El Concierto para piano n°2 opus 18 en do menor, del eximio pianista y compositor ruso Sergei Rachmaninov… es simplemente una de mis obras favoritas.
Domingo 8 de diciembre de 2019
El porqué de mi preferencia dentro de la completitud de la obra de este compositor radica en algo simple: me toca la fibra íntima, me energiza y a la vez, siento que el segundo movimiento es la quintaesencia del romanticismo. Éste es un rasgo que creo que comparte con otra obra de este mismo compositor: Rapsodia sobre un tema de Paganini, y con el nocturno número 20 de Chopin.
A diferencia de estas otras obras, el segundo movimiento del concierto para piano también posee un factor de sensualidad melancólica: esa nostalgia que en ocasiones acarrea el amor al mismo tiempo que la sobreexcitación, algo referido al temor de perder a la persona amada, de quedar flotando en soledad en medio del océano.
Sin ir a tal extremo, siento al escuchar el segundo movimiento, una mezcla de dulzura y dolor expresados por las notas mi bemol, la bemol y si bemol.
Ésa es mi sensación personal.
Lo que sí sé es que Rachmaninov compuso esta magnífica obra después de un período de depresión profunda en el que tuvo que acudir al psiquiatra en busca de tratamiento, a causa del maltrato recibido cuando estrenara su primera sinfonía en San Petersburgo, un fracaso rotundo en donde tanto la crítica como el público se ensañaron con el músico al punto de quitarle no sólo las ganas de tocar el piano y componer, sino de vivir.
Dicen algunos biógrafos que el fracaso estrepitoso no se debió a que la obra fuese “mala”, sino porque quien la dirigió fue Glazunov, quien vivía ebrio. No es el primer caso. La vez anterior les compartí que el concierto para violín de Sibelius fue un rotundo fracaso la primera vez, la segunda y la tercera… y eso ha sido porque músicos mediocres los ejecutaban y sabemos que algo mal cantado, mal tocado, mal bailado o escrito, deja una impronta errónea sobre lo que la verdadera obra es.
Lo lamentable es el daño colateral.
¿Por qué quiero hablar del segundo movimiento del concierto para piano número 2 de Rachmaninov? Porque si bien me gustó desde que mi madre me lo hizo escuchar en mi infancia, y luego me compraron el cassette para escucharlo en mi walkman, no fue sino hasta que tenía veinte años que me di cuenta de la conexión: la canción de Eric Carmen “All by Myself” es un fragmento del segundo movimiento de este concierto.
Para mí tiene un enorme sentido que Eric Carmen se haya basado en la obra de Rachmaninov para crear una balada tan hermosa, cargada de emotividad, lograda en melodía y armonía.
Así fue que una noche, mientras escribía un cuento… mentalmente conecté el segmento del concierto con: When I was young, and never needed anyone… and making love was just for fun, those days are gone…
Ahí estaba una vez más el hilo invisible conductor entre todas las cosas que me gustan: Rachmaninov admiraba la obra de Chopin y en su propia obra se perciben algunos giros chopinianos. La balada All by myself siempre me encantó, y resultó provenir de este mágico segundo movimiento del concierto para piano número dos en do menor de Sergei Rachmaninov, maltratado por la crítica y por el público, al punto de terminar dependiendo de su psiquiatra, el Dr. Nikolái Vladímirovich Dahl, a quien dedicó este concierto.
Y pensar que su crítico más feroz había sido el conservador César Cui, miembro del “Grupo de los Cinco”. Este hombre expresó con total desparpajo al momento del estreno de la primera sinfonía: “Si hubiera un conservatorio en el infierno y uno de sus mejores alumnos tuviera que componer una sinfonía programática sobre las siete plagas de Egipto, podría haber escrito una sinfonía como la del señor Rachmaninov. Habría colmado de alegría a sus habitantes”.
Tal vez debería contarles que Cui (Tsézar Antónovich Kiuí) era tutor del Zar Nicolás II, además de militar e ingeniero. Sí, había aprendido música, pero nunca estuvo a la altura de un Rachmaninov en talento, de un Rachmaninov moderno, visionario para su época que desafiaba los cánones musicales de una Rusia regida por este grupo de los cinco que querían mantener la música rusa en “estado puro”, incólume.
Su grupo nacionalista hacía trizas a cualquiera que se saliera del esquema aceptado. Y lo más triste es que no era necesario, puesto que la obra del nacionalismo ruso es hermosa y tiene como máximo exponente a Glinka. Lo negativo es no permitir que emerjan nuevos estilos, convertirse en entes reguladores y destruir la moral de personas como Rachmaninov.
Sucedió lo de siempre: los recalcitrantes poseedores de los recursos materiales; ergo, el poder… atacando con la artillería más pesada al talentoso que se sale del patrón aceptado, llevándolo casi a la locura para quitarlo del medio por subversivo.
Pero Rachmaninov es eterno y no hay grupo de los cinco que haya podido ni pueda contra eso…
Deseo que disfruten del concierto de Rachmaninov y de la balada de Eric Carmen. De esta última, comparto la versión completa que contiene el interludio instrumental.