A medida que vamos conociendo las medidas en universidades, todo parece apuntar a que el Ministro Castells aprovechará la situación para avanzar con su modelo de universidad neoliberal, financiada por empresas privadas y en la que los estudiantes tendremos aún menos voz.
Lunes 14 de septiembre de 2020
Con la llegada de Septiembre y la falta de información sobre qué protocolos se aplicarán para el regreso a las aulas se respira entre la juventud universitaria incertidumbre y desconfianza hacia las instituciones. Sin embargo, a medida que vamos conociendo las medidas en universidades, todo parece apuntar a que el Ministro Castells aprovechará la situación para avanzar con su modelo de universidad neoliberal, financiada por empresas privadas y en la que los estudiantes tendremos aún menos voz.
Es claro el sentimiento generalizado de incertidumbre, desconcierto o caos por parte de los estudiantes sobre la vuelta a las aulas. Este sentimiento se hace aún más presente en las Universidades, en gran parte por la desaparición del Ministro de Universidades, Manuel Castells.
El estudiantado universitario hemos estado sin saber nada de cómo se resolverá el curso 2021-2022 hasta la primera semana de Septiembre, lo que ha traído dificultades a estudiantes que cursan lejos de su casa o que tienen que complementar sus estudios con un trabajo precario para poder pagar las elevadas tasas.
En una entrevista reciente para el podcast Carne Cruda, el ministro llegó a pedir a los estudiantes “flexibilidad personal, psicológica, saber adaptarse, siempre con la comunicación y participación de toda la comunidad universitaria”. Y también afirmó la importancia de que “los estudiantes estén informados y puedan opinar”.
Efectivamente, “flexibilidad” personal, psicológica y de todo tipo es la que se nos exige a los y las estudiantes para adaptarnos a los problemas que padecemos como tener que pagar el alquiler, costearnos la carrera, buscar espacios de estudio, afrontar los ERTEs de nuestros padres, familiares enfermos… Problemas que la universidad no tiene en cuenta. Porque todos sabemos que ni de lejos se ha tenido comunicación con toda la comunidad universitaria, especialmente con el estudiantado, ni muchísimo menos hemos estado informados ni tenemos vías realmente efectivas para opinar. O bien el ministro lo sabe y lo avala, o bien lo ignora. Dada la trayectoria académica de Castells, más bien parece que le da exactamente igual.
Este problema de falta de transparencia en las universidades y la casi inexistente democracia interna, solo se ha hecho más palpable con el covid-19, utilizando los órganos de representación estudiantil, que no representan a nadie, para revestir sus decisiones unilaterales con una forma de “acuerdo”. No obstante, esta falta de democracia en los órganos de decisión y gestión de la universidad que cuentan con una estructura medieval de votos ponderados según la categoría a la que pertenezcas, es una realidad desde hace ya bastante tiempo y que la propia estructura universitaria garantiza. Igual que garantiza la presencia de los intereses empresariales en los órganos más altos de gestión universitaria, como es la presencia de grandes empresarios en el Consejo Social de las universidades públicas, donde se supervisan las actividades educativas o se aprueba el presupuesto, nada menos.
Precisamente por esto, no podemos entender cómo el ministro Castells sugiere, como dijo en la citada entrevista, que la entrada de empresas en las instituciones universitarias es deseable y compatible con la autonomía universitaria. Alguien con la experiencia académica del señor Castells, sabe de sobra el control que ejercen las empresas sobre las universidades, es increíble que sea capaz de afirmar eso sin que se le caiga la cara de vergüenza.
Pero es que además, durante la pandemia ha quedado aún más claro que las empresas solo buscan maximizar sus ganancias. ¿De verdad se cree que los fondos privados van a llegar sin condiciones? ¿Dinero invertido por parte de las mismas empresas que durante la crisis sanitaria han enviado a trabajar a miles y miles de personas sin condiciones de seguridad en una situación sanitaria de crisis? Es inconcebible que vayan a destinar fondos a universidades sin buscar beneficios.
Y es que este es el modelo de universidad que defiende el ministro de Unidas Podemos. Una universidad neoliberal, reivindicando continuamente el ejemplo de Berkeley, en la cual el precio medio de la matrícula en un curso es de 43.232 dólares. Como se puede intuir, hace que sea casi inaccesible para la clase trabajadora y los sectores populares. Pero esta visión no ha aparecido de la nada, sino que antes de formar parte del gobierno, Castells ya tenía artículos en los que defendía el modelo neoliberal para la universidad y el Plan Bolonia al que se opuso el movimiento estudiantil y que expulsó a miles de estudiantes de las aulas.
Por otra parte, su propuesta de bajada de tasas de la que tanto le gusta hablar no es más que el establecimiento de un precio límite máximo (18,46 € por crédito) en los próximos años para volver a los precios de antes de la subida. Medida que se queda muy escasa, pues el precio de una matrícula media seguiría siendo excesivo (un curso de 6o créditos serían 1107€). Si para 2011 ya era un coste desorbitado, ahora en una situación de crisis donde existe un gran desempleo juvenil, resulta todavía más insuficiente.
La universidad debería ser siempre totalmente gratuita, pero, desde luego, una medida de emergencia ante esta crisis debería ser la eliminación total de las tasas para que ningún estudiante se quede fuera. Pero no sólo ni se plantea el señor ministro la eliminación de las tasas, sino que todas estas escasas medidas que se proponen, como la rebaja de tasas, están supeditadas a la situación económica del momento y no van a llegar de inmediato. Así, Castells mantiene un modelo de universidad cada vez más inaccesible para la clase trabajadora y los sectores populares, mientras demuestra que no va a cuestionar el “equilibrio presupuestario” firmado por Unidas Podemos en el preacuerdo de gobierno, ese que prioriza salvar a las empresas antes que a las familias o a la educación y sanidad pública.
No sorprende que Castells aplauda la gestión del Gobierno de UP y PSOE y halague el “escudo social”. Si defiende que las empresas saquen el máximo rédito a través de la mercantilización de la educación superior, es lógico que avale la medida de los ERTEs, medida que durante toda la pandemia le ha servido a las multinacionales que obtienen enormes beneficios para no tener que pagar a sus miles de trabajadores, los mismos que expone a ser contagiados por la falta de material de protección y medidas de seguridad. Ese gran “escudo social” ha protegido mejor los beneficios de las empresas que la salud de los trabajadores.
Frente al modelo universidad-empresa que defiende Castells, resulta necesario pelear por una universidad distinta. El ministro dice que las universidades deben preguntar a los estudiantes, pero en sus artículos tacha de demagógica la elección de los rectores por parte de estudiantes y personal para defender que estos deberían ser nombrados por “patronatos de personalidades independientes nombrados por quienes aportan los recursos”. Es decir, según su modelo de apuesta por la financiación privada, las empresas deberían elegir a los rectores.
Para que realmente los y las estudiantes podamos hacer escuchar nuestra voz y tomar decisiones debemos organizarnos. Para ello, debemos formar asambleas masivas en nuestras facultades, donde participen estudiantes, trabajadores de la universidad y profesorado para discutir qué medidas tomar ante la pandemia. Todo ello con las medidas de seguridad necesarias y los recursos tecnológicos disponibles. Es urgente poner en pie un movimiento estudiantil de base para combatir todos los avances del neoliberalismo en la universidad que propone Castells.
Ante la falta de recursos de las universidades, la solución no pasa por abrir las puertas a las empresas ni por esperar que la situación económica mejore para dar algo de migajas a la educación. Desde estas asambleas de estudiantes junto a trabajadores y profesorado, debemos pelear por un plan de impuestos a las grandes fortunas que permita sufragar la educación, así como otros sectores esenciales y medidas de urgencia. Pelear por una universidad gratuita, para la clase trabajadora y los sectores populares radicalmente democrática. No queremos una universidad títere de los intereses de los grandes capitalistas, sino una totalmente gestionada por el personal y estudiantado al servicio de las necesidades de la sociedad.
Pablo Castilla, estudiante en la UPF y militante de Contracorrent Barcelona.
Raúl, estudiante en la UAM, representante estudiantil de Revoluciona UAM y militante de Contracorriente Madrid.