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Entrevista. Ragendorfer: “Bullrich es el garrote del régimen, eso garpa para un sector del electorado”

Ricardo Ragendorfer supo definir a Patricia Bullrich como “el garrote del régimen”. Se dedicó a seguir su trayectoria política desde sus orígenes en Montoneros hasta la actualidad. La reconciliación con los genocidas, su paso como ministra de la Alianza y su precandidatura presidencial. Dialogamos con el investigador y cronista de diversos medios, entre ellos Tiempo Argentino.

Diego Iung @IungDiego

Miércoles 12 de julio de 2023 09:03

Fotos: Martin Cossarini

Fotos: Martin Cossarini

Entrevistamos a Ricardo Ragendorfer para conocer parte de la historia de una de las protagonistas en la disputa interna de la alianza Juntos por el Cambio en la carrera presidencial. Las investigaciones de Ragendorfer y su libro Patricia. De la lucha Armada a la Seguridad (Planeta, 2019), donde el autor recorre la trayectoria política de quien fuera la ministra de Seguridad de Mauricio Macri, lo convierten en una referencia para analizar a esta referente de la derecha macrista.

Desde sus orígenes en la política de la mano de la organización Montoneros, el autor sigue los pasos a lo largo de las últimas décadas de quien luego fuera una de las principales responsables políticas de los hechos que derivaron en la desaparición y muerte de Santiago Maldonado y en crimen de Rafael Nahuel.

El autor de La Bonaerense, Los doblados y El otoño de los genocidas, entre otras obras, es periodista desde hace décadas, especializado en la composición, el accionar y la historia de las fuerzas represivas y los organismos de espionaje. Un poco de todo esto charlamos en esta entrevista.

Por su investigación sobre Bullrich, la mirada de Ragendorfer es imprescindible para entender las coordenadas ideológico-políticas de la precandidata de Juntos por el Cambio que podría llegar a la Casa Rosada. En el marco de la actual campaña electoral, hay abierto un debate político sobre las formas de represión de Juntos por el Cambio y las del Frente de Todos. En este rico “diálogo” virtual donde conversan las entrevistas a Ragendorfer, a Adriana Meyer y a Carla Lacorte, que se presentan juntas en este dossier, surgen distintas miradas. El autor de Patricia tiende a ver una diferencia mayor entre un espacio y el otro. Meyer (autora de Desaparecer en democracia) y Lacorte (autora de La disciplina de las balas) describen un escenario donde sobran semejanzas entre BerniBullrich.

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En uno de los primeros capítulos de su atrapante libro sobre la exministra de Seguridad, el autor hace un pormenorizado relato del profuso árbol genealógico de su protagonista. Juan Martín de Pueyrredón, Honorio Pueyrredón, Adolfo Bullrich, entre tantos otros nombres de la oligarquía criolla. Cuenta que la abuela de “Patus”, así la llamaban de niña, insistía obsesivamente a sus nietos acerca del parentesco con nada menos que Julio Argentino Roca, el genocida de los pueblos originarios de la Patagonia. El sur del país, donde la precandidata a presidenta supo hacer de las suyas. Ese mismo capítulo finaliza con una pequeña Patricia Bullrich Luro Pueyrredón que entonces cursaba la primaria en el aristocrático colegio Bayard de la Ciudad de Buenos Aires, afirmando en un acto escolar en homenaje a San Martín que “hay tumbas que mandan”.

¿Cómo definirías el lugar que ocupa Bullrich en la política argentina?

Muy variado. Tenemos que hablar de su instalación política de las últimas dos décadas y media, aunque su inserción en la política lleva ya cinco décadas. Ella un poco salta a la luz en los ochenta como dirigente de la Juventud Peronista en la época alfonsinista, que era una especie de JP “light” en relación a la JP que existió con anterioridad.
Su instalación en el escenario político, diríase profesional, si bien tuvo alguna responsabilidad en la época de (Carlos) Menem, la primera vez que reparé en ella instalada políticamente fue en la época de (Fernando) De la Rúa. Por esos años me tocó entrevistarla. Me impresionó verla como funcionaria de De la Rúa y no menos asombro me causó el ajuste del 13 % a los jubilados que llevó adelante en ese entonces como ministra de Trabajo. En ese momento, desde luego, me seguía llamando la atención su peregrinaje por partidos políticos disímiles, como si fuese una persona que cambia sus posturas políticas como quien se cambia de camisa. Después comprendí que, en realidad, ella tenía cierta coherencia consigo misma, ya que la meta de su vida no era la ideología o una lucha político/ideológica sino la acumulación de poder sea donde sea y siempre al lado del ganador de turno. Hasta los últimos tiempos, donde tiene la ensoñación, y trabaja para eso, de ser directamente la ganadora.

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Vos en tu libro y en varias entrevistas la definiste como “el garrote del régimen”

Sí, fue el brazo represivo del macrismo. Y era la persona ideal para ello por dos razones: su falta de escrúpulos y el hecho de que –y esto cuaja muy bien con el PRO– de que es una absoluta incompetente.

¿Esto por qué lo decís?

¿Cómo te puedo explicar? Si le regalás un pato se ahoga. Es una persona que tiene una ignorancia supina, basta escucharla hablar de economía como hace últimamente en los programas de televisión y escuchar las burradas que dice. A mí me causa gracia porque ella obtuvo un doctorado en Ciencias Políticas. Y con las cosas que dice es imposible que no lo haya obtenido por izquierda, habría que investigar. Fue compañera de facultad de (Juan Carlos) Blumberg (en relación al falso título de ingeniero que se atribuía el conocido entusiasta de la mano dura, NdR).

Volvamos al macrismo. Cuando la nombraron yo tuve la presunción de que eso no significaba nada bueno. Por un lado, porque es una persona ambiciosa. Por otro, porque es ignorante e incompetente. Y esa mezcolanza de defectos más que de virtudes la convierten en una persona peligrosa. Desde luego que el caso Maldonado fue el hecho en el cual ella de algún modo desenmascaró toda su gestión de una manera casi pornográfica. Empezando por los personajes que la rodeaban, por ejemplo (Pablo) Noceti, que es un tipo que venía de una matriz ideológica bastante jodida, defensor de represores. Estaba también Daniel Barberis, un tipo que fue delincuente común y tuvo una prestigiosa militancia en la resistencia peronista, que finalmente deviene en un extumbero que se hizo amigo de la gorra. Gonzalo Cané, que reemplazó a Noceti en las tareas represivas en el sur. Fernando Soto. Yo me acuerdo de lo que en ese entonces decía (Luis) Petri, que ahora es su flamante precandidato a vicepresidente, sobre Bullrich: “Pobre, los jefes de la seguridad le dicen cualquier cosa, entonces ella se equivoca”. No solo se equivoca por su propia falta de idoneidad, sino por sus propias posiciones. Su primer acto apenas asumió como ministra es mandarle gendarmes a Gerardo Morales para que reprimiera en Jujuy (ahí uno de los micros vuelca y mueren 43 gendarmes). Como garrote del régimen no tenía ningún escrúpulo en su accionar y daba la cara, lo cual facilita una función de gobierno. Un ministro de Economía tiene que dar la cara para hablar de la inflación, pero ella daba la cara y su cara era una cara manchada de sangre. La sangre de sus errores le salpicaba en la cara y ella absolutamente impávida.

¿Errores o aciertos, podríamos decir, desde el punto de vista de sus intereses políticos?

Lo que son aciertos para ella eran actos puramente homicidas. Y se convertían en un acierto no por obra de su idoneidad sino de su ingenuidad. Y le servía al Gobierno de Cambiemos porque en realidad ella tenía ambiciones políticas y porque, lamentablemente, hay un vasto sector del espíritu público que lamentablemente le gusta ese tipo de políticos y políticas.

A partir de su paso en el Ministerio de Seguridad, ¿cuál es el lazo que le queda a ella hoy con el aparato represivo?

Yo pienso que los jefes de entonces de las fuerzas de seguridad la obedecían porque de eso dependía la continuidad de su carrera y porque los jodía menos que un tipo más garantista o un tipo, también un poco zarpado, pero distinto, como (Sergio) Berni. O sea Berni es un tipo del que los uniformados se cuidan, en cambio ella, la aceptación que tenía, la aceptación de la cual gozaba entre los jefes de Gendarmería y de las fuerzas federales, pero fundamentalmente de Gendarmería, es porque la podían soguear, manipular, le daban soga.

En tu libro relatás el rol de nexo que jugó Bullrich en acercar a Rodolfo Galimberti (exdirigente montonero) y la familia Born, ya entrados los años 80, para intentar hacerse de parte del dinero del secuestro de los hermanos Born, que Montoneros había realizado en 1974. Ahí Bullrich se relacionó directamente con parte del gran empresariado que había apoyado el golpe genocida y que luego impulsa al menemismo.

No creo que haya habido un plan para “captarla”, pero sí creo que el acercamiento de un tipo como Galimberti a Born es una especie de trofeo de los que eran sus enemigos de clase. Por otra parte, para personajes como Patricia Bullrich o Galimberti es una suerte de “happy end”, un final feliz. Es la concordia, ya no somos más enemigos. Tenemos el mismo objetivo: hacer el programa de Susana Giménez. Es más, yo no sé si hablar de traición con respecto a Galimberti, lo suyo siempre fue la guita. Era un tipo mucho más inteligente y carismático que Patricia, pero la gran ruptura con Montoneros no fueron diferencias políticas sino los 60 millones de los Graiver.

¿Cuál te parece que es la apuesta de ella en caso de imponerse en el Gobierno?

Es bastante previsible lo que ella va a hacer y además lo anuncia. Es decir, hacer en el menor tiempo posible lo que Macri no pudo hacer en cuatro años. Y es lo que comparten todos los candidatos de derecha. Comparte esa celeridad con Milei, con Espert. Y en ese sentido, tal como escribí en Tiempo Argentino, no es que haya halcones y palomas. Esa diferenciación “avícola” es falsa. En realidad hay hienas y serpientes. Ambas son letales pero tienen una metodología diferente. La serpiente es más silenciosa que la hiena, esa es la diferencia que hay entre ella y (Horacio) Rodríguez Larreta. Van a hacer exactamente lo mismo, van a reprimir de la misma manera. De hecho, mientras (Gerarado) Morales reprimía el otro día en Jujuy –Morales es una “paloma”-, otra “paloma”, Rodríguez Larreta, desalojaba con represión a las mujeres que vivían en el albergue Pringles. Son exactamente lo mismo y no es una especulación mía, sino que lo dicen. ¿De dónde sale eso del “plan motosierra” de (Javier) Milei? De su propia boca. La mina habla todo el tiempo de endurecer todo. Y lo hablan, lo dicen, lo reconocen, porque eso garpa, porque hay una gran porción del electorado que es así.

Me decías antes que Berni tiene una relación distinta con las fuerzas

Mira, Berni es un tipo raro. Es la clase de personas que no me cae bien. Más allá de sus modales carceleros, el tipo es médico, cirujano, un tipo que quiere ser milico. Como dicen de los canas, “adoradores de la gabardina”: tipos que no son pero les encantaría. Es médico militar. Pero él ignora, o ignoraba, que los canas odian a los milicos. Esa animosidad viene de la época de la dictadura, cuando estaban subordinados operativamente en la “lucha antisubversiva” a los milicos. Rivalizaban por los botines de guerra. Es decir, por lo que se robaban de las casas de los desaparecidos. Entonces los tipos empiezan a delinquir por la suya. Antes curraban con la prostitución, con el juego, con contravenciones. Y ahí empiezan con delitos pesados. En los 90 le dan un sesgo empresarial a todo esto. Y odian a los milicos. Por ejemplo a Aldo Rico (el militar carapintada), cuando fue ministro de Seguridad de (Carlos) Ruckauf, lo eyectaron del cargo con una broma. Le dieron una foto de De la Rúa con su custodio, diciéndole que el custodio que aparecía era el “Indio” (Carlos) Castillo. Un tipo de la ultraderecha, que fue parte de la triple A. Y Rico entra como un caballo y da una conferencia de prensa denunciando eso y mostrando la foto. Y era una broma. El individuo en cuestión no era el “Indio” Castillo sino un policía de la Federal que se le parecía un poco. Lo sacaron a los dos minutos, tuvo que renunciar. En su reemplazo pusieron al comisario Ramon Orestes Verón y ahí estaban “chochos”.

Volviendo a Berni, ya hace cuatro años que está al frente del Ministerio de Seguridad bonaerense y mantuvo una relación de equilibrio con la corporación policial que a mí me asombra. O sea, no la saneó ni nada por el estilo, pero a (María Eugenia) Vidal y (Cristian) Ritondo los tenían cortitos y con éste no hubo ningún quilombo. Me preguntaron por qué (Axel) Kicillof se banca a alguien como Berni, un tarado como Berni. Pero el éxito de su gestión es que no haya pasado nada grave.

El momento complicado fue cuando en 2020 hubo un importante motín policial, en plena pandemia, donde la Policía Bonaerense se llegó a manifestar en las puertas de la Quinta de Olivos y finalmente el Gobierno les dio todo lo que pedían.

Ahí marcaron territorio. Yo no digo que haya hecho una reforma o que haya solucionado el problema de la Policía Bonaerense. Para solucionar este tema de la Bonaerense tenés que tomar primero el Palacio de Invierno y después vemos.

Cuando fue lo de Facundo Castro Berni se puso la camiseta de la Bonaerense

Si, y por eso es un equilibrio. No vino a hacer una reforma, vino a que no se note. En cambio (Carlos) Arslanian tuvo otra política, cuando se aviva de que la estructura recaudatoria es piramidal y va de las comisarías y las brigadas hasta la cúpula, pasando por las regionales. Lo que se llama “la ruta del dinero azul”. Con un criterio, a mi entender, ciertamente loable, Arslanian decide descuartizar la estructura policial, subdividirla en ocho departamentales autónomas para destruir la ruta del dinero. Pero no calculó que la Bonaerense es como el agua, toma la forma del envase que la contiene. Lo que antes funcionaba como una empresa, quizás la única empresa estatal que funciona, devino en la aparición de una cantidad de hordas policiales autónomas que se disputaron entre sí el negocio del delito en la provincia de Buenos Aires. Después vino (Daniel) Scioli, con (Carlos) Stornelli de ministro, ahí hubo una contrarreforma, donde convive actualmente y en paralelo la recaudación oficial con las hordas policiales autónomas. Es ahí donde aparece Berni que, lejos de solucionar este quilombo, que es insolucionable, le da un bajo perfil.

Ya que mencionamos las fuerzas represivas. Otro tema que vos manejas bastante es el de la AFI y los servicios de inteligencia. ¿En qué momento estamos en relación a estas fuerzas?

Por empezar, denominar a estos organismos “de inteligencia” es una injusticia. Pero además de eso, una de las grandes deudas que tiene la democracia con su propia historia es no haber democratizado las fuerzas de Seguridad y no haber democratizado los servicios de inteligencia, con el agravante de que las fuerzas de seguridad no democráticas actuaban en el país a partir de diciembre del 83 a cara descubierta y los otros no.

A diferencia de la revisión judicial del pasado, los juicios por los delitos de lesa humanidad que se realizaron en todos los ámbitos represivos que hubo durante la última dictadura, eso no alcanzó debidamente a la SIDE, salvo en el caso de Automotores Orletti. No porque fuera de la SIDE, sino porque era un chupadero. Se lo investigó como tal, pero no se investigó a sus administradores, salvo a algunos como Patricio Finnen. En consecuencia, siguieron “laburando” en democracia sin que nadie los jodiera. “Democratizándose” en el sentido teatral de la palabra. La única depuración que hubo fue biológica: fueron envejeciendo y se fueron muriendo. Son la cloaca de Estado. De algún modo el macrismo fue para ellos, incluso más que para la Policía, una primavera absoluta, dado que esta fuerza política siente hacia el espionaje una fascinación casi infantil. Fue también una caja inagotable de recursos para sus bolsillos. Y eso es lo que hereda el kirchnerismo. Una estructura de inteligencia conformada por los hijos de la “generación diezmadora”. Son tipos que laburan para cualquiera, conspiran para cualquiera. Y la verdad no hubo ningún indicio de que la AFI se subordinara al gobierno kirchnerista, sino que sigue siendo parte del lawfare. La triple alianza entre el Poder Judicial, los medios y los servicios de inteligencia. Todos los jefes de la AFI desde el 10 de diciembre de 2019 hasta la fecha lo único que hicieron fue ser jefe de personal: controlar que los empleados fichen todos los días. Nada más. Les daban algunas tareas que tenían que ver con la inteligencia criminal, que hagan algunos laburos para algunos juzgados, pero nada más.

Vos que conocés profundamente sobre el tema de la composición de las fuerzas represivas, ante una situación potencial de mayor conflicto social, partiendo de lo que ya vemos hoy en Jujuy y que puede desarrollarse en caso de profundizarse aún más el ajuste, ¿vos notás un cambio en relación a años anteriores para que las fuerzas lleven adelante su accionar represivo?

Evidentemente hay un descenso del clima represivo a partir de la finalización del gobierno macrista. El gobierno de Alberto Fernández reprime cuando no le queda otra. Pero no se me ocurren que hechos puntuales que merezcan consideracion.

Guernica por ejemplo

Si, si. Actualmente hay un Estado que hace uso de manera atenuada de lo que se denomina erróneamente legítima violencia del Estado. Más que violencia política, el estado argentino, incluso los gobierno provinciales que están gobernados por el Frente de Todos aplican una suerte de represión social, pero esa represión social transcurre en medio de otro problema: que los agentes del orden del Estado, sea la fuerza policial tanto provincial como federal, más que defender los intereses de las clases dominantes, son fuerzas que se autofinancian a través de la caja delictiva y se autogobiernan y en consecuencia existe ese tironeo con el poder civil, ante el cual supuestamente están subordinadas. El problema del poder civil, el cual debería ejercer una jefatura sobre esas fuerzas de seguridad, está sometido a un perpetuo tironeo con ese Estado dentro del Estado. Ese Estado dentro del Estado, con esa autonomía y financiación, existe tanto dentro de los gobiernos de Macri o Patricia Bullrich como si nuestro presidente fuese Mahatma Gandhi.