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Red Internacional
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CORONAVIRUS Y REPRESIÓN. Que no se naturalice: ¿gendarmes y policías de gatillo fácil van a “cuidarte” de la pandemia?

El pueblo trabajador enfrenta la pandemia y la insensible prepotencia patronal. Mientras, en ciudades y barrios ya hay patrullas amedrentando a grupos de vecinos y jóvenes. ¿Los especialistas en el crimen organizado al frente del “cuidado” de la sociedad?

Gloria Pagés

Gloria Pagés @Gloria_Pages

Jueves 19 de marzo de 2020 12:56

Fotos Ministerio de Seguridad

En el marco de la decisión oficial de tomar prácticamente todas las medidas relacionadas al coronavirus por decreto y resoluciones del Poder Ejecutivo, utilizando el Congreso solo para convalidar, eventualmente, las decisiones de la Casa Rosada, ya comenzaron a manifestarse algunos de los aspectos más represivos y regresivos del accionar estatal.

Peor aún, hasta el momento no hubo ningún decreto o resolución del Gobierno ni del Ministerio de Seguridad de la Nación al respecto, sin embargo desde hace días decenas de ciudades y barrios del país están viviendo virtuales militarizaciones. Móviles de Gendarmería, Prefectura, Policía Federal y de las policías provinciales patrullan las calles lanzando mensajes amenazadores por altavoz.

El mensaje es calcado en todos lados: “Vecinos y vecinas, en el marco de la emergencia sanitaria decretada por el gobierno nacional, el Ministerio de Seguridad de la Nación informa que para prevenir la propagación del coronavirus se deberán respetar las medidas de distanciamiento social, evitando aglomeraciones de personas y limitando la circulación. Recordá que cuidarse es cuidar a todos”.

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Las fuerzas de seguridad nos “cuidan”, dicen. Difícil creerlo cuando en verdad lo que están haciendo es militarizar las calles. Las imágenes y videos que se han difundido por redes sociales, en vez de tranquilizar, generan un clima de terror.

Muchos días antes de que alguna norma emanada desde el Poder Ejecutivo nacional disponga la prohibición de circular, caminar, ir a comprar víveres o trasladarse a la casa de familiares o amigos, patrulleros amedrentan gritando que respetes el “distanciamiento social”.

¿Qué función tienen estos patrullajes cuando lo obligatorio es mantener la cuarentena a aquellos que les corresponda y no reunir a más de 200 personas? ¿Por qué las fuerzas de seguridad generan miedo en calles donde no se ve a más que un puñado de pocas personas caminando?

Parece que el único objetivo de estas acciones es engendrar temor e imponer un férreo control social, apoyándose en medidas excepcionales por parte del Gobierno. No son más que medidas preparatorias hacia otras más duras y represivas contra la población trabajadora. Más aún contra manifestaciones o protestas populares por las nefastas consecuencias de la crisis que la pandemia profundiza exponencialmente. Se busca naturalizar que policías y gendarmes especializados en el gatillo fácil, el gerenciamiento del crimen organizado (narcotráfico, trata de personas, desarmaderos, etc.) son capaces de “cuidarnos” y aconsejarnos cómo estar a salvo de la pandemia.

Además, huelga decirlo, eso se traduce en aumentos presupuestarios para esas fuerzas represivas estatales, para sus “horas extras”, sus patrulleros, sus armas y el resto de insumos que necesitan para sus acciones.

Mientras tanto, en hospitales, centros de salud y hasta en el Instituto Malbrán sale a la luz la decadencia estructural y presupuestaria que lleva décadas, que el macrismo profundizó y que el Frente de Todos, con el objetivo de pagar la deuda externa, mantiene sin mayores contradicciones y aplica frente a la crisis un aumento a todas luces insuficiente de partidas para el área de salud. Peor aún, las trabajadoras y los trabajadores de la salud están precarizados y no hay ningún anuncio que dispongan que les van aumentar el salario por trabajo de riesgo que están realizando.

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Hasta el momento, el Ministerio de Seguridad creó un “Comando Unificado” en el que se enmarca la flamante Línea 134, para recibir denuncias sobre gente que presuntamente haya violado la cuarentena obligatoria. Según ha señalado la ministra Sabina Frederic, las fuerzas federales, luego de recibir la denuncia, comprueban la veracidad y, de ser necesario, obligan a la persona a permanecer en su casa y eventualmente es procesada de acuerdo al Código Penal.

Si esta medida ya tenía un costado punitivo, lo que ha sucedido estos últimos días agrava la situación. A los retenes de Gendarmería en las rutas del país para impedir la circulación durante el fin de semana largo, aunque aclaró Frederic que “por el momento” no es delito circular por las rutas, se agrega esta modalidad de patrullajes policiales.

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En un país con un larguísimo historial de represión policial, de crímenes de Estado, de torturas, muertes y desapariciones, es grave que la crisis la pretendan “resolver” con la saturación de fuerzas represivas. Hay sobradas muestras en la historia reciente de nuestro país de que eso solo puede devenir en más persecución y represión.

El Gobierno aprovecha la pandemia para reforzar el control social generando la sensación de pánico propicia para este tipo de acciones y naturalizando la virtual militarización de las calles de todo el país. Las tristísimas imágenes que vemos de Italia, Francia, el Estado Español con sus calles militarizadas son un espejo en el que no queremos mirarnos.

Y como si fuera poco, en el marco de un sistema de transporte público decadente y sobresaturado, las medidas que se tomaron para sostener el “distanciamiento social” en trenes, subtes y colectivos solo generan largas filas en las estaciones, porque los medios de transporte no se detienen en muchas estaciones y solo se puede viajar sentado. Una resolución demagógica (y violenta) en el marco de que el 40 % de la clase trabajadora se encuentra en la precariedad y debe, aunque no quiera y corra peligro de contagiarse, ir a trabajar.

Cuando Alberto Fernández dice “que salgan los que tienen que cuidar la salud de los otros, los que tienen que producir alimentos para que los otros tengan, los que tengan que generar remedios para que todos estemos sanos”, omite de su relato a ese 40 % que hace changas, pedalea todo el día en sus bicicletas, pasa doce horas en un supermercado, en un taller, en una imprenta, vende ropa, atiende un kiosco y un millón de etcéteras. Y ninguno de los grandes medios de comunicación se lo recuerda.

Por eso es que pueden resultar altisonantes las medidas represivas, celulares patrullando calles con gendarmes y policías vociferando que te están cuidando, pero son una simplificación pasmosa frente a la crisis de la que venimos y la gravedad de la que está en curso, tanto sanitaria como económica.

¿Qué medidas se han tomado hacia los bancos, los que “se la fugaron toda”, las mineras, las energéticas, los grandes especuladores de precios? ¿Qué “patrullaje” o línea telefónica hay para denunciar a los patrones que obligan a sus trabajadores y trabajadoras que son población de riesgo a ir a trabajar, o hacia los dueños call centers que son verdaderos centros de hacinamiento? ¿Qué medida tomó el gobierno ante el reclamo de los trabajadores aeronáuticos¿Qué medidas hacia los trabajadores de la salud para protegerlos de contagios, para brindar todos los insumos necesarios para estar preparados para el agudizamiento de la pandemia? Ninguna.

Mientras las grandes empresas periodísticas, oficialistas y opositoras, replican una y otra vez cómo se detuvo a una persona que violó la cuarentena, ni una palabra sobre estos ejemplos que describimos, mucho más graves frente al peligro de contagio. Tampoco, por supuesto, ni un comentario sobre las protestas de empleadas y empleados de los shoppings de todo el país, ni la denuncia de obreros y obreras de La Virginia o los recolectores de Jujuy.

Países como Francia, Italia, el Estado Español, China y ahora Chile, declaran estados de excepción y despliegan fuerzas de seguridad y armadas generando más temor entre la población. Las imágenes son desoladoras. Hombres armados en calles desiertas, golpeando y amenazando los pocos que asoman la nariz generan también una bronca en ebullición entre los trabajadores y la juventud más precarizada.

Esa bronca puede convertirse en lucha contra un Estado policíaco que no resuelve ninguno de los problemas estructurales que salen al desnudo frente al panorama desolador de la pandemia, a lucha contra este sistema aberrante que nos empuja a la muerte, la misera y el miedo.