar el vidrio cuando el plástico es tan barato? Las compañías y los estados en su nómina no implementarán cualquier medida si eso afecta sus queridas ganancias. Tampoco se puede esperar que el “mercado” haga de los cambios necesarios algo rentable. O que “startups” y emprendedores junto a ONGs hagan proyectos para coser la herida sin primero sacar la bala.
Es por ello que los esfuerzos de activistas y grupos ambientalistas tienen que estar encaminados, no a pequeñas victorias y reformas, sino a golpear a las estructuras que perpetúan las ganancias de unos pocos sobre la naturaleza y la vida humana. Lo que verdaderamente se requiere son cambios radicales y estructurales que permitan responder a este dilema.