El desastre medioambiental en Brasil que azota al pulmón del planeta junto con la incesante contaminación en la zona de Puchuncaví – Quintero se han instalado en del debate público. Un punto los une: los letales efectos de la extracción de los recursos naturales en favor de las ganancias empresariales
Miércoles 28 de agosto de 2019
Los incendios en el Amazonas han acaparado las noticias está semana, al mismo tiempo que se cumple un año de la crisis medioambiental en Quintero con nuevas situaciones de contaminación. En lo que va del 2019 en Brasil, se han acrecentado exponencialmente la cantidad de incendios en la Amazonía, aumentando más de un 80% respecto al año pasado en esta misma fecha.
Durante este año solamente, han existido más de 70.000 focos de fuego, tanto en territorios legales del amazonas como en terrenos privados, principalmente destinados a la ganadería y agrocultivos. Actualmente, los focos de incendio se han intensificado y llegado a cubrir de humo ciudades como Sao Paulo, a más de 2.735 kilómetros de distancia de la selva. Los incendios además se extienden en el territorio boliviano y paraguayo. Según los estudios del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), diariamente la Amazonía está perdiendo 1,5 hectáreas de bosque por minuto.
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En nuestro país por otro lado la situación no es muy alentadora, ya que al cumplirse un año de aquel día en que una nube amarilla invadió a la ciudad de Quintero y las comunas aledañas, continúan existiendo situaciones de intoxicación. La pasada semana, 42 personas fueron atendidas en los centros de salud local por cefaleas, dolores abdominales y náuseas, quienes además apuntaron a un olor extraño como el responsable de este nuevo evento contaminante. Lo que resulta evidente, si en su propio territorio están constantemente expuestos a la presencia de hidrocarburos no metálicos que emanan de las distintas empresas localizadas en su sector.
Los responsables de las crisis medioambientales: los capitalistas
Sin duda ambas situaciones de crisis, tienen como resultado los mismos responsables: los capitalistas. Ya sabemos, en el caso de Brasil, que el ultraderechista Bolsonaro es un declarado negacionista de la “crisis climática”, al estilo de Trump, pero sus políticas no tienen nada que ver con lo ideológico: su objetivo es favorecer a los empresarios del agronegocio y las mineras. Un claro ejemplo de esto, es la ministra de Agricultura Tereza Cristina Corrêa, quien presidió el Frente Parlamentario Agropecuario. Su nombramiento consolidó la alianza de Bolsonaro con el sector más importante de la economía brasileña, que en 2018 movió 126.000 millones de euros y que apuesta a seguir aumentado las exportaciones a China que en 2018 crecieron 35% respecto a 2017.
Más reciente, ha sido la crisis internacional que generó los incendios que arrasan a la Amazonía, en donde incluso apareció el cinismo de varios gobiernos capitalistas. El más notorio fue presidente francés, Emmanuel Macron, quien utilizó la conmoción global para pararse como el “defensor del medio ambiente”, llegando incluso a poner en cuestión el reciente acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea.
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Pero es cosa de analizar algunas de las empresas que están detrás de la deforestación de la selva amazónica, para darnos cuenta que hay empresas francesas, tales como los bancos Credit Agricole (el mayor banco minorista de Francia) y BNP Paribas, la institución financiera más rica de Francia, quienes están vinculados a la deforestación, según un informe de Amazon Watch. El mismo informe deja claro que Guillemette & Cie y Groupe Rougier reciben regularmente toneladas de madera de la empresa brasileña Benevides Madeiras.
Claro que Francia no es el único país que tiene intereses en el Amazonas. Estados Unidos tiene decenas de monopolios y fondos de inversión norteamericanos cuya cadena productiva está a la desforestación, incluido BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo y el Capital Group, productores de granos como Cargill y ADM, además de farmacéuticas (Johnson&Johnson e Pfizer), de ingeniería genética y de cosméticos los que explotan las riquezas de la región. Por lo tanto, Bolsonaro es tan responsable como las multinacionales que utilizan a la selva como su patio trasero, la disputa está en quién se beneficia más de la destrucción.
En el caso de nuestro país, Piñera es un férreo defensor del sistema neoliberal impuesto en dictadura militar, el cual garantiza la libertad e impunidad con la cual un puñado de empresas daña nuestro medioambiente. Tanta es la sed de ganancia de los empresarios, que a la comuna de Quintero se le denominó sin ningún tapujo “zona de sacrificio”, es decir: un sector donde las empresas tienen total libertad para hacer y deshacer con la naturaleza y el medioambiente, con restricciones normativas que son solo música a la hora de hablar del problema de fondo: un tipo de sistema energético en donde las empresas tienen mayor margen de libertad para poder contaminar en función de lograr maximizar sus ganancias.
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Vergonzosa ha sido en la misma línea las respuestas por parte del gobierno, donde recién el pasado martes en la intendencia de Valparaíso hicieron un balance a un año de ocurrido el episodio de contaminación de 2018, en el cual reconocieron que no pudieron definir ni las causas ni responsables que ocasionaron la crisis ambiental que dejó más de 1.300 personas intoxicadas.
Con esto, resulta evidente que la verdadera preocupación para el gobierno, son los intereses de los empresarios, manteniéndoles intacto su contaminante y cuantioso negocio. Y como no, si solo la empresa AES Gener, quien se adjudicó el control de la generación de energía más contaminante en las 4 plantas de Ventana, posee ganancias anuales superiores a $US16.600 millones.
Por una salida al negocio contaminante de los empresarios y sus políticos
Con todo esto, es imposible defender la biodiversidad del planeta sin atacar profundamente los intereses de los capitalistas, tanto nacionales como extranjeros. Por un lado, hacen arder la Amazonia entre el agronegocio y la voracidad imperialista y por el otro, contaminan comunas completas con tal de producir la energía para sus negocios.
Es decir, por delante de los intereses de toda la sociedad se anteponen los intereses económicos de las grandes multinacionales y los megaempresarios, con un cambio climático que, como hemos visto en las últimas semanas, avanza cada vez más rápido a terminar con las condiciones de vida como las conocemos.
Por ello, cada vez más se hace urgente la necesidad del cambio de este modelo extractivista, que viene a ser una característica directa del modo de producción capitalista sin límites. Con una producción exageradamente aumentada, el uso indiscriminado de materias primas por medio del saqueo en los países en desarrollo, la ausencia de planificación acorde al estado actual del medioambiente, son todos estos algunos de los elementos que no se pueden reformar dentro de los márgenes del sistema actual.
Dentro de esta línea, es que desde el Partido de Trabajadores Revolucionarios, hemos venido planteando la necesidad de que las políticas económicas deben ser planificadas por las y los trabajadores, para poder enfrentar así la crisis climática desde sus intereses, con la perspectiva de preservar la sociedad y no de sostener las ganancias multimillonarias a costa del medioambiente, expropiando sin indemnización a todas las empresas que se nieguen al plan de reconversión ambiental, nacionalizando los recursos naturales, servicios sanitarios y energéticos, donde éstos sean controlados en base a una administración democrática por los trabajadores y las comunidades junto con la asesoría de profesionales independientes a los empresarios y grandes capitalistas.