El arribo de Rappi a la ciudad no solo trajo una nueva forma “cadetear” sino una forma de explotación que afecta principalmente a jóvenes sin ningún tipo de control. Las autoridades lo dejan correr.
Jueves 17 de enero de 2019 00:00
“¿Querés ser tu propio jefe? En Rappi manejas tu tiempo y sacas provecho de él, puedes conectarte a la hora que quieras y sin dejar de compartir con tu familia y amigos” es el eslogan de captación que utiliza en particular esta multinacional (sumándole a eso la profunda crisis que está atravesando el país que sin dudas ayuda para que los y las jóvenes terminen aceptando los términos de este “trabajo”), cientos de trabajadores entran en el engranaje de esta maquinaria exponiéndose a la crudeza de la rutina cotidiana que enfrentan. Un sector numeroso se activa a las 11 de la mañana hasta las 18 haciendo 7 pedidos en ese transcurso a 40 pesos cada pedido, sin pagar kilómetros recorridos ni minutos de espera.
Las condiciones en que trabajan los “colaboradores”, según la empresa, de plataforma digital, resultan negativamente interesantes; primero violando una ordenanza municipal 7042/2000 de Rosario, la cual regula la distribución de sustancias alimenticias, mercaderías varias y cadetería y/o mensajería u otros similares que se realicen mediante el uso de motocicletas, motonetas y/o moto-furgones. Los colaborabores, como lo llaman, son trabajadores que no tienen ningún seguro de responsabilidad civil ni tampoco cuentan con seguros contra robo de los elementos de trabajo ni que los cubra frente accidentes que tengan. Cuando falla la app de “soy Rappi” frente a algún pedido, el que termina pagándolo es el rapitendero descontándolo de su ganancia.
Contra la precarización, organización
Ante esta realidad laboral, un grupo de trabajadores comenzaron a auto organizarse para elevar sus demandas y que alguien de respuestas. Entre ellas exigen pedidos a no menos de 65 pesos, una jornada laboral de cuatro horas como mínimo aseguradas, seguros de vida, contra accidentes y terceros, convenio de trabajo como ya lo han conseguido en Buenos Aires, etc.
Uno de los trabajadores entrevistado por la Izquierda Diario expresó: “Nuestra postura frente al sindicato de cadetes que lidera Gustavo Yedro, queremos que quede bien clara. No compartimos su metodología de reclamo, porque no estamos en contra de las fuentes laborales como Rappi y Glovo, sí estamos a favor de una regulación de la actividad por parte del Estado, pero no nos representan los escraches que han hecho, pues, solo han complicado la tarea diaria que realizamos en dichas empresas digitales. Nos sentimos usados por el sindicato para su propio beneficio en cuanto que ellos, funcionan como empresa bajo una regulación de cooperativa, siendo su principal competencia la plataforma móvil de delivery, motivo por el cual están en su contra, en vez de ocuparse de los cadetes actuales de la ciudad de Rosario que en su 90% los empleadores los mantienen en la informalidad”.
Los jóvenes que se vienen organizando cuenta que han recurrido a figuras gubernamentales que no dan respuestas. “Los mismos concejales que tienen que tratar el tema en comisiones dicen desconocer de que se trata Rappi. La presidenta de la comisión de gobierno Maria Eugenia Schmuck nos recibió para informarse más del tema y nos prometió su compromiso frente a las posibles regulaciones que habría sobre las empresas de plataforma digital, pero aún seguimos esperando, habiendo participado inclusive de la movilización que se llevó adelante la semana pasada”, expresó el trabajador.
La empresa Rappi se abusa de la debilidad legal que existe al respecto y quienes salen a las calles todos los días por 35 pesos exigen respuestas. “Quienes representan la firma en la ciudad son Eugenia Suidini, Andrés Tolosa, y Fausto Marques y en Argentina Estano Sanchez que se hace denominar el capo. El maltrato de parte de ellos a sus trabajadores cada vez que surge un inconveniente con la aplicación es cotidiano. No lo soportamos mas y sabemos que la organización es la única salida a esta nueva forma de precarización de miles de jóvenes (estudiantes, inmigrantes, personas con antecedentes penales que se les complica aún más la salida laboral) que día a día ponen en riesgo sus vidas por unas migajas que ofrecen estas empresas de delivery siendo que sus ganancias son millones”, finalizó el trabajador consultado.