En el 170 aniversario de la muerte del escritor, publicamos un breve comentario sobre uno de sus cuentos, a modo de invitación a la lectura.
Viernes 4 de octubre de 2019 18:43
El texto fue publicado en el periódico Saturday Evening Post de Filadelfia en su número del 19 de agosto de 1843. Aproximarse a un texto de Edgar Allan Poe es penetrar en el mundo de lo impactante, lo misterioso, lo terrorífico. Es sumergirse en una sucesión de imágenes caóticas que nos alejan de lo cotidiano y nos invitan al mayor de los infiernos.
El título ya cobra ribetes de superstición, por lo que significa la presencia del animal y su color, el narrador va a poner en boca de su mujer esta creencia popular cuando dice que ella “ve brujas disfrazadas en todos los gatos negros”.
Te puede interesar: Falta uno, Berenice
Te puede interesar: Falta uno, Berenice
El relato transita por los márgenes de lo psicológico y el horror, de una especie de declaración donde como presentación de personaje, él cuenta hechos puntuales de su infancia, aquellos que marcaron su personalidad, hasta el desarrollo de una inteligencia excitable que atormenta toda su alma.
Plutón, el gato, era su compañía, una verdadera amistad que se generó con los años, hasta que el protagonista se “satura de ginebra” (una clara marcación autobiográfica) y empieza a maltratarlo provocándole la pérdida de un ojo.
Así es como surge la perversidad en él, de hacer el mal por amor al mal, de ir más allá de lo permitido, allí es cuando se pregunta: “¿no tenemos una perpetua inclinación, no obstante la excelencia de nuestro juicio, a violar lo que es ley, sencillamente porque comprendemos que es ley?”.
Está decidido a seguir avanzando y en un brote de locura, de demencia sádica acaba con el animal. Totalmente desquiciado, en un descenso al peor de los infiernos, toda su casa se envuelve en llamas.
Te puede interesar: Edgar A. Poe: ciencia, cuervos y perversidad
Te puede interesar: Edgar A. Poe: ciencia, cuervos y perversidad
Una mezcla de dolor y remordimiento lo invaden, un extrañar esa presencia que lo acompañaba a toda costa, y una necesidad de reencontrar lo perdido. Por eso repite la historia, por eso el destino le pone por delante un animal similar.
Y vuelve el terror, el espanto, la aversión, la historia se convierte en pesadilla, de los horrores visuales pasamos a los auditivos. Una trama narrativa siniestra con un final espeluznante, como sólo Poe puede bosquejar.
Queda luego el eco de sus palabras para volver a leer una y mil veces: “No espero ni remotamente que se conceda el menor crédito a la extraña, aunque familiar historia que voy a relatar. Sería verdaderamente insensato esperarlo cuando mis mismos sentidos rechazan su propio testimonio. No obstante, yo no estoy loco, y ciertamente no sueño. Pero, por si muero mañana, quiero aliviar mi alma…”.
El cuento se consigue en internet: búsquenlo, no tiene desperdicio.