La estación del tren es una guarida de diálogos exprés que en tiempos de barbijos y distancia se vuelve un abrazo momentáneo.
Valeria Jasper @ValeriaMachluk
Viernes 12 de febrero de 2021 17:42
Esperando el tren. Esperando la vuelta a casa después de horas de tedio laboral. La voz de la estación avisa algo indescifrable al simple oído. Cruzo miradas con otro sujeto que también espera y tampoco entiende al parlante. Ahí nomás el sujeto se acercó e inició una conversación por demás entretenida, más aún cuando el diálogo entre desconocidos anda corto en estos días de virus.
El tiempo para el arribo de la formación eran de tan sólo quince minutos.
Quince minutos, ¿un instante o una eternidad?, ¿Cuántas palabras pueden cruzarse entre dos desconocidos en quince minutos?. Toda una vida.
El hombre se acercó y el repertorio de sus decenas de anécdotas brotaron sin pudor.
Jubilado hace dos años después de trabajar desde los 18 años, luego de pasar por la colimba. Dos años en Alpargatas, tuberculosis de por medio y años de venta callejera en el centro de Quilmes. Síntesis de un laburante que sobrevive.
Residente de la zona de Hudson, donde las calles eran de tierra hasta la llegada de los barrios privados hasta que por ellos las asfaltaron. "Siempre nos sacan tajada los ricachones", comenta. Un tractorcito que le compró a un vecino pero que no resultó muy útil. "Quizás lo arregle y lo venda, así mangueo unos pesitos" dice.
Mirando las vías vacías relató, en lo que se fue un monólogo interrumpido, otras compras cibernéticas de herramientas poco conocidas para mí, con las que se ganaría unos pesos a lo largo de sus años. Seguir en la sobrevivencia diaria. En el medio, el cansancio del barbijo en estos nuevos días de pandemia. De paso tiró unos datos de verdulería y carnicería de productos de buena calidad y precios accesibles.
No hubo oportunidad de vueltas. Apenas unos "claro" o "ajá"; el buen sujeto traía constantemente una nueva historia para compartir, como si tuviera la necesidad de dejar su historia, escupir y marcar su huella en estos tiempos de celeridad virósica, donde el tiempo parpadea por demás.
" Bueno que tengas un buen día" fue lo último que escuché decirle mientras arribaba la formación a la plataforma 3. Cada uno subió al vagón y desapareció de la vista del otro.
Tiempos de pandemia. Síntesis de una vida de laburante, en quince minutos, aguardando el tren.