Durante las últimas tres semanas no ha cesado de incrementarse la escalada de violencia entre palestinos e israelíes, en lo que varios medios nominaron “la Intifada de los cuchillos”.
Jueves 15 de octubre de 2015
Fotografía: EFE / Abed Al Hashlamoun
Siete israelíes y treinta palestinos resultaron asesinados junto a un tendal de heridos en una espiral de violencia iniciada en la Ciudad Vieja de Jerusalén oriental, el epicentro de los enfrentamientos y una de las zonas mas calientes del planeta. Los ataques individuales con cuchillos de cocina y destornilladores, y hasta vehículos que embisten contra los peatones, se combinaron con protestas callejeras a base de piedras y bombas Molotov, donde más de un millar de palestinos fueron heridos y otros 600 acabaron detenidos, según la organización de derechos humanos israelí Betselem. La Fuerza de Defensa Israelí (FDI) puso en práctica su nuevo protocolo de disparar “ante la menor sospecha”. La televisión europea reprodujo un video que mostró la acción de los “mistaravim”, los temibles agentes israelíes, infiltrados en los piquetes que incitaban a los jóvenes a tirar piedras para luego abrir fuego contra ellos y detenerles.
Si bien en principio los enfrentamientos estaban circunscriptos a Jerusalén oriental, el campo de refugiados de Shuafat, el norte de Ramallah y las colonias judías en Cisjordania, rápidamente se esparcieron a Gaza y las ciudades israelíes de Petaj Tikva, Kiriat Gat, Jaffa, en las inmediaciones de Tel Aviv, así como en Raanana, Hedera, Afula, Nazareth y Dimona.
La figura de los cuchillos inspiró miedo en las masas israelíes tras veinte años de relativa tranquilidad (excepto 2006 durante la segunda Guerra de Líbano que afectó la Galilea, la zona norte israelí). El alcalde de Jerusalén, Nir Barkat, llamó a la población a armarse para circular. El premier derechista Benjamín Netanyahu y todo el establishment internacional se “sorprenden” ante la crisis que denominan “ola de terror”, la misma que se ven obligados a padecer cotidianamente los palestinos en épocas de relativa estabilidad, producto de una política represiva permanente. Para su preocupación, todas las encuestas de opinión arrojaron que el 50% de los palestinos resulta proclive a la lucha armada y apenas un 30% está a favor de reiniciar negociaciones diplomáticas con el gobierno israelí.
Después de una reunión de emergencia, Netanyahu movilizó seis compañías de la FDI y autorizó el reclutamiento de cientos de guardias de seguridad, tras aumentar las penas de prisión a ocho años a los “lanzadores de piedras” y habilitar la demolición de las viviendas relacionadas con los sospechosos de “terrorismo”. En tono provocador, agregó que los cadáveres de los palestinos no serían devueltos para evitar “una exhibición de apoyo al terrorismo”.
Los “chicos de Oslo”
A diferencia de las intifadas de 1987 y 2000, hasta el momento las decenas de protestas callejeras constituyen agrupamientos espontáneos, carentes de dirección política y centralización (producto de la gran fragmentación territorial impuesta por la FDI y las colonias judías) y protagonizadas por jóvenes predominantemente laicos y sin filiación política. De carácter anárquico, los jóvenes se autoconvocan mediante las redes sociales y se reconocen como “los chicos de Oslo”. El apelativo alude a la fuente de sus penurias ancladas en los fraudulentos acuerdos de paz de 1993, firmados por todo el secretariado del Fatah, los sionistas y EE.UU., que solo sirvieron para extender la colonización judía de Cisjordania con 500 mil colonos armados establecidos en mas del 50% de ese territorio palestino, ocupando así casi el 85% de la superficie de la vieja Palestina histórica. Las nuevas generaciones desprecian esos acuerdos que Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina y signatario de los mismos, recién dejó sin efecto hace pocas semanas en la Asamblea General de la ONU. La falta de legitimidad del archi corrompido Abbas se expresa además en su política represiva contra los jóvenes desempleados de las barriadas más pobres, a manos de los cuerpos de seguridad instruidos por la FDI. Estos jóvenes fueron educados en su infancia por el operativo Escudo Defensivo de 2002, la respuesta militar israelí que aplastó la Segunda Intifada con mas de 5.000 muertos, siguiendo ese abc con las “detenciones administrativas” en las cárceles israelíes, el trazado del Muro del Apartheid y los operativos guerreros contra Gaza (Margen Protector en 2014, Pilar Defensivo en 2012 y Plomo Fundido en 2009), que transformaron esa franja en un campo de concentración a cielo abierto con 1,6 millones de parias que soportan un bloqueo por tierra, aire y mar desde 2007.
Un salto cualitativo
La chispa que encendió el estado de rebelión fue la infinidad de provocaciones y razzias que la FDI lanzó sobre la Explanada de las Mezquitas, el tercer sitio santo de los musulmanes, donde se encuentra la mezquita Al Aqsa. En esa zona de 17 hectáreas las autoridades israelíes y el Rabinato pretenden construir el llamado Templo del Monte a instancias del movimiento de colonos y sus ilusiones milenaristas de reeditar “el reino de David”, la ideología reaccionaria empleada para justificar el expansionismo hacia un Gran Israel. Así se proponen consumar la “judaización” de Jerusalén oriental, una zona históricamente árabe, ocupada tras la Guerra de los Seis Días de 1967 (junto a Gaza, Cisjordania, la península del Sinaí y los Altos del Golán) y anexada al Estado judío, aunque sin reconocimiento de la ONU. Cabe recordar que la Segunda Intifada comenzó con la provocación del genocida y líder del Likud Ariel Sharon en su visita a la Explanada de las Mezquitas, haciendo apología de su pertenencia judía.
El salto cualitativo en la escalada de violencia resulta del notorio incremento de los enfrentamientos observados durante los últimos años. Según el Shin Bet, la principal institución de seguridad del Estado sionista, si en 2011 fueron registrados 320 incidentes, en 2013 alcanzaron a 1.271 en tanto se quintuplicaron los hechos con armas de fuego. En su cuarto mandato, los sucesivos gobiernos de Netanyahu radicalizaron su política xenófoba como expresión de la derechización de la sociedad israelí, hasta consumar un gobierno de derecha “químicamente puro”, formado por el Likud, el ultra nacionalista Habait Hayeudi de Naftali Bennet y los judíos ortodoxos de Shas y Judaísmo Unido por la Tora, que expresa la alianza entre la derecha, los movimientos de colonos y el Rabinato y sus fracciones mas fundamentalistas. Producto de este curso, el movimiento de colonos aumentó sus acciones de vandalismo contra olivares, mezquitas, iglesias y viviendas palestinas, tal como ocurrió hace dos meses en la aldea de Duma, que terminó en el asesinato de un bebe de apenas 18 meses y sus dos padres. El desarrollo de estas bandas fascistas que firman sus atentados bajo la consigna Tag Mejir, alude al precio que deben pagar los palestinos por negarse a migrar de sus tierras.
Sólo la destrucción del Estado de Israel, un estado terrorista basado en la limpieza étnica del pueblo palestino, puede sentar las bases para una genuina relación fraternal entre árabes y judíos y la plena libertad de culto, pues no se trata de una “guerra contra los infieles”, como de forma reaccionaria sostiene Hamas de acuerdo a la Sharía, sino del legítimo y pleno derecho a la autodeterminación nacional del pueblo palestino, incompatible con la vigencia de ese estado racista y colonialista.