Guaidó regresó en medio de nuevas amenazas de los EE.UU. y anunció un paro de la administración pública. Ángel Arias, quien es parte de los trabajadores del sector público que han venido luchando, y militante de la LTS, plantea en este artículo por qué oponerse a ese llamado.
Viernes 8 de marzo de 2019 21:32
El martes 5 de marzo Juan Guaidó anunció la convocatoria a un “paro” de trabajadores de la administración pública, luego de una reunión que sostuvo con varios dirigentes sindicales. Como parte de los trabajadores que protagonizamos la oleada de luchas del segundo semestre del año pasado, y que seguimos buscando vías para poner en pie la fuerza de la clase obrera, afirmamos que ese llamado no tiene nada que ver con los objetivos propios del movimiento obrero. Es lo que queremos exponer brevemente en esta nota, hacia los compañeros con quienes hemos compartido la lucha, y en general hacia el conjunto de trabajadores del país.
Por supuesto que los trabajadores del sector público necesitamos grandes acciones de lucha por nuestros derechos, claro que necesitamos acciones contundentes para derrotar la política antiobrera del gobierno de Maduro, que ha incluido prácticamente suprimir las contrataciones colectivas. Sin embargo, esta convocatoria la hacen quienes proponen un plan económico que implica despidos masivos en la administración pública, y que lo que busca hoy es usar el descontento de clase obrera como una maniobra más de la política golpista e intervencionista de Juan Guaidó, de la mano del gobierno estadounidense.
Decimos golpista porque hay que llamar a las cosas por su nombre. Ya sabemos que el gobierno de Maduro se sostiene sobre la base de la proscripción de adversarios políticos, mecanismos de chantaje, represión y con un poder cada vez más en manos de las FF.AA., pero eso de ningún modo nos puede impedir ver que lo de la AN y Guaidó es un intento directamente golpista, con el agravante de que se apoya fundamentalmente en las agresiones y amenazas de la principal potencia militar del mundo. Tan así que en esa misma rueda de prensa Guaidó ratificó que buscan un “golpe militar”.
En un evidente intento por consolar las expectativas frustradas de su base social que aspiraba el 23-F alguna intervención militar extranjera para derrocar a Maduro, expectativas generadas por el propio Guaidó, se justificó planteando que eso “no es así tan sencillo como pedir un par de pizzas y a la media hora llegan”. Sin embargo, dijo, eso no anula la idea una salida de fuerza, “una salida de fuerza no es solo una intervención extranjera, también puede ser un golpe militar interno”, señaló sin sonrojarse este cándido demócrata, “echándole tipex” después diciendo “pero nosotros le hemos dicho a las Fuerzas Armadas que no queremos un golpe sino que se pongan del lado de la Constitución, queremos cooperación militar”. ¿Y en qué consistiría la “cooperación militar” sino en forzar la caída de Maduro?
Lo que expresa un golpismo de doble moral para el cual los militares son malos si sostienen a Maduro, pero son buenos si le dan un golpe para que se monte Guaidó. Lo que es coherente con la “Ley de Amnistía” que ofrece impunidad a todos los funcionarios armados que contribuyan a derrocar a Maduro. Todo muestra que los EE.UU., la Asamblea Nacional y Guaidó quieren una “transición” arbitrada y tutelada por estas mismas Fuerzas Armadas corruptas y represoras.
De hecho, cualquiera que no se niegue a ver la realidad puede darse cuenta que toda la movida actual está siendo dirigida desde los Estados Unidos. Planificaron la autoproclamación luego de la cual siguieron las agresiones contra el país: confiscación de dineros de la venta de petróleo y de reservas en oro en el exterior, así como las constantes amenazas de una acción militar, para forzar la caída de Maduro. ¡Y después hay quienes dicen que hablar de imperialismo es cosa del pasado!
Y es para llevar a los trabajadores tras esta política golpista impulsada desde el imperialismo norteamericano que se prestan las burocracias sindicales que se reunieron con Guaidó. Desde la CTV, partícipe del golpe de abril de 2002 (que intentó instaurar una dictadura encabezada por el jefe de los empresarios, Carmona) y del paro patronal de dos meses, hasta muchos de los referentes de la Intersectorial (ITV), pasando por el Fadess y la central “independiente” Asis.
Entonces, si bien es lógico que haya rabia e impotencia entre muchos compañeros y compañeras por ver cómo el gobierno de Maduro pisoteó nuestros derechos y que las luchas que dimos no fueron capaces de parar esa arremetida, eso no nos puede llevar a arrojarnos a los brazos de cualquier político patronal que aparezca haciendo demagogia con nuestras necesidades, para conducirnos a ser una pieza de la ofensiva intervencionista.
¿Por qué los trabajadores vamos a ser parte del plan de un sujeto como Donald Trump, reconocido racista, que denosta de las mujeres y sus derechos, que tiene como centro de su política atacar a los trabajadores inmigrantes latinoamericanos, que se opone a derechos básicos de los trabajadores de su propio país como la salud y la educación? ¿Por qué vamos a permitir ser usados para los objetivos de una potencia que se cree policía del mundo, que apoyó cualquier cantidad de dictaduras militares en América Latina, cuyo único interés en Venezuela son los negocios de sus empresas con nuestros recursos y que el país su subordine a la política estadounidense?
Claro que, como hemos dicho, los trabajadores tenemos derecho a sacarnos de encima este y cualquier otro gobierno, pero en las condiciones concretas de hoy Maduro está siendo acorralado por una ofensiva imperialista, de salir derrotado ahora estaría cayendo por la asfixia económica y/o el golpismo aupado por los EE.UU., en lo que la acción de los trabajadores no sería sino apenas un componente más de esa ofensiva. Una victoria de esta política imperialista sería una derrota no solo del gobierno Maduro sino también del conjunto del pueblo venezolano, porque triunfaría el poder del imperialismo gringo de imponer en nuestros países gobiernos títeres que pongan la economía y sus recursos en función de las necesidades de las corporaciones estadounidenses, se impondría por la fuerza un proyecto que busca (con el “Plan País”) rematar el país y supeditar toda la economía a las necesidades empresariales.
Sería una derrota también para los trabajadores del resto de América Latina, porque se fortalecerían los gobiernos que, apoyados por los EE.UU., vienen implementando ataques a los derechos laborales, recortes a la educación pública y represión, como Macri, Duque o Bolsonaro.
Por eso una tarea clave del momento es oponernos con firmeza a esta arremetida, sin que eso implique ningún apoyo político al gobierno, organizados y movilizados de manera independiente.
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Más aún, mal podríamos los trabajadores que enfrentamos la política antiobrera de Maduro ir detrás del “Plan País” que persigue: “reducir el Estado”, lo que es sinónimo de supresión de organismos y despidos masivos en la administración pública; más endeudamiento externo, lo que implica que al igual que con Maduro se priorizarán recursos para los pagos de deuda externa y no las necesidades de los trabajadores y el pueblo; sobre el salario no plantea ni siquiera la demanda elemental que hemos estado peleando de un salario igual a la canasta básica familiar; propone liberación total de precios, ¡más de la que en los hechos ya existe actualmente y nos golpea sin piedad!; privatización de empresas y servicios públicos, lo que implica con seguridad despidos en esas empresas y fuertes aumentos de los servicios para garantizar la ganancia empresarial; aumentos de impuestos al pueblo, ¡como si no nos bastara el peso del actual IVA!
¿Qué tenemos que buscar los trabajadores con semejante plan? ¡Eso es un plan a la medida de las necesidades del capital internacional y los empresarios privados, no de las necesidades de los trabajadores y los sectores populares! ¿Vamos a servir de peones para que el golpe militar que no pudieron lograr Trump y Guaidó con el operativo del 23-F lo logren con base al malestar de los trabajadores? ¿Vamos a poner nuestras luchas al servicio de que triunfe un proyecto que quiere despidos en la administración pública y las empresas del Estado, liberar más los precios, endeudar más al país, aumentarnos impuestos y servicios públicos? ¿Le vamos a servir de trampolín a quien quiere reprimirnos cuando luchemos, porque no quiere desmantelar sino gobernar con el mismo aparato represivo?
Preguntémonos incluso, ¿por qué Guaidó solo habla de los derechos laborales violentados en el Estado pero no dice absolutamente nada contra los patronos privados? ¿Por qué no habla contra los empresarios que se enriquecen a costillas de la explotación de sus trabajadores, que pagan una de las manos de obra más baratos del mundo y aún así se quejan cuando hay aumentos de salario, que violan una y otra vez los derechos laborales, que hacen despidos masivos o declaran quiebra para preservas sus activos mientras dejan en la calle a miles de padres y madres de familia? No lo hace porque él representa los intereses empresariales, por eso es pura demagogia lo que hace con los trabajadores del sector público, solo porque le sirve para enfrentar al gobierno.
Por todo lo anterior afirmamos que la convocatoria de Guaidó es a un paro político con un objetivo y un programa reaccionario, es llevar a los trabajadores a ser partícipes de una política totalmente patronal y proimperialista, ajena a nuestros intereses, y debemos rechazar ser usados para semejante acción. Una política que es de hecho la que impulsan los sectores que terminaron hegemonizando la Intersectorial de Trabajadores de Venezuela (ITV). La acción de los dirigentes sindicales que responden a los partidos de la oposición de derecha, y el desespero de otros dirigentes o luchadores que han recibido los golpes del gobierno, llevó a que el último plenario de este espacio se decantara por una orientación de “paros y huelgas para que caiga Maduro… y suba Guaidó”. Su participación en esa reunión y rueda de prensa de Guaidó es la continuación lógica de la orientación que resolvieron en ese plenario.
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Por supuesto, esta posición que sostenemos no tiene nada que ver con la de la burocracia sindical del gobierno, que sale ahorita a oponerse a ese llamado pero cuyas razones son la defensa del gobierno y su nefasta política contra los trabajadores. Los sindicalistas del PSUV y la CBST no solo están en contra del paro de Guaidó sino ¡contra cualquier paro de trabajadores que sea realmente de lucha obrera! Lo de ellos es frenar las luchas de los trabajadores y defender al gobierno.
La percepción de que por nuestras propias fuerzas no hemos podido lograr nada ante un poder obtuso y represivo, que no dialoga nada con los trabajadores e impone su voluntad a como dé lugar, no puede llevarnos a ir a la cola de la política de Trump y Guaidó. Todo lo contrario, la catastrófica crisis nacional que padecemos amerita una salida propia de los trabajadores, que no es ni la política del gobierno, que es seguir como estamos, ni el plan de los EE.UU. y la AN, que es la semicolonización del país y la imposición de los intereses patronales y empresariales como razón suprema.
Necesitamos contraponer la movilización por programa de emergencia obrero y popular, que contemple nuestras demandas, como el salario igual a la canasta básica indexado al inflación, el respeto íntegro a los contratos, control obrero y popular del abastecimiento y los precios (no el “control” del gobierno y los militares), la libertad plena de los trabajadores presos o enjuiciados por luchar, etc., y que dé respuesta a nuestras necesidades atacando las causas de la misma: una deuda externa que se lleva los recursos que necesitamos, la fuga de capitales que arruinó al país, una industria petrolera en manos de las transnacionales y una burocracia “cívico-militar” corrupta.
Consideramos que en esta perspectiva debemos pensar responder a la situación y a las dificultades que hemos tenido para defender nuestros derechos. No entregarnos a los planes de otros que se presentan como “amigos” de nuestra clase, sino la necesidad de prepararnos con más y mejor organización, con mayor protagonismo de las bases, desplazando a las direcciones sindicales patronales y vendidas, con más unidad y coordinación entre los diferentes sectores en lucha, entre el sector público y el privado.
Las luchas por nuestros derechos las tenemos que seguir dando, desarrollando nuestros métodos de lucha que incluyen las asambleas, comités, movilizaciones y, por supuesto, también paros y huelgas, pero organizados desde los propios trabajadores y con nuestra propia agenda.
Ángel Arias
Sociólogo venezolano, nacido en 1983, ex dirigente estudiantil de la UCV, militante de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) y columnista de La Izquierda Diario Venezuela.