El movimiento talibán está retomando el control total de Afganistán luego de 20 años de ocupación militar imperialista norteamericana. Pasaron de ser aliados a enemigos del imperio estadounidese ¿Quienes son y cómo surgieron?
Santiago Montag @salvadorsoler10
Domingo 15 de agosto de 2021 12:31
Fuente: La Tinta
A principios del siglo XXI, la élite norteamericana creo una visión del mundo dicotómica entre civilización y barbarie. Allí caricaturizaron a los talibanes como una organización terrorista empeñada en imponer la ley islámica (sharia) en Afganistán y más allá, que tiene pocos escrúpulos en acoger a yihadistas internacionales extranjeros con la intención de atacar a Estados Unidos o Europa. En resumen, para ellos los talibanes son parte de un movimiento yihadista transnacional que busca derrocar el orden occidental a nivel mundial como representantes del “mundo libre”.
Pero, ¿qué pasa si cambiamos de perspectiva y miramos al grupo en un contexto histórico espacial más amplio?
En primer lugar, Afganistán está ubicada en un lugar estratégico de Asia Central, es denominada como un “estado pivote”, que podría permitir controlar el flujo de los recursos naturales de la región que es rica en petróleo, gas y minerales. Por eso ha sido anhelada por varios imperios a lo largo de la historia, a los cuales los pueblos que habitaban la región de Afganistán repelieron en varias oportunidades.
Como explica Gabriel Merino, sociólogo e investigador del CONICET, Afganistán es un estado tapón surgido en el Gran Juego del siglo XIX entre el imperio británico y sus posesiones coloniales en la India que procuraba hacer avanzar hacia el norte hasta Asia Central y el imperio Ruso que buscaba una salida hacia el océano Índico. Ese choque fue decisivo en la delimitación de sus fronteras. A lo largo del siglo XX, el país estuvo en una encrucijada entre los intereses de potencias regionales como la URSS, Pakistán y China, provocando constante inestabilidad, modernizaciones frustradas y cambios de régimen político.
Hacia 1978 se estableció una República Popular pro-soviética que intentó imponer una nueva estructura político social - que si bien desarrolló el país en varios aspectos como la salud, la agricultura, la Industria y la educación– subestimó la importancia de los intereses tribales y las tradiciones religiosas de los pueblos que allí habitan. Esto dio como resultado levantamientos contra el gobierno pro-soviético, que rápidamente llevaron a una intervención de la URSS para evitar el colapso del estado afgano, tratando de evitar la emergencia de tendencias similares en el centro de Asia y reafirmando su rol como potencia regional en un contexto en el que era previsible una intervención norteamericana en la, fronteriza y recién nacida, República Islámica de Irán luego de un proceso revolucionario que volteó a la monarquía pro-occidental del Sha Reza Pahlavi.
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La ocupación le brindó a los muyahidines (“guerrilleros islámicos”), como dice Ezequiel Kopel "una narrativa de resistencia piadosa casi soñada (…) El yihadismo afgano se potenció bajo la narrativa del enfrentamiento contra los extranjeros invasores, pero también es el hijo bastardo de disfuncionalidades y divisiones propias de esas sociedades."
La República Islámica de Irán y su líder el clérigo chiíta Rouholla Jomeini cambiaron el paradigma dentro del Islam, radicalizando posturas entre las tendencias rigoristas sunnitas como el wahabismo, dominante en Arabia Saudita, que buscaban recuperar la iniciativa y contrarrestar la influencia persa. La Monarquía saudí financió centros de estudios islámicos en Pakistán, Egipto y otros países de la región. De allí nacen los primeros muyahidines que combatieron a la URSS en Afganistán (1979-1989) con el respaldo de la CIA y su contraparte paquistaní, la Dirección de Inteligencia Interservicios (ISI), además de tropas chinas para las que era clave contrarrestar la influencia de la URSS en el centro de Asia y numerosos mercenarios y fanáticos religiosos provenientes de todo el mundo islámico.
Los talibán se formaron en 1994 tras la retirada soviética (1989) y la expulsión de lo que quedaba del gobierno laico (1992). Eran una facción ultra ortodoxa de los muyahidines liderada por el clérigo Mullah Omar. A ellos se unieron jóvenes de tribus pastunes que estudiaron en madrazas o seminarios pakistaníes financiados en su mayoría por Arabia Saudita; taliban es pastún significa "estudiantes". Los pastunes comprenden una mayoría en Afganistán y son el grupo étnico predominante en gran parte del sur y este del país, también son un grupo importante en el norte y el oeste de Pakistán. En este sentido podemos definir a los talibán como un movimiento nacionalista burgués étnico-religioso, decidido a reconstruir un Afganistán de un pasado percibido como fuerte, e integrado en patrones de poder y comercio regionales limitados, así como capaz de defender sus propios intereses localizados espacialmente. El surgimiento de esta fuerza oscurantista religiosa y "anti-moderna" es producto tanto por contradicciones internas de la sociedad, como de la política soviética estalinista y del imperialista norteamericano.
El movimiento atrajo cierto apoyo popular en la era post-soviética al prometer la estabilidad y el estado de derecho después de cuatro años de conflicto (1992-1996) entre grupos rivales de muyahidines. Entraron en Kandahar en noviembre de 1994 para pacificar la ciudad sureña asolada por combates y, en septiembre de 1996, tomaron la capital, Kabul. Ese año, los talibanes declararon a Afganistán un emirato islámico. El régimen controlaba alrededor del 90 % del país antes de su derrocamiento en 2001 con la excusa de George W. Bush de que daban refugio a las redes del terrorismo internacional como Al Qaeda.
Los talibanes impusieron un tipo de justicia severo al consolidar el control territorial. La jurisprudencia de los talibanes se extrajo del código tribal preislámico de los pastunes y de las interpretaciones de la sharia alimentada por las doctrinas wahabíes de los saudíes de las madrazas. El régimen descuidó los servicios sociales y otras funciones estatales básicas, incluso impuso prohibiciones sobre comportamientos que los talibanes consideraban no islámicos. Se requería que las mujeres usaran el burka de pies a cabeza; la música y televisión fueron prohibidas; y cualquier hombre cuya barba se la consideraba demasiado corta sería encarcelado.
Desde que Estados Unidos entró en Afganistán con la dudosa excusa de desmantelar las redes del terrorismo internacional, el grupo ha resistido operaciones de contrainsurgencia de la alianza militar más poderosa del mundo, la OTAN, y tres administraciones estadounidenses y una ocupación militar que alcanzó los 130 mil soldados en 2011.
La Asia Foundation, descubrió en 2009 que la mitad de los afganos, en su mayoría pastunes y afganos rurales, simpatizaban con los grupos armados de oposición al gobierno, principalmente los talibanes. El apoyo afgano a los talibanes y los grupos aliados se debió al fracaso de las instituciones estatales establecidas con apoyo imperialista.
Pero en 2019, una respuesta a la misma encuesta encontró que solo el 13,4 % de los afganos simpatizaba con los talibanes. Cuando las conversaciones de paz intraafganas se estancaron a principios de 2021, una abrumadora mayoría de los encuestados dijo que era importante proteger los derechos de las mujeres, la libertad de expresión y la constitución actual que está basada en una República Islámica pero que permite varios derechos sociales y políticos. Lo cuál, muestra que es probable que el próximo gobierno talibán carezca de legitimidad.
Este artículo es parte de uno más amplio publicado recientemente.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.