Trump rechazó firmar declaración del G7 contra proteccionismo económico. Incertidumbre en la renegociación del tratado que selló el destino de la clase trabajadora y los sectores populares en México, Estados Unidos y Canadá.
Martes 12 de junio de 2018 00:46
Luego de la áspera cumbre del Grupo de los 7, llevada a cabo en Canadá, Donald Trump reiteró que Estados Unidos quiere incluir una cláusula sunset (de extinción) en la nueva versión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), a pesar de que los gobiernos de Canadá y México están en contra.
Ildefonso Guajardo, el secretario de Economía de México, casi suplica que se flexibilicen las condiciones de la renegociación. Así intenta defender los intereses de las trasnacionales que tanto se han beneficiado desde la entrada en vigencia del TLCAN en 1994.
La semana pasada, días antes de la cumbre del G7, retumbó la aplicación de los aranceles al acero y al aluminio importados desde la Unión Europea, Canadá y México. Y al retirarse de la cumbre, el magnate elegido presidente de EEUU declaró que, de no lograr una modernización del TLCAN beneficiosa para su país, su segunda opción sería negociar dos acuerdos bilaterales por separado con México y Canadá.
Trump tiene un objetivo claro: reducir el déficit comercial del país que gobierna, que en 2017 llegó a 568,000 millones de dólares. No importa a qué costo. El mandatario estadounidense es mucho más que imprevisibilidad: condensa en sus vociferaciones la crisis de la gran empresa imperialista que es la globalización.
El libre comercio –que incluyó la relocalización y el desarrollo de polos industriales en países de la periferia capitalista, como México y la India– no llegó a dinamizar la tasa de ganancia que exigen los grandes capitales mundiales.
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Vínculos económicos y sociales
Las fronteras estadounidenses, en especial al sur del río Bravo, están en el ojo de la tormenta. Allí se extienden algunas de las cadenas de valor de la manufactura mundial.
Según un informe de las autoridades mexicanas, América del Norte concentra el 12% del comercio mundial, el 28% del PIB mundial y el 26% de los flujos globales de inversión extranjera directa. Eso es lo que está en juego para los poderosos.
Y también las migajas que los fabricantes mexicanos, socios menores de las trasnacionales instaladas aquí, reciben.
Once estados yanquis envían el 30% de sus exportaciones a Canadá; y otro 20% de las ventas a dicho país corresponden a otros 24 estados. Los estados que mantienen vínculos más estrechos con Canadá son Maine, Montana, Michigan, Vermont, Ohio, Missouri, Dakota del Sur e Indiana: comercian con productos agrícolas, energéticos, maquinaria y partes de autos.
Es imposible pensar el mantenimiento y desarrollo de la agricultura y la ganadería intensiva (agrobusiness) en Estados Unidos y Canadá sin la fuerza de trabajo de millones de migrantes mexicanos y centroamericanos, que en condiciones de gran precariedad construyeron la prosperidad de grandes empresas, como la Driscoll.
En particular en el caso de México y Estados Unidos, desde la invasión de 1846-1848 y la rapiña del territorio mexicano, los caminos de ambos países se entrelazan. Primó la subordinación del primero a la Unión Americana a lo largo de la historia. La firma del TLCAN en 1994 implicó un salto en el sometimiento, a través de la expoliación de recursos y la pauperización de la clase trabajadora.
Améxica dio en llamar Univision Noticias al territorio fronterizo entre México y Estados Unidos. 58.7% de la industria maquiladora mexicana están en los seis estados de la frontera.
Alrededor de quince millones de personas son las que viven, trabajan y estudian en la frontera entre ambos países. Una línea divisoria de casi 3,200 kilómetros que separa ambos países. Noventa y cuatro municipios mexicanos de seis estados -Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas- limitan con 48 condados estadounidenses que pertenecen a cuatro estados -California, Arizona, Nuevo México y Texas.
En 2017, el intercambio comercial entre México y EE. UU., ascendió a 557,034 millones de dólares (mdd), mientras el superávit del primero sobre el segundo llegó a 71,054 mdd. Los estados fronterizos con el gigante del norte aportan al Producto Bruto Interno de México 21%.
Sólo el comercio de México con Texas llegó a los 187,509 mdd. Desde la entrada en vigor del TLCAN, las exportaciones de Texas a México se han incrementado exponencialmente y llegaron a representar el 40% de las exportaciones anuales de ese estado. Si se cancelara el tratado, y empezaran a aplicarse las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) los analistas consideran que para Texas podría significar costos superiores al 15% de su Producto Bruto Interno.
Ciudad Juárez-El Paso
En cuanto a California, 15.4% de todas sus exportaciones van a México y 1 de cada 33 empleos en el estado - aproximadamente 550,000-, dependen del comercio con México, que en 2017 llegó a 73,165 mmd. Destaca también el intercambio comercial entre Arizona y México (el principal socio de ese estado), que en 2017 ascendió a 15,491 MDD.
En 2017, México fue el principal exportador de bienes a Michigan, Arizona, Texas y Utah y el segundo exportador a California, Florida, Carolina del Norte, Connecticut, Mississipi y Nuevo México.
A su vez, México fue el principal destino de las exportaciones de Arizona, California, Nuevo México y Texas, y el segundo destino de Arkansas, Colorado, Georgia, Illinois, Indiana, Iowa, Kansas, Louisiana, Massachussets, Michigan, Minnesota, Missouri, Nebraska, New Hamsphire, New Jersey, Carolina del Norte, Dakota del Norte, Ohio, Oklahoma, Pennsylvania, Dakota del Sur, Tennessee y Wisconsin.
Los trabajadores migrantes sin estancia legal –a los que tanto insulta y persigue Trump- aportan cerca de 12,000 millones en impuestos a las arcas estadounidenses cada año, aunque no pueden acceder a la gran mayoría de programas públicos, según un estudio del Instituto sobre Impuestos y Política Económica. Prácticamente todas las familias mexicanas tienen parientes que han migrado a Estados Unidos. Muchos envían millones de dólares en remesas.
Tanto en el terreno político como económico, los gobiernos mexicanos siguen las órdenes de la Casa Blanca. Dos ejemplos emblemáticos son los 129 mmd que asignó en 2017 la administración Trump (a pesar de sus diatribas) al financiamiento de la Iniciativa Mérida, establecida en 2007, y la fallida “guerra contra el narcotráfico”. Y la implementación de las reformas estructurales –laboral, energética y educativa– diseñadas para favorecer los intereses de las trasnacionales. Esto significó la entrega de los recursos energéticos y la imposición de los salarios más bajos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
La subordinación al imperialismo estadounidense tiene un alto costo para la clase trabajadora y los sectores populares en México: la degradación creciente de sus condiciones de trabajo y de vida, un fenómeno que también han vivido en carne propia las trabajadoras y los trabajadores en Estados Unidos y en Canadá, a otro nivel.
El TLCAN en la cuerda floja
Trump amenazó con sacar a Estados Unidos del TLCAN. Puede hacerlo, con la aprobación del congreso estadounidense –pero se acercan las elecciones intermedias de noviembre y los republicanos podrían perder la mayoría en las cámaras–. Tras un proceso de unos seis meses, para el intercambio comercial se empezarían a aplicar las reglas de la Organización Internacional de Comercio, de acuerdo a las cuales el 62% de los productos que entran a Estados Unidos desde México, estaría sujeto a algún tipo de arancel, que según analistas elevaría los costos en 3.9% aproximadamente.
TLCAN, negociaciones que no acaban.
Indudablemente, el principal atractivo para la inversión de las trasnacionales al sur del río Bravo son los bajos salarios que se pagan. Mientras en México el salario mínimo es de 0.55 dólares la hora, en Canadá es de 8 dólares y el de Estados Unidos unos 10 dólares, aunque en ambos países el salario mínimo varía por región.
Ante una salida de EE. UU. del TLCAN, parece poco probable que haya un cierre masivo de las trasnacionales, ya que la imbricada estructura industrial entre los tres países podría colapsar. Un escenario de tratados bilaterales con condiciones privilegiadas para las trasnacionales estadounidenses respecto a las de otros orígenes parece más factible para favorecer a los yanquis.
Pero lo que es seguro es que el gran capital apuesta a que el costo de la crisis lo pague la clase trabajadora de Canadá, EE. UU. y México, con una mayor profundización de la precariedad laboral, con mecanismos aun por definirse, pero entre los que no se puede descartar un aumento de la edad jubilatoria y aumento de los aportes de los trabajadores para sus fondos de retiro.
La resistencia de los obreros de las maquilas en el norte, aun molecular, la del magisterio que enfrenta la reforma educativa, puede fortalecerse si busca el camino para unirse a sus hermanos del otro lado de la frontera.
Sólo la conjugación de la enorme fuerza social de las y los trabajadores de América del Norte, unidos, podría frenar este ataque, en la perspectiva de luchar por una integración económica al servicio de satisfacer las necesidades sociales de la mayoría, con el horizonte de conquistar los Estados Unidos Socialistas de Norteamérica.
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Nota: Datos estadísticos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y del United States Census Bureau.