La propuesta de la CUP para las elecciones del 14F levanta críticas entre organizaciones de la izquierda anticapitalista. La CRT proponemos la conformación de un frente de independencia de clase para las autonómicas catalanas.

Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Jueves 5 de noviembre de 2020
Foto: Xavi Ariza - ID
La izquierda independentista está terminando de definir la propuesta política con la que concurrirán a las siguientes elecciones autonómicas catalanas. Varios meses de discusión interna, en los que participamos en calidad de observadores desde la CRT, e intercambios con otras organizaciones de la izquierda anticapitalista.
Como señalamos tras la presentación de los documentos base de la propuesta en las asambleas abiertas del llamado proceso “Nodes”, la CUP ha optado abiertamente por un proyecto orientado a recuperar la “unidad estratégica” del independentismo. Un retorno y profundización de la política de “mano extendida” hacia el procesismo, justo en el momento en el que tanto ERC como JxCat avanzan en una vuelta a la normalidad autonómica y están a la cabeza de una gestión pandémica y de la crisis social que vuelve a descargar todo el peso sobre la clase trabajadora y los sectores populares.
Esta línea ha venido además acompañada de una rebaja en el programa económico y social. Una apuesta por demandas ajustadas a “lo posible” dentro de los estrechos marcos legales que se aleja de toda perspectiva anticapitalista y que ha generado también críticas entre sectores de la izquierda independentista.
Críticas desde la izquierda anticapitalista
Durante todo este proceso, tanto desde la CRT, como desde otras organizaciones como Lluita Internacionalista (LI) o Socialismo y Libertad (SOL), hemos criticado esta deriva desde diferentes ángulos.
La CRT planteamos que los documentos presentados “suponen una reedición de la política de mano extendida hacia el procesismo. Pareciera como si la experiencia de 2017 no hubiese dejado profundas lecciones. Ni ERC ni JxCat son aliados posibles en la lucha por el derecho a decidir. No lo son porque en ningún caso están dispuestos a desarrollar la movilización social necesaria para imponerlo. Así actuaron asumiendo que el 1-O no se llevaría adelante, el 3-O tratando de diluir la huelga general en una “aturada de país” y en los días y semanas posteriores desactivando la movilización y desviándola a su república imaginaria del 27-O y la claudicación posterior”. A su vez “Este curso tiene su correlato en la formulación que hacen del programa económico y social. Aunque se conservan términos como ‘anticapitalista’, las propuestas concretas no pasan de la gestión del Estado capitalista –a nivel autonómico y municipal– con algunas reformas sociales”.
También los compañeros y compañeras de LI han criticado que “la orientación para el problema nacional se resume en repetir otro referéndum y abrir la puerta a entrar en el gobierno; mientras en el terreno social se plantea entre otras cosas, ‘repensar el capitalismo’” y han planteado que, desde su punto de vista, la “ampliación de la base” del independentismo “sólo se hará respondiendo a las necesidades de las trabajadoras y sectores populares, que la crisis de la Covid-19, sobrevenida a la crisis económica preexistente, han llevado a una situación dramática”. Algo que “no se puede hacer de la mano de un gobierno de JxCat o PdeCat / ERC que paga fortunas a la sanidad privada en plena pandemia, que privatiza -con el voto en contra del Parlamento- los rastreadores, o intenta profundizar la privatización de los servicios públicos con la fallida Ley Aragonés”.
Por su parte, desde SOL han cuestionado en un artículo publicado en su web que “la burguesía catalana no será consecuente hasta el final en el reclamo independentista, ya que hará prevalecer sus intereses de clase. La República Catalana será posible en un proceso encabezado por la clase trabajadora, con estudiantes, colectivos feministas, inmigrantes y otros sectores populares, movilizados, haciendo huelgas y construyendo sus propios organismos de poder”.
Otros grupos, como Corrent Roig, que salieron de la candidatura CUP-AE tras la decisión de apoyar la investidura de Puigdemont, no han intervenido en el debate ni publicado nada al respecto. Sin embargo, al menos discursivamente también vienen defendiendo la necesidad de poner en pie “una alternativa enraizada en la clase trabajadora y las clases populares, organizada desde la base, que se levante con sus propias reivindicaciones, de manera completamente independiente del juego de ERC y JxCat”, como sostenían en su declaración con motivo del tercer aniversario del 1-O.
¿Es posible una doble ruptura con la hoja de ruta de la CUP?
La propuesta electoral que presenta la CUP despliega abiertamente una estrategia que no es nueva. La vieja concepción etapista y de acuerdo nacional con los partidos de la burguesía y pequeñoburguesía independentista, adopta fórmulas explícitas que conllevan a una rebaja programática tanto en el terreno democrático como en el social.
Para la conquista de la república catalana, se apuesta de nuevo por la desobediencia institucional -desde la Generalitat y los Ayuntamientos- apoyada desde la movilización social. Se trata de una versión de la ya agotada hoja de ruta del procesismo, que dejó en rol subsidiario dicha movilización, reconduciéndola sin mucho esfuerzo cuando ésta amagó por desbordar. El objetivo, aunque se tilde de ruptura, es el de forzar al Estado a negociar y a la comunidad internacional -entendida como gobiernos extranjeros- a intervenir. Una versión a la catalana de otros procesos de paz tutelados por el imperialismo que apunta mucho más a la ilusión de ir “de la ley a la ley” que con cualquier proceso de ruptura con el Régimen del 78.
En este curso moderado la CUP no ha querido descartar ni siquiera la participación en un posible gobierno de coalición, como ya hacen en no pocos ayuntamientos. El programa económico se limita a medidas de control público, reformas fiscales y fortalecimiento del sector público.
Desde la CRT nunca hemos compartido la visión de otros grupos, como LI, que consideraban que el programa de la CUP representaba una suerte de doble ruptura, con el régimen y el capitalismo. Su subordinación a los partidos de la burguesía independentista la condenaba a la impotencia en lo democrático y volvía ilusorio cualquier lucha por una transformación socialista de la sociedad.
Sin embargo, el actual curso de la CUP hace que hoy algunos de estos grupos tampoco vean esta doble ruptura en la propuesta presentada. Como en el caso de LI para quienes “los documentos presentados para el debate interno no recogen esta doble ruptura, sino que plantean un paso atrás en los dos ámbitos”.
Desde el SOL por su parte, consideran que “no están atravesados por el eje de la ruptura unilateral, con las tareas necesarias para que la CUP sea hegemónica en un proceso de este tipo. La ‘unidad estratégica’ y la ‘ampliación de la base’ no se deben llevar a la práctica con las organizaciones que defienden en forma directa los intereses de la burguesía catalana, ni con los que actúan como su correa de transmisión”.
Aún así, tanto desde LI como desde el SOL se mantiene la puerta abierta a algún tipo de posible candidatura encabezada por la CUP. El SOL sigue emplazando a la CUP a que haga un llamamiento a un “frente de la izquierda radical, de independencia de clase”. LI ha propuesto por su parte 12 puntos como “base para debatir y volver a encontrarnos en los puntos de ruptura que nos han unido todos estos años”. Entre ellos está el de “una política de independencia de clase opuesta a la ERC y JxCat han venido reiteradamente aplicando”.
Diferentes emplazamientos que van en la línea opuesta a lo que la CUP está debatiendo y terminando de definir en estos días. Es necesario que estas críticas, que compartimos, rechacen consecuentemente la estrategia de “mano extendida” y “gestión de lo posible”, y, por tanto se propongan desarrollar una alternativa independiente a la estrategia reformista y de conciliación de clases de la CUP. Una estrategia que marcará su hora de ruta, por más que la adorne con discursos anticapitalistas o pueda llegar a aceptar formalmente tal o cual punto en un documento. Por ello la pregunta que se plantea a la izquierda anticapitalista catalana que no compartimos estas coordenadas es ¿ahora qué?
Quienes defendemos una posición de independencia de clase tenemos que dar un paso adelante
Desde la CRT venimos planteando al resto de organizaciones con las que coincidimos en las principales críticas al actual curso de la CUP y en la defensa de una perspectiva anticapitalista y de independencia de clase, que es el momento de dar pasos en construir una alternativa.
Las elecciones autonómicas catalanas del 14F estarán cruzadas por la disputa entre el intento de los sectores más “búnker” de reforzar sus posiciones y la nueva “restauración autonómica” auspiciada por el eje PSC y Comunes de la que el “procesismo” en sus diferentes variantes también es parte. La CUP, con la propuesta política planteada, se prepara para ser una posible muleta tanto de una posible mayoría independentista como de los agrupamientos “progresistas” que pueden promover Comunes y ERC.
Este panorama, agravado por la crisis sanitaria, económica y social, hace urgente que pueda empezar a emerger una alternativa: que pelee por un programa anticapitalista, que aborde la resolución de los grandes problemas sociales en base a afectar los intereses de los grandes capitalistas, y que ligue indisolublemente esto a la lucha contra el régimen y por el derecho a decidir de una forma totalmente independiente a los partidos del procesismo.
No dar pasos en esta dirección, comenzando por Catalunya aprovechando la coyuntura electoral, sería por otro lado dejar el camino libre para que vuelvan a emerger nuevos proyectos neorreformistas o de conciliación de clases que repitan el mismo camino. Esta es la línea de otros grupos como Anticapitalistas, que tras su salida de Podemos por el pacto de gobierno con el PSOE, siguen reivindicando la fundación de esta formación y la necesidad de volver a poner en pie un proyecto similar en base a un programa de reforma “de lo posible” desde las instituciones, como llevan adelante en Andalucía.
Somos organizaciones distintas, con importantes diferencias programáticas y estratégicas, pero consideramos que sería un error no tratar de avanzar en favor de que una alternativa de independencia de clase y con un programa transicional anticapitalista puedan ganar trascendencia entre los sectores que han hecho una experiencia tanto con el neorreformismo hoy en el gobierno como con la política de conciliación de clases de la CUP.
Seguir siendo parte de una candidatura definida en base a las coordenadas que plantea la CUP, aunque fuera con críticas correctas, seguiría alejando la posibilidad de que emerja otra izquierda que pueda representar a aquellos sectores críticos con las alternativas de izquierda reformista. Por otro lado, optar por rechazar acuerdos en aquello en lo que coincidimos no tendría a nuestro entender más justificación que una visión sectaria y al mismo tiempo abstencionista, al no dar una batalla consecuente con aquellas corrientes que están en una deriva de conciliación de clases en medio de una crisis sin precedentes.
Por eso insistimos en el llamamiento a los compañeros y compañeras de LI, SOL y otras organizaciones de la izquierda anticapitalista y revolucionaria, como Corrent Roig, así como a todas aquellas militantes y simpatizantes de la izquierda independentista que no comparten este retorno a la “mano extendida” a la juventud y las y los trabajadores que hoy están en las calles reivindicando sus derechos y rechazan recorrer cualquier camino con los ejecutores de los ajustes y recortes de los últimos años, a empezar a discutir y trabajar para poner en pie un frente de la izquierda que defienda una alternativa de independencia de clase y anticapitalista en las elecciones catalanas de 2021.

Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.