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Red Internacional
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Movimiento de mujeres ante la 4T. ¿Quién dice que no hubo represión el 8M?: Autoorganización y autodefensa para cuidarnos

A pesar de las declaraciones oficiales, se hizo uso de la fuerza pública aunque ésta quedó superada por la masividad de las movilizaciones

Sábado 18 de marzo de 2023

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Solo la masividad pudo mantener a raya la política represiva y los despliegues policíacos de los distintos gobiernos, ya sean del Morena, de Movimiento Ciudadano (MC), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) o el Partido Acción Nacional (PAN).

En Ciudad de México, gobernado por Claudia Sheinbaum del Morena, el despliegue policíaco fue enorme con 800 ateneas ─cuerpo especializado para movilizaciones feministas─ además de 2,500 "compañeras de apoyo", según declaró Omar García Harfuch, secretario de Seguridad de la capital. No faltaron las vallas de metal que cubrieron monumentos, bancos, negocios y Palacio Nacional, además de una valla de integrantes de la Marina protegiendo este último. La policía arrojó gases lacrimógenos a manifestantes en el Zócalo, afectando vías respiratorias y buscando replegar la movilización ya caída la noche, cuestión que el secretario de Gobernación de CDMX, Martí Batres, del Morena, negó categóricamente.

En Tlaxcala capital, que tiene como presidente municipal a Jorge Alfredo Corich, del Morena, y el estado, encabezado por una de las gobernadoras presumidas por el Morena, Lorena Cuéllar, la represión incluyó tanquetas de agua a presión para dispersar manifestantes; al puro estilo chileno. Cuéllar argumento que la medida buscó “la protección al patrimonio cultural según indica la UNESCO”.

En Chihuahua capital gobernada por Maru Campos, del PAN, fue un escándalo la detención de Gina, mujer trans a la que responsabilizan de actos de violencia. En Guadalajara, Jalisco, donde gobiernan Pablo Lemus como alcalde y Enrique Alfaro, ambos de MC, la policía recibió con bombas de humo a manifestantes que denunciaban acoso sexual, violencia machista y el nepotismo del cacicazgo de los Padilla en las inmediaciones de la Universidad de Guadalajara. En calles aledañas, la policía hacía valla junto a párrocos para defender a las iglesias ubicadas en el recorrido de la movilización, un ejemplo más que claro de la alianza reaccionaria entre el Estado y la Iglesia.

En Monterrey, Nuevo León, hubo 16 detenciones arbitrarias con detenidxs que fueron presentados varias horas después en el Ministerio Público. Los “desmanes” y pintas fueron reprimidos por la policía al servicio del alcalde Luis Donaldo Colosio, de MC. El gobernador
Samuel García, del mismo partido, aseguró, con sensacionalismo oportunista, que cubrirá los arreglos de "su" bolsa. Células organizadas de grupos protestantes (religiosos) atacaron a manifestantes mientras “protegían” iglesias. Todo el mismo día que Graciela Buchanans, titular de la Secretaría de Mujeres del Estado, negó que haya un incremento en la desaparición de mujeres.

En toda la jornada, a nivel nacional activistas denunciaron infiltración en movilizaciones en varios estados y el gobierno mexicano señaló de igual forma al supuesto “bloque negro”. La realidad es que lo que prima en las movilizaciones es un sentimiento anti policía muy progresivo, que puede llegar a cuestionar la militarización y que denuncia el espionaje y la represión sistemática del Estado contra el movimiento de mujeres y contra activistas feministas, así como intentos de grupos reaccionarios ─ligados a la derecha conservadora o al feminismo trans odiante─ de agredir a manifestantes en las movilizaciones.

Estos grupos quedaron absolutamente superados por la masividad de las movilizaciones. Pero nadie puede ocultar que la acción directa se ha extendido como una expresión de la rabia que millones sienten frente a la violencia que aumenta. Habría que recordar a quienes criminalizan estos métodos, como López Obrador, y repiten el discurso oficialista de feministas “buenas” que respetan la institucionalidad y “malas” que hacen “disturbios”, que la violencia proviene en primer lugar del Estado.

Así, hacen uso de sus fuerzas represivas y despliegues policíacos escandalosos, con equipos contra los que no puede compararse un petardo, el uso aislado de piedras o de bombas molotov caseras, lanzados por manifestantes desesperadas ante la terrible situación que vivivmos las mujeres. Pero estos no son suficientes para cambiar el panorama de muertes y precarización de trabajadores y trabajadoras que nos impone el régimen capitalista.

Sabemos que la policía y el ejército no nos cuidan y que la seguridad del movimiento frente a la represión solo podrá garantizarse con la masividad, la autoorganización y la autodefensa de quienes lo nutrimos, lo que nos plantea la necesidad de la organización independiente de los partidos de las patronales y las grandes transnacionales, para derribarlos e instaurar un estado de cosas totalmente opuesto al que vivimos a diario, erradicando juntos al patriarcalismo y la explotación capitalista.