La definición del Papa se dio a conocer en un documental. Una decisión que copó los portales del mundo. La Iglesia intenta evitar la sangría de fieles en todo el mundo y busca separarse de los escándalos de abusos y corrupción para represtigiarse. Se prepara para volver a cumplir su histórico papel como garante de la “paz social”, cuando ya no se aguanten más las consecuencias de la crisis internacional.
Pablo Herón @PhabloHeron
Jueves 22 de octubre de 2020 18:07
El miércoles el Festival de Cine de Roma resonó en los portales y diarios gracias al documental “Francesco” donde el Sumo Pontífice aborda su visión sobre diversos problemas sociales. Lo destacado de la obra del director ruso Evgeny Afineevsky en los medios internacionales fue el apoyo del Papa hacia una ley de convivencia civil para homosexuales.
"Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil, tienen derecho a estar cubiertos legalmente. Yo defendí eso" fueron las palabras exactas de Francisco. Previamente había afirmado que “las personas homosexuales tienen derecho a estar en una familia, son hijos de Dios. No se puede echar de una familia a nadie, ni hacerle la vida imposible por eso".
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Si bien los grandes medios lo vendieron como un cambio radical en la postura del Vaticano, lo cierto es que la Iglesia nunca hizo de la oposición a la unión civil, su bandera de lucha. Más bien su principal preocupación siempre fue la defensa del matrimonio como institución que legitima la unión entre un hombre y una mujer con el fin de la procreación. Recordemos que Bergoglio es ni más ni menos quien en 2010 llamó a una “guerra de Dios” en vísperas de la votación de la ley del matrimonio igualitario en Argentina. La declaración del Papa Francisco es un gesto presentado como un gran cambio que no modifica en absoluto su doctrina, que mantiene la discriminación hacia las personas LGBTI. Si cabe una pregunta es ¿por qué realiza estos gestos?
Un mundo y una Iglesia en crisis
La Iglesia enfrenta como institución una situación de crisis económica mundial en la cual pretende seguir cumpliendo su papel histórico: contener las luchas sociales que emergen cuando las crisis capitalistas aumentan las penurias del pueblo trabajador. Sin embargo, para cumplir ese rol llega con una gran debilidad que Bergoglio se propuso contrarrestar desde su asunción como jefe del Vaticano.
La institución viene sufriendo el distanciamiento cada vez mayor de sus fieles por los escándalos de abusos de menores y encubrimiento que se contraponen con los valores que pregona, y a su vez los casos de corrupción que llegaron a involucrar al propio banco del Vaticano (IOR), que según su último relevo acumula un patrimonio de 4 mil millones de euros.
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En el país de origen del Papa las cifras de fidelización hablan por sí mismas, según la “Segunda Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina” realizada por científicos del Conicet, desde el 2008 al 2019 los católicos creyentes pasaron a ser del 76,5 % al 62,9 % en contraposición al crecimiento de agnósticos, ateos y adeptos al evangelismo. En septiembre de 2019 la Conferencia Episcopal Argentina encargó una encuesta que dio como resultado que un 59% de personas opina que económicamente la institución debería ser sostenida por el Vaticano, mientras tan solo un 17% aceptaría financiamiento estatal.
La ONU estima que tras el impacto de la pandemia y la crisis económica, podrían haber 45 millones de nuevos pobres en todo América Latina y el Caribe. A raíz de esta situación crítica, la Iglesia vuelve a escena como un actor político privilegiado, sentada con sus representantes en los “comité de crisis” junto a los gobiernos que garantizan el hambre y la represión y, por otro lado, con una pata en los movimientos sociales.
La profundidad de la crisis anticipa futuros estallidos sociales, donde sectores de masas buscarán resolver sus grandes problemas con sus propias manos y organización. Para evitar que esto mismo ocurra la Iglesia siempre ha actuado como fiel aliada del orden capitalista y esa es la razón por la cual Jorge Bergoglio busca represtigiar la institución que dirige ante la sociedad, realizando gestos como en esta ocasión sin modificar un ápice de su doctrina.
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Pablo Herón
Columnista de la sección Género y Sexualidades de La Izquierda Diario.