La Izquierda Diario conversó con Valeria Yáñez, actriz y organizadora del Festival Escena Obrera, innovador proyecto que pretende devolver el arte y la cultura a la clase trabajadora, participando en los sindicatos y lugares de trabajo.
Viernes 3 de junio de 2016
Cuéntanos, a modo general, cuál es tu balance de la segunda versión del Festival Escena Obrera
Valeria: Para mí fue un balance muy bueno porque en relación a la primera versión, dimos un gran salto en profundizar relaciones con ciertos sindicatos y espacios de organización, y nos planteamos hacer un trabajo a más largo plazo también. En esta oportunidad, tuvimos un mejor equipo de organización que el año pasado, con más compañías y sindicatos, donde se profundizó el compromiso.
Decidimos entre todos realizar ocho jornadas: dos de ellas en sectores industriales estratégicos de Santiago, como en Maipú-Cerrillos y en la zona norte, en las que participaron seis sindicatos. Estuvimos también en Correos de Chile, en el Registro Civil y junto al Sindicato del GAM, espacios donde la organización de trabajadores, con todas las dificultades, viene abriéndose paso. También profundizamos el trabajo con dos escuelas sindicales con las cuales ya trabajamos en ocasiones anteriores. Cada jornada tuvo sus particularidades, alcanzando un público de doscientas personas en promedio y generando mucha reflexión sobre las problemáticas actuales que vivimos como trabajadores. En este mismo sentido, logramos agrupar en una jornada, distintas expresiones artísticas, conversatorios y perspectivas en el camino de construir una cultura, y en particular un arte, que sea parte de la vida y realidad de los trabajadores.
Por otro lado, pudimos fortalecer vínculos entre distintas compañías de teatro y grupos musicales, con el objetivo de seguir levantando este proyecto, entendiendo que nosotros también somos trabajadores del arte y la cultura. En esta segunda versión logramos sentar las bases de un arte con conciencia de clase, un proyecto artístico, pero también político. El capitalismo arrasa con nuestras vidas, con nuestro tiempo libre, con nuestro trabajo, relaciones, incluso con nuestras creaciones artísticas. Es hora que el arte también se plantee aportar a la lucha por terminar la explotación del hombre por el hombre y tomar una posición, y eso es lo que buscamos con Escena Obrera.
¿Qué visión tienes del estado actual del teatro en Chile?
V: No es una pregunta fácil de responder, pues hay distintas aristas desde donde abordar el tema. Por un lado, el consumo, la innovación, la inmediatez y el mercado, hacen muchas veces crear de manera más mecánica, más efectista, lo que provoca que muchas veces se pierda, incluso, el sentido de hacer lo que se hace, de hacer teatro, que para mi implica entrar en una fibra sensible del ser humano, reflejar comportamientos humanos en determinados contextos sociales. Primero, considero que es una lucha no perder ese sentido; segundo, se debe tomar una posición, una postura social y política; y tercero, se deben tener los medios para poder desarrollarlo. Las políticas culturales tienen un claro contenido de clase: generar competencia, responder a la nación y mantener el statu quo. Por otro lado, el público asistente a espectáculos artísticos sigue siendo una minoría, una elite social, cultural y política. Las entradas aún son costosas y los espacios culturales son escasos y poco accesibles.
El 2011 nos revolucionó como sociedad, lo cual también repercutió en el terreno del arte, sin duda, generando muchos montajes de crítica social y compañías que cuestionan al régimen político. En ese aspecto emergió un nuevo fenómeno de teatro político, a mi modo de ver, el cual se puede evidenciar en distintos festivales, itinerancias de compañías, espacios de “resistencia cultural”, trabajos en los sindicatos, que se vienen desarrollando. Y Escena Obrera es parte de todo esto.
¿Crees que experiencias como la del Festival muestran que es posible un arte no elitizado?
V: Creo que puede ser un ejemplo, es más, creo que el Festival nos invita y muestra de manera concreta otra forma de concebir el arte, un arte que no responda a una minoría que vive a costa de unos pocos, sino que un arte que esté “donde las papas queman”, donde se discutan y problematicen otras maneras de sociedad. La gestión y coordinación con sindicatos nos muestra una vía de no dependencia del mercado, de pensar en conjunto dónde insertarnos y qué imaginar.
Experiencias como la de Luis Emilio Recabarren, y los teatros obreros a principios del siglo XX en el norte, los teatros universitarios, y los nuevos fenómenos artísticos, nos dejan ver que es posible un arte de acceso para todos; pues la demanda de las ocho horas parece una utopía, las ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho horas de ocio hace años que los patrones no respetan. No tenemos tiempo de ocio, por ello el arte pareciera algo ajeno, lejano e imposible. El Festival buscar insertarse en ese día y día y nos invita a reflexionar en base a lo que nos aqueja como trabajadores y clase.
¿Qué proyectos tienen en mente ahora que terminó el Festival?
V: La idea es que Escena Obrera tome vida, se convierta en un movimiento vivo, de trabajadores, artistas que se planteen otra sociedad, que lo podamos tomar en nuestras manos y desarrollar toda nuestra imaginación para crear distintas cosas durante el año, además de una futura versión de festival. Desde realizar talleres de teatro, conversatorios, foros, funciones en sindicatos, en tomas de estudiantes, gestión del festival en otras ciudades y espacios, entre otras cosas. Que se genere una “escena” que integre a todas las artes, y que tenga un contenido de clase, en ese sentido “obrera”. Que Escena Obrera se levante en cada sindicato, espacio de organización y teatro. Queremos recuperar el arte y la cultura para las y los trabajadores.