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Red Internacional
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Crisis política. Ramos Mejía: sobre los usos políticos y mediáticos de un crimen

Las imágenes recorren el país este lunes por la noche. El asesinato de un comerciante y el dolor de una familia son utilizados para construir un sentido común reaccionario que solo puede terminar en más represión.

Lunes 8 de noviembre de 2021 21:24

Foto: Juan Carlos Blumberg

El asesinato del kiosquero Roberto Sabo se convirtió este lunes en una importante crisis política en la Provincia de Buenos Aires, con alcance nacional. La gran corporación mediática y la derecha política están utilizando el dolor de una familia para montar una campaña reaccionaria que solo puede terminar en más represión y mayor estigmatización hacia los sectores más humildes de la población.

A pocos días de las elecciones generales, el hecho es también utilizado de manera electoralista por la derecha en sus diversas variantes, convirtiéndolo en un eje de sus campañas.

Partiendo del hecho terrible de que una persona perdió la vida, los grandes medios opositores despliegan una fuerte campaña sensacionalista que pone el foco en el punitivismo, alentando discursos de mano dura, más represión, "meter bala" a quienes delinquen y hasta, incluso, el uso de la pena de muerte como castigo.

Un foco interesado que intentar mostrar el asesinato de Sabo y los delitos por fuera del contexto de aguda crisis social en el que se producen. ¿O acaso se puede dejar de lado el casi 50 % de pobreza que se vive y sufren millones en la Provincia de Buenos Aires? ¿O se pueden ignorar las vidas miserables que padecen sectores empobrecidos de la juventud?

Todo eso no es material de análisis o debate. Las cámaras están puestas en el hecho aislado y en el reclamo de inseguridad separado de este contexto. Se deja de lado, se ignora, que las fuerzas policiales están vinculadas a la organización del gran y el pequeño delito. En el mismo distrito, en La Matanza, un joven desapareció en manos de la Policía Bonaerense por negarse a robar para la brigada de Lomas del Mirador. Se llamaba Luciano Arruga. Ocurrió en 2009, cuando Scioli era gobernador.

Estos usos políticos y mediáticos alientan un sentido común crecientemente punitivista. Es decir, más leyes represivas; la baja la edad de imputabilidad; habilitar "vía libre" para el accionar policial, lo que alienta el gatillo fácil y la (mal) llamada "justicia por mano propia".

Un sentido común que es impulsado por la derecha más reaccionaria. Este mismo lunes fue el liberal Espert el que dijo que había fusilar y “agujerear” a quienes cometen delitos. Sí, leyó bien: “agujerear”. Es el mismo candidato que propone un ajuste brutal sobre las condiciones de vida de las mayorías trabajadoras. Que quiere más pobreza y desocupación mientras los grandes empresarios siguen amasando fortunas.

Las imágenes que recorren el país en la noche de este lunes son las de las familias indignadas. Aparece, ocupando cámara, el falso ingeniero Juan Carlos Blumberg. Su presencia recuerda otro hecho lamentable, que también fue utilizado -con un rol activo de su parte- como parte de una campaña política para pedir leyes más represivas.

La indignación de muchos familiares es comprensible. Han perdido seres queridos. Pero también se escuchan o ven declaraciones que piden pena de muerte o hablan de “cortar manos”. Son declaraciones fascistizantes, que terminan convirtiendo a los sectores más pobres en parias sociales, en enemigos a los que prácticamente hay que borrar. Que alientan a la Policía -aunque hoy la critiquen- a disparar contra los jóvenes pobres. Que habilitan un discurso de derecha que propone solucionar todo con cárcel y condenas más duras.

Ese discurso reaccionario no es solo de la derecha de Espert o Santilli. Es también el de Sergio Berni y sectores del oficialismo muchas veces. De hecho, la principal campaña del intendente Fernando Espinoza pasa por este tema, publicitando nuevos patrulleros, más gendarmes y más cámaras. Es el discurso de criminalización de la pobreza y de la protesta. Un discurso represivo que, muchas veces, también va dirigido contra los inmigrantes.

Si se permiten estos discursos se habilitan salidas aún más reaccionarias. De esta locura derechista solo se puede salir atacando los intereses de los más poderosos. Poniendo en cuestión la riqueza de una clase capitalista que amasa fortunas mientras millones se hunden en la miseria y la crisis social aguda. Atacando seriamente los intereses del gran empresariado. Algo que ni el macrismo ni el peronismo quieren hacer, más allá de los discursos diferenciados.

Para salir de esta locura hay que ir más allá de los discursos sensacionalistas y la demagogia derechista. Hay que atacar de raíz un sistema completamente decadente como el capitalista.

La historia -reciente y no tanto- demuestra que las recetas de mano dura que se proponen y aplican siempre han fracasado. Solo acabando con una sociedad desgarrada y desigual se puede enfrentar seriamente este agudo problema social.


Eduardo Castilla

Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.

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