Entre los desarrolladores de software existe un importante movimiento contra las patentes que condicionan la producción de tecnología. En este artículo intentaremos dar un panorama de la importancia de la industria del software en la actualidad y aportar algunos elementos a debates que existen entre los defensores de software libre contra el sistema de patentes.
La industria del software es una de las más importantes en la actualidad. Su producción, que consiste principalmente en el desarrollo de programas de computación y aplicaciones, es uno de los eslabones centrales de la economía mundial. Basta con ver el ranking de las 10 empresas más grandes del mundo para comprender la relevancia de la industria tecnológica. De estas empresas, 7 están vinculadas al desarrollo de software de manera directa o indirecta: Microsoft, Amazon, Alphabet (Google), Tencent, Facebook y Alibaba, mientras que en el número 1 se encuentra Apple, que desarrolla principalmente hardware -componentes físicos de la informática- pero también software propio. Según estudios del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, este país tiene una de las industrias de servicios de software y tecnología de la información (TI) más avanzadas del mundo. Más del 40 por ciento del mercado mundial de TI de 5 billones de dólares se encuentra en América del Norte. La industria representa $1.8 billones del PIB de valor agregado de Estados Unidos (más del 10 por ciento de la economía nacional) y 11.8 millones de empleos [1]. A su vez, si miramos Europa, según Software.org, en los últimos años la industria de software aportó un valor agregado total de 1 billón de euros— más del 7% del PIB de la Unión Europea- y representa más 3.6 de millones de puestos de trabajo de manera directa [2]. En los últimos años la industria de TI viene creciendo también en América Latina y fue particularmente impulsada por la transformación digital que implicó para muchas empresas la pandemia del Covid-19.
A partir del impulso y centralidad que fue adquiriendo esta industria de la mano de grandes corporaciones capitalistas, han emergido también diversos movimientos que buscan combatir el control que adquieren sobre nuestras vidas estas empresas y gobiernos a partir del uso generalizado de la tecnología. Existe una importante comunidad mundial de programadores que plantean la necesidad de liberar al software de toda restricción y manipulación posible, como forma de garantizar el futuro de una sociedad libre. Dentro de este amplio movimiento se destaca la Free Software Foundation (FSF) - Fundación Software Libre - cuyo planteo central es que utilizar software libre es “tener el control de la tecnología que usamos en nuestros hogares, escuelas y negocios, donde los computadores trabajen para nuestro beneficio individual y colectivo, no para compañías de software privativo o gobiernos que podrían tratar de restringirnos y monitorearnos.” [3] Con esta misión la FSF no solo promueve el uso de programas libres sino que también contribuye a su desarrollo y busca protegerlos legalmente frente al avance del software privativo mediante la elaboración de licencias. De allí que para esta visión sea estratégica la pelea por la liberación de ese conocimiento de toda forma de privatización -como las patentes- que de triunfar significaría una socialización de esas fuentes de valor.
En este artículo intentaremos aportar algunos elementos al debate, partiendo de reconocer la importancia de las pelea contra las patentes, pero planteando claramente la necesidad de ligar esa batalla a una más profunda que implica transformar de raíz el sistema de conjunto cómo única forma de construir una sociedad verdaderamente libre.
Derechos de autor vs. patentes
Empecemos por el principio ¿qué son la propiedad intelectual y los derechos de autor? La propiedad intelectual se refiere a los privilegios que se otorgan sobre bienes intangibles con un valor económico. La ley 11.723 de Argentina, por ejemplo, establece “la protección que le da la ley al autor de una obra científica, literaria, artística o didáctica por su creación intelectual” y su objetivo es permitirle “exponerla o reproducirla por cualquier medio, traducirla, explotarla comercialmente o autorizar a otros a hacerlo. También le permite impedir que cualquier persona no autorizada ejerza estos derechos.” [4]
Para garantizar estos privilegios los Estados y organismos internacionales se valen de distintos instrumentos legales, entre los que se destacan las leyes de patentes y derechos de autor. Las patentes actúan sobre inventos y sus derechos de explotación, es decir garantizan a personas o instituciones el monopolio temporal de una determinada tecnología o invención. En cambio, los derechos de autor (Copyright) protegen la expresión de un contenido, no el contenido en sí mismo. Por ejemplo, la copia no autorizada de trabajos artísticos, literarios, programas de computación, etc. Las obras protegidas por derechos de autor pueden expresar ideas, conocimientos o métodos libremente utilizables, pero se prohíbe reproducirlas sin permiso.
Este tipo de instrumentos legales surgen en distintos países como Inglaterra, Francia y Estados Unidos, principalmente en la industria editorial, durante el siglo XVIII y van de la mano de la expansión del sistema capitalista, que tiene a la propiedad privada como uno de sus pilares fundamentales.
Aunque muchos pretendan lo contrario, legalmente no todo puede ser patentado. Si bien las leyes varían en los distintos países, hay elementos del desarrollo científico que no pueden ser privatizados. Algunos ejemplos de estos son los procesos biológicos para la producción, las variedades vegetales y minerales, los métodos matemáticos, entre otros [5]. Y aquí es donde nos encontramos con uno de los nudos del problema ¿qué ocurre con los desarrollos de software? Analicemos algunos aspectos.
Patentes y Software
En sus inicios el software no contaba con ningún tipo de protección ya que los programas se comercializaban junto con los componentes físicos de las computadoras, pero al dividirse la comercialización de software y hardware surgió la necesidad de protección. Ante esta situación se estableció como convención que los programas informáticos estuvieran protegidos por los derechos de autor mientras que el hardware pasó a estar protegido por las patentes. Sin embargo las grandes corporaciones de software y hardware se las ingenian para privatizar y obtener rédito económico de todo lo que esté a su alcance. La realidad es que, a pesar de esta convención, las patentes de software existen y son extendidas a lo largo del mundo, garantizando a determinadas corporaciones el monopolio de funcionalidades, algoritmos, y distintas acciones realizables con una computadora.
Ante esto la Free Software Fundation (FSF) que impulsa el movimiento End Software Patentes (fin a las patentes de software) explica las razones por las que no debería patentarse el software y por qué es necesario batallar contra ellas: “El software no debe ser patentable, porque está compuesto inherentemente de la lógica matemática, que está excluida de la materia patentable. En la práctica, los efectos de las patentes de software son tan restrictivos que afectan el desarrollo de todo tipo de software, no sólo el software libre. Si bien el argumento más común para las patentes es que promueven la innovación, la mayoría de las veces ocurre lo contrario. Cada vez que un programador desarrolla un nuevo software, es casi inevitable que infrinja no una, sino muchas patentes. Una razón para ello es que las oficinas de patentes de todo el mundo han aplicado criterios particularmente laxos para el registro de patentes de software. Otra razón tiene que ver con la naturaleza del software en las computadoras de propósito general. Como tal, los desarrolladores entran en un campo de minas de patentes invisibles, ya que nadie puede prácticamente estar al tanto de todas las patentes del mundo.” [6]
Licencias y Software Libre
La cesión de derechos a usuarios se realiza a través de un contrato denominado licencia. Cuando una licencia de software es libre, el titular de los derechos de explotación no busca proteger sus derechos exclusivos reconocidos por la legislación sobre derechos de autor, sino que permite a los usuarios utilizar, modificar y redistribuir el software, con o sin modificaciones. Con este objetivo los desarrolladores de software libre proveen el código fuente con el que fue escrito su programa permitiendo que sea copiable, modificable y mejorable por quien desee hacerlo.
Existen distintos tipos de licencias de software que responden a distintos objetivos. En los desarrollos de software privativo comúnmente encontramos licencias de uso, que restringen al máximo las posibilidades de los usuarios. En cambio en las licencias de software libre además de garantizar las libertades de uso, estudio, distribución y mejora, encontramos distintas posibilidades, desde licencias permisivas, que obligan únicamente a mantener el aviso de autoría y la negación de garantías y de responsabilidad, hasta las licencias Copyleft [7] fuertes, que obligan a distribuir cualquier modificación y obra derivada bajo la misma licencia libre [8]. Es decir, el nivel de flexibilidad de la licencia afectará las posibilidades de acción de los usuarios, por lo cual existen debates dentro de los defensores del software libre sobre la idoneidad de las licencias. Desde la FSF por ejemplo, cuestionan las licencias permisivas, ya que estas habilitan a los usuarios a modificar un software que originalmente era libre y convertirlo en privativo. Por otro lado, exponentes como Linus Torvalds -iniciador del sistema operativo Linux- plantea que su principal preocupación es que los desarrolladores que proveen el código fuente reciban a cambio las modificaciones que realicen los usuarios. Pero no considera necesario ir más allá, por ejemplo buscando limitar que los desarrolladores de hardware apliquen restricciones mediante las cuales determinadas modificaciones de un software libre sea utilizable solo en ese hardware, como ocurrió recientemente con la empresa TiVo Inc [9]].
Conclusión
Sin dudas, la pelea por terminar con las patentes resulta relevante para limitar los avances de las grandes corporaciones que buscan privatizar todos los aspectos de nuestras vidas con el único fin de incrementar sus ganancias. En este sentido es claro que el sistema de patentes es completamente regresivo y todo avance contra él es progresivo para el desarrollo de la ciencia y de la técnica.
Sin embargo, en algunos sectores de este movimiento existe la idea de que la mera socialización del conocimiento gracias a la liberación de las patentes permitiría poner en cuestión al sistema capitalista en una suerte de “si todo el mundo sabe como se hacen las cosas nadie va a poder lucrar con eso”.
La realidad es que resulta utópico pensar que en los marcos del capitalismo pueda terminarse con las patentes, un método con el que desde sus inicios los capitalistas lograron incrementar sus márgenes de ganancia con conquistas que en realidad son de la humanidad. Más aún, es imposible pensar que con el fin de las patentes de software (y en general) pueda asegurarse el futuro de una sociedad libre. Mientras los medios de producción sigan estando en manos privadas, por más que el software y el conocimiento en general fuese libre de patentes, la producción seguirá estando en función de la ambición de lucro de unos pocos propietarios, y no de la satisfacción de las necesidades de la humanidad. No se trata de negar la importancia de pelear contra las patentes sino de ir a la raíz del problema para pensar una verdadera transformación de la sociedad.
Veamos por ejemplo el caso de la industria farmacéutica y la pandemia de Covid-19. Conquistar la liberación de las patentes de las vacunas -que en su mayoría se financiaron con dinero de los Estados- sería un paso fundamental para mejorar las condiciones de vida de millones de personas en medio de esta crisis sanitaria. Pero imaginar que con ese paso terminaríamos con el poder de los grandes laboratorios no puede ser más que una ilusión.
Los enormes avances tecnológicos que se han desarrollado en las últimas décadas de la mano de las TI plantean la potencialidad de mejorar cualitativamente las condiciones de vida a nivel de masas y en poco tiempo, pero la lógica capitalista termina generando todo lo contrario, que esos avances solo sirvan para aumentar la explotación. Tal vez una de las mejores demostraciones de esto sea el reciente desarrollo de plataformas como Amazon, Pedidos Ya o Uber, que desde el punto de vista de la comunicación implican un importante avance, agilizando los procesos de logística y transporte de bienes, pero al mismo significan un retroceso en los derechos laborales de miles de trabajadores que se ven obligados a aceptar condiciones de flexibilización y precarización laboral.
Esa contradicción entre los avances tecnológicos que permitirían elevar el nivel de vida de las masas y la realidad de la clase trabajadora cada vez más empobrecida y precarizada, es la que se hace cada vez más evidente y está en el corazón de los reclamos que empiezan a emerger en los trabajos de estas grandes multinacionales como el reciente paro global a la empresa Amazon bajo la consigna #MakeAmazonPay.
De lo que se trata entonces es de organizar la fuerzas de esos millones de trabajadores que no solo hacen funcionar, sino que también consumen estas tecnologías, para transformar radicalmente la sociedad capitalista por una donde todos los avances de la técnica estén al servicio de satisfacer las necesidades del conjunto de los trabajadores, es decir una sociedad socialista.
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