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Red Internacional
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OPINIÓN. Reflexiones de una joven militante tras 5 años en el movimiento feminista

El 8 de marzo de 2017 fue la primera vez que muchas chicas jóvenes salíamos a la calle a manifestarnos. Estos años me han reafirmado en que la esperanza por cambiar de base el mundo en el que vivimos no surge por arte de magia, nace de la organización. Por eso te animo a organizarte con nosotras, para construir las bases de un nuevo mundo en el que la explotación y la opresión sean cosas del pasado.

Lunes 7 de marzo de 2022

El 8 de marzo de 2017 fue la primera vez que muchas chicas jóvenes salíamos a la calle a manifestarnos. Yo lo hice en Zaragoza. El feminismo había vuelto con una fuerza atronadora. Mi generación ha crecido en las redes sociales y ahí comenzaba para muchas la politización de nuestras inquietudes personales, ahí fue donde descubrimos que no estábamos solas. Las reclamaciones por la igualdad de género hacían eco en nuestra corta pero profunda experiencia bajo el patriarcado. Recuerdo los carteles y cánticos de ese año. “Volviendo a casa quiero ser libre, no valiente” decía uno de ellos. Y es que el verano anterior había tenido lugar en Pamplona una brutal violación grupal que luego se conocería bajo el nombre del caso “La Manada”. Este juicio supuso que las movilizaciones masivas crecieran fuera de las fechas señaladas del movimiento feminista. Es decir, además del 8M como día de la mujer trabajadora, del 25 de noviembre; día contra las violencias machistas o del 28 de septiembre por el aborto legal seguro y gratuito.

Después de la euforia de mi primera manifestación recuerdo volver a casa y pensar “¿y ahora qué?”. Una vez interiorizada la necesidad de cambiar la sociedad era difícil sacarla de mí. En ese momento estaba acabando bachillerato y unos pocos meses después me mude a Madrid a estudiar la carrera de Estudios Internacionales. En septiembre de 2017 en la facultad de filosofía y letras de la UAM conocí Pan y Rosas, una agrupación de mujeres que se presentaba con aspiraciones más allá de salir varios días al año a manifestarse, quería que nos organizáramos todo el año.

A principios de noviembre vi por primera vez el monólogo de Pamela Palenciano, que vino a presentarlo al Colegio Mayor en el que estaba viviendo. Recuerdo ese día con mucha intensidad. Todo lo que contaba lo veía muy claro, las violencias estructurales de las que hablaba, ya no solo de las desigualdades de género, sino también el clasismo y el racismo.

El 25N de 2017 muchas chicas de mi clase marchamos con Pan y Rosas. Nuestro bloque estaba justo delante del de Podemos. Revisando las fotos y videos que hice me encuentro con el lema que más gritamos aquel día “Patriarcado y capital alianza criminal”.

Crecer durante la crisis de 2008 había supuesto para muchas de nosotras, aún sin saberlo, tener una sensibilidad anticapitalista. Pero esta sensibilidad no te hace en sí misma anticapitalista, hacía falta organizarse y luchar por una alternativa. Era la época dorada de Podemos, y en el movimiento de mujeres había bastantes tendencias hacia que las aspiraciones de éste fueran captadas por el partido morado. Pensar que lo que se veía en las calles pudiera verse representado en las instituciones podía sonar bien, pero con la experiencia que da el tiempo, la necesidad de independencia de clase que señalaba Pan y Rosas iba a ser completamente necesaria.

Las enormes movilizaciones del 8 de marzo de 2018 y 2019 no llegaron por arte de magia. La primera se encuadraba dentro del Paro Internacional de Mujeres en el que Pan y Rosas salió en numerosos países del mundo y la segunda además fue un reflejo de que el multitudinario movimiento feminista en el Estado Español podía convertirse en la punta de lanza de un cuestionamiento completo de la sociedad. La huelga se convocó en 4 ejes: laboral, de consumo, de cuidados y estudiantil.

El impacto que el movimiento feminista estaba teniendo en la sociedad y sus diversas derivas políticas comenzaba a mostrar la necesidad de una mayor organización. La preparación en el Estado Español de las movilizaciones feministas tenía detrás trabajo y numerosas discusiones entre distintas posiciones sobre temas centrales del movimiento feminista, especialmente su sujeto y sus reclamaciones centrales. Las compañeras de Pan y Rosas participábamos tanto en las asambleas de ciudades como Madrid, Barcelona y Zaragoza como en los encuentros estatales que se dieron en ciudades como Gijón o Zaragoza.

Para una joven que apenas llevaba un par de años introduciéndose al feminismo esto podía quedar demasiado grande. La ilusión de pensar que todas las mujeres íbamos a una se fragmentaba al ver que la clase nos separaba. Pero esa amplitud, heterogeneidad y diversidad no me asustó porque no estaba sola para comprenderla, ya militaba formalmente junto a mis compañeras de Pan y Rosas y de Contracorriente.

En estas agrupaciones formadas mayoritariamente por jóvenes nos organizamos mano a mano con trabajadoras: las kellys, trabajadoras del hogar, migrantes en cadenas de alimentación… porque nuestra lucha para acabar con un sistema que nos precariza, nos oprime y nos explota, es la misma y es totalmente necesario que esta sea con total independencia de los partidos que no luchen hasta el final por la auto organización y por una salida anticapitalista.

La desconfianza que mostrábamos en el proyecto neorreformista de Unidas Podemos se materializaba claramente a finales de 2019 cuando pactaba con el PSOE el Acuerdo de la coalición progresista. Ese reclamo del 15M que decía “PSOE y PP la misma mierda es” se había evaporado. No hace falta que recuerde la criminalización por parte de la extrema derecha que supuso el 8M de 2020 (el cual también hay que decir que ya no era tan masivo como los anteriores) cuando el estado de alarma por la COVID-19 se decretó solamente unos días más tarde.

La pandemia sacó a la luz muchas de las cuestiones que se señalaban desde hacía años desde el movimiento feminista: la situación de las cuidadoras, la carga de las mujeres trabajadoras en los puestos más precarios, la violencia de género que se vuelve el hogar una cárcel cuando no hay salida viable, la situación de las prostitutas… Sin embargo, el impulso que parecía haber tomado la rabia para organizarse iba decayendo a medida que se ponían las esperanzas en el Ministerio de Igualdad de Irene Montero.

Esto nos lleva a la pasividad generalizada de un 8M de 2021 que fue prohibido en Madrid bajo la excusa de una alerta sanitaria, una alerta que como vimos durante meses, no se aplicaba igual para todos. Pero Pan y Rosas no nos plegamos ante estas restricciones.

La preparación para las movilizaciones de este año se han visto atravesadas por una fragmentación cada vez más visible y polarizada del la cuestión del sujeto y las reclamaciones centrales del feminismo, unos debates en los que la confianza en el “gobierno progresista” se resquebrajan pero desde luego no de la manera que sería conveniente para las mujeres de clase trabajadora que siguen sufriendo las consecuencias de una Reforma Laboral reafirmada por la ministra Yolanda Díaz, tampoco para las personas trans que ven como la ley se reduce hasta quedar en un acto propagandístico que no resuelve la situación real de miles de personas.

A su vez el vaciamiento político de las asambleas feministas, ha supuesto en muchas ciudades pasar de largo por cuestiones tan centrales como la huelga laboral. Si la poca participación es una excusa para no llevar más lejos las reclamaciones del 8M deberíamos darnos cuenta que esta estrategia tal vez está fallando.

Hoy, a un día del 8M de 2022, la situación es muy distinta a la del pasado año. Casi hemos olvidado la pandemia, pero no por su finalización sino por un conflicto aún mayor como es la guerra en Ucrania, una nueva contienda en la que los posicionamiento sacan a la luz quién sigue apoyando el imperialismo de una OTAN criminal o la Rusia de Putin que persigue y oprime a su propio pueblo.

Desde Pan y Rosas decimos No a la guerra, por una salida independiente liderada por la clase trabajadora ucraniana, rusa y del mundo entero.

Porque el mundo se tambalea y esto se refleja cada vez más en la salud mental de una juventud precaria que quiere recuperar su futuro. La experiencia de estos años me ha hecho llegar a comprender muchos debates y muchas posiciones a nivel político, pero si hay algo en lo que me puedo reafirmar cada día más viendo lo que sucede a nuestro alrededor es que la esperanza no surge por arte de magia, la esperanza por cambiar de base el mundo en el que vivimos nace de la organización, del cuestionamiento, de las discusiones y de la confianza plena en un programa por el que se lucha cada día, no solo en fechas señaladas.

Por eso te animo a organizarte con nosotras, para construir las bases de un nuevo mundo en el que la explotación y la opresión sean cosas del pasado.

CONVOCATORIAS: