La posibilidad compleja que tuvo Chile para pasar desde un estallido, a una revuelta social, y luego a una rebelión popular –con una huelga política general–, evidencia la mayor importancia de las interrogantes y lecciones de este proceso histórico cargado de profundidad y significado. No obstante, algunos creen poder evitar su sentido y, así, no asumir ni aprovechar lo ocurrido, en la propuesta evaluativa más improductiva, la escapatoria intelectual más floja.
Sábado 19 de octubre de 2024
En Chile, la Rebelión en el 2019 fue un hecho objetivo: pujada por millones y más allá de la voluntad individual. Nuestras opiniones particulares al respecto –en especial nuestra idea actual de si estamos a favor o en contra de lo sucedido– no son casi nada al lado de este gigante histórico. De hecho, las opiniones cambian; los hechos ya sucedieron. Si las causas de este estallido (principalmente la carencia de dignidad y la desigualdad social económica) son significativamente más importantes que nuestras opiniones, entonces la Rebelión del 2019 se muestra como un fenómeno que fue necesario para la sociedad chilena, tanto así, que incluso avanzó contra todas las probabilidades en contra, en distintas etapas.
En general, en el siglo XVIII y XIX, las revoluciones burguesas, que fueron en su momento probables y legítimas, creando la democracia liberal vigente, la cual nuevamente se buscó mejorar. En general, las revoluciones son mecanismos mediante las cuales la humanidad, por necesidad y tensión, ha evolucionado y creado nuevas relaciones e instituciones, cada largo tiempo –aunque separadas por episodios cada vez más cortos–. De forma frecuente, muchas movilizaciones sociales han transportado este sentido y decantado en grandes conquistas sociales (como salario, elecciones, educación, entre otros).
Mientras las revoluciones cobran importancia en el mediano plazo, también es cierto que, en las últimas tres a cuatro décadas, las revoluciones han decaído en frecuencia, pero la propensión a las revueltas sociales aparentemente ha aumentado desde el 2010. El 2019, la humanidad vivió algo todavía más particular: algunas de las revueltas (de pocos días) llegaron a ser rebeliones (de semanas y meses). Aquí, Chile, de forma aún más especial e improbable para nosotros, constituyó uno de los ejemplos más destacados en el mundo. Estuvimos otra vez en el epicentro de la Historia (tal como en 1970, con el único gobierno socialista vía elecciones en el mundo; y, luego, con el neoliberalismo desde 1975 y 1979, al nosotros ser su experimento primigenio). Pasaron 45 a 50 años aproximadamente.
Surgida la rebelión, la contingencia crecía y todo era menos predecible, con lo que las opiniones “a favor” o “en contra” se movían de forma nunca antes vista. No obstante, el 12 y 13 de noviembre vivimos, de forma otra vez increíble, lo que puede caracterizarse ampliamente (aunque lejos de copar esta característica) como una "Huelga Política Revolucionaria" –esto es, buscando transformar radicalmente el poder político– pujada por la población trabajadora.
Posteriormente, la firma personalista de Boric el 15 de noviembre (hoy Presidente de Gobierno), que puede considerarse un factor medianamente previsible de acción desde las clases medias, dio un giro fatal: era probable que la movilización, sin una organización articulada, comenzara a desorientarse y cerrarse. En dicho acto, a su vez, se salvaguardó la continuidad del presidente de gobierno (Piñera) y, así, disminuyeron las probabilidades de forjar un proceso constituyente efectivo.
Por último, en Chile y en otras latitudes ni siquiera pudimos ver qué tan fuerte era la organización espontánea en el 2020 al surgir una pandemia sin precedente en la historia de la humanidad –algo que parecía aún más improbable luego todo lo sucedido–. De todas formas, las ciencias duras ya habían previsto que las pandemias sucederían en ese tiempo –así como ha previsto que vendrán otras a futuro, las cuales serán utilizadas de formas particulares–.
¿Cuáles son las probabilidades de que toda esta historia haya sucedido? Solo por dicha pregunta, no tiene ningún sentido tratar de ignorar todo lo que nos ha pasado, teniendo frente de nosotros un fenómeno marcado por una causalidad y un sentido tan profundos, enraizados en la sociedad, que sería un desperdicio socioevolutivo –sin sentido ni visión racional alguna– negar su acontecimiento o potencia. Entonces, la tesis contemporánea de “aquí no ha pasado nada” –para volver a la “normalidad” o el nivel de explotación de siempre– busca que la sociedad establezca “mecanismos de defensa” psicológicos permanentes (represión, negación, disociación y proyección) en relación a lo abrumador de la crisis experimentada y que, así, nunca superemos los hechos.
¿Qué sigue a futuro?
Es probable que a mediano plazo aumenten las revueltas sociales en el mundo: se ha previsto que los conflictos sociales aumentarán por el cambio climático y la pérdida de productividad económica. Entonces, determinado por cierta probabilidad, algunos de estos conflictos se transformarán en huelgas y protestas en una escala significativa según la organización política social más fuerte del momento.
Si bien es probable que vengan más revueltas en Chile, por ahora es probable que estas no ganen la mayoría de sus demandas o las más importantes/radicales, en tanto no existe una fuerza social con una organización representativa para ello, al menos observando el presente.
Por tanto, no es tan importante preguntarse si vienen nuevas revueltas –porque sí vienen–, como preguntarse qué factores hacen que estas ganen o pierdan.
Hoy en día, se está instalando una disputa por la memoria del 2019. Los conceptos que se le cuelgan (un mero “estallido”; el uso sesgado ridículo del concepto “delincuente”; entre otros), y la tendencia del ser humano a reprimir psicológicamente fenómenos dolorosos (como la pobreza) o situaciones traumáticas, ciertamente que le dan peso a la importancia de la disputa del sentido y la memoria, cavando en la ideología, la cultura y la psicología. Con ello, se puede buscar confundir lo ocurrido al reorganizar los múltiples recuerdos y emociones ligadas a la necesidad, la represión y la pandemia, y fomentar discursos de apoyo, desinterés o negación.
Sin embargo, la rebelión de millones sucedió increíblemente. Impactó a nivel nacional. Fue la única de tal fuerza en nuestra historia. Fue destacada a nivel internacional. Contra las probabilidades, ante cada desafío de movilización, salía cada vez más fuerte, hasta producir finalmente una huelga única excepcional. Sus causas continúan. Y no será la última.