La detención de Jeanine Áñez ha causado una discusión dentro de los feminismos y a la vez se ha constituido en un punto de ‘crítica’ desde ciertos sectores liberales y neoliberales hacia el feminismo. En un artículo reciente de Mamela Fiallo Flor publicado en la revista Panam Post con el título “¿Dónde están las feministas ante la detención de Jeanine Áñez?” pretende cuestionar nuestra posición. Desde nuestro programa “Feminismo en Clave Socialista” nos hemos pronunciado porque “El género nos une, pero la clase nos divide” y lo reiteramos: ¡Ninguna solidaridad con una de las responsables políticas de las masacres de Senkata, Sacaba y Ovejuyo!
Jueves 18 de marzo de 2021
Gracias a la lucha de las mujeres hemos avanzado paulatinamente en la conquista de nuestras demandas, pero día a día nos enfrentamos a la realidad: que mientras unas cuantas mujeres han roto el “techo de cristal”, las mujeres trabajadoras y empobrecidas seguimos en condiciones de precariedad y de hecho, aquellas que acaban rompiendo este techo de cristal, lo logran sumándose a todos los mecanismos de opresión que la sociedad actual impone a las mujeres y aprovechándose del trabajo de millones de personas cuyos trabajos terminan siendo invisibilizados y sus vidas precarizadas.
Las mujeres no somos homogéneas como creen las “mamelas”, sino que como es cada día más claro, algunas forman parte del pequeño y reducido grupo de explotadores y opresores mientras que la gran mayoría somos parte de las de abajo y de quiénes hacemos funcionar con nuestro trabajo todos los resortes de la economía. Hablar de las mujeres y/o del feminismo como si fuera algo homogéneo es mostrar una supina ignorancia.
El sistema capitalista que se articula con el patriarcado se nutre gracias a la explotación de las y los trabajadores e incrementa sus ganancias cargando los trabajos domésticos y de cuidados no remunerados sobre los hombros de las mujeres, obligándonos a realizar dobles y triples jornadas laborales (las mujeres dedican el triple de tiempo que los hombres a estas tareas, según datos de ONU mujeres), además de sufrir una brecha salarial con nuestros pares varones que a nivel mundial asciende a 18,8% según datos de la OIT, que es una realidad que vivimos solo por ser mujeres y esta cifra se incrementa en países como el nuestro donde esas desigualdades económicas también son reflejo de las opresiones que sufren las mujeres por cuestión de clase y origen étnico, como es el caso de las mujeres indígenas. De la misma manera, pareciera que la maternidad estuviera penalizada dentro de este sistema ya que obliga a las mujeres a conseguir trabajos en el sector informal que son aún más precarizados porque los patrones no quieren gastar en licencias de maternidad ni en ningún básico derecho que les pueda reducir sus ganancias.
Es así que en este sistema que privilegia la ganancia de pocos sobre la vida de millones, nos declaramos anticapitalistas y antipatriarcales porque nuestras vidas valen más que sus ganancias. Nosotras abogamos por un feminismo de clase y socialista, por lo que partimos de afirmar vehementemente que existe una lucha de clases (no de razas, ni de géneros) manifestada justamente a través de todo lo expuesto anteriormente, donde unos pocos se benefician del trabajo de millones de personas y obtienen su riqueza a partir de la explotación sistemática de la clase obrera, del campo y de la ciudad, de la explotación y opresión a las comunidades indígenas y campesinas, de las que se usufructúa sus recursos o despoja de sus territorios y, de la destrucción de la naturaleza para satisfacer el lucro capitalista que no tiene fin.
La lucha no es entre hombres contra mujeres, tampoco es una lucha de negrxs contra blancxs o de indígenas contra mestizos, como quieren hacer creer los detractores del marxismo; al contrario, nosotras creemos que la única manera de acabar con este sistema de explotación y opresión, en el cual las mujeres trabajadoras nos llevamos la peor parte, es construyendo una gran fuerza desde abajo desde donde podemos unir lo que los capitalistas dividen desde arriba fragmentando nuestras luchas. Nosotras abogamos por la unidad de la clase trabajadora en su conjunto, formales y precarios, con y sin sindicato, que luche por poner en pie una verdadera herramienta de combate para cambiar esta estructura desde sus cimientos, y recordamos nuevamente la frase de Louise Kneeland “El socialista que no es feminista carece de amplitud, pero quien es feminista y no es socialista carece de estrategia”.
En el caso específico de Áñez, ésta ha demostrado, como otras mujeres antes que ella (Margaret Thatcher, Ana Botín, Hillary Clinton, etc.) que el hecho de que algunas mujeres accedan a puestos de poder no es una garantía para el avance en los derechos de millones de mujeres en el mundo; y ciertamente que Áñez haya llegado a la presidencia –con golpe de Estado de por medio- no supuso ningún avance para las amplias mayorías de mujeres pobres y precarizadas de nuestro país. Por el contrario, significó el inicio de un régimen de facto antiobrero y antipopular y abiertamente racista que dejó:
- Más de 36 personas asesinadas en las masacres de Senkata, Sacaba y Ovejuyo, cuyas consecuencias de estos crímenes de Estado se recargan con más fuerza sobre las mujeres familiares de las víctimas que no dejaron de bregar por justicia y sobre cuyas espaldas recae la manutención y mayores cargas de cuidado de sus familias. Y quienes se han constituido por esto, en la primera línea de lucha contra el golpe.
- Más de 90 casos de personas detenidas arbitrariamente y torturadas, que fueron acusadas sin pruebas de sedición y terrorismo, hechos ampliamente documentados por la CIDH, el ITEI, la Defensoría del Pueblo y otros. Además de denunciado por el organismo de Profesionales por los Derechos Humanos y Contra la Represión Estatal (ProDHCre) y distintas organizaciones de mujeres y feministas.
- Las y los cientos de migrantes que el autoproclamado gobierno de Áñez impidió ingresar al país, manteniéndolos en un precario y hacinado campamento, donde se encontraban mujeres embarazadas y con hijes pequeños, sufriendo el frío y el abandono completo por parte del entonces gobierno de facto.
- Un gobierno que permitió, alentó y premió a los matones de la Resistencia Juvenil Cochala (RJK) y los mantuvo en impunidad por haber desalojado con insultos, gritos, empujones y pateaduras a las mujeres de pollera de una plaza pública en Cochabamba.
- Recordemos también las condiciones extremas que han tenido que enfrentar niñas y madres producto de la pandemia, que agravó sus condiciones de vida; como la niña menor de 12 años que fue encontrada muerta el 22 de abril, tras no tener para comer durante días en una cuarentena militarizada que ignoraba la situación de millones de familias que viven al día. O la niña Esther que fue asesinada mientras su madre tenía que salir a trabajar en medio de la pandemia porque la gran mayoría de personas en este país no puede pagar el privilegio de llevar a sus hijes a centros de cuidado y tampoco se pueden dar el lujo de no trabajar o de trabajar desde sus casas.
- Por otro lado, en la pandemia, trabajadoras de primera línea han sido las más expuestas, como las trabajadoras de aseo urbano y enfermeras que se han tenido que organizar por su propia cuenta para gestionar la crisis sanitaria a la que el gobierno de facto de Áñez no dio solución, siendo por el contrario protagonista de vergonzosos casos de corrupción como el caso de los respiradores y mientras garantizaban los negocios millonarios de las clínicas privadas que lucraron con la pandemia.
- Tampoco olvidamos que Áñez es parte de la plataforma provida y profamilia, la cual se opone al derecho de las mujeres a decidir sobre nuestros cuerpos, y que tomó el poder alegando que “la biblia volvía al palacio”, ignorando el carácter laico del Estado, reafirmando su alianza con las iglesias que se conjuntan para denegar derechos básicos a las mujeres y disidencias.
- Las y los más de miles de trabajadores despedidos en plena pandemia en empresas privadas, donde los empresarios se negaron a pagarles incluso los meses previos adeudados, frente a lo que las mujeres trabajadoras se tuvieron que organizar en ollas comunes para poder alimentarse. La golpista Áñez permitió todos estos atropellos y bajo su criminal gestión de la pandemia decenas de miles quedaron sin ninguna fuente de ingresos.
Por esto y más, no tenemos ninguna solidaridad con Áñez, no somos sororas con alguien que lejos de representar al conjunto de las mujeres, y sobre todo a las mujeres pobres y precarizadas, ha representado y representa los intereses de su clase y de una casta oligárquica. Nuestra solidaridad, siendo consecuentes con nuestra lucha y nuestras ideas, siempre irá con las víctimas de este sistema de opresión y explotación de la cual Áñez es una representante más.
Y no solo nos estrellamos contra Áñez y lo que representa y defiende, sino que seguiremos exigiendo justicia y castigo para todos los responsables políticos y materiales del golpe, así como para los que cometieron abusos y actos racistas envalentonados este tiempo por la asonada derechista que tomó las riendas del país, como los miembros de la Resistencia Juvenil Cochala a la cabeza de Yassir Molina, que lejos de ser una víctima de persecución política como algunos lo quieren hacer ver, o por una cuestión de raza como otras afirman delirantemente, fue artífice y perpetrador de aberrantes actos de discriminación, de los cuales hay pruebas.
Nuestra posición es tajante en cuanto a la exigencia de justicia por las víctimas del golpe de Estado, pero esto no significa que brindemos ningún respaldo político al MAS, al cual de hecho corresponsabilizamos de lo acontecido, dando la espalda a la resistencia al golpe que se gestó desde las calles y pactando sistemáticamente con los golpistas, lo que terminó dándole un tinte de legalidad al gobierno de facto de Áñez. Tampoco ahora creemos en la justicia que buscan impartir, pues sabemos que fieles a su política pactista y de conciliación de clases, lo único que buscan es allanar el terreno político para su gobernabilidad los siguientes años. No les interesa buscar verdaderamente justicia por las víctimas del golpe, sino tener un terreno más favorable a sus intereses para la negociación. Por eso, desde Pan y Rosas también denunciamos, como lo hicimos siempre, el rol nefasto del gobierno del MAS y declaramos que no depositamos confianza alguna en la justicia del Estado capitalista burgués y patriarcal que responde a los intereses del gobierno de turno y los poderosos que mueven los hilos por detrás.
Al contrario, seguiremos peleando por un movimiento de mujeres independiente y combativo, que desde las calles y junto a nuestros compañeros de clase, se organice para conseguir verdaderamente justicia por los caídos y víctimas del golpe cívico, clerical, policial y militar en Senkata, Sacaba y Ovejuyo, así como por las demandas básicas de nuestros derechos como mujeres, disidencias y trabajadores en general.
Desde Pan y Rosas no ocultamos ni ocultaremos nunca que nuestra lucha es por un feminismo de clase y socialista y desde ese frente nos diferenciamos justamente de los feminismos liberales y burgueses que solo buscan la emancipación de un determinado grupo de mujeres privilegiadas pero que ni contemplan la lucha por un mundo verdaderamente justo y equitativo para todes. Defienden una igualdad abstracta entre mujeres pero nunca se han cuestionado ni siquiera sus propios privilegios, por el contrario, están dispuestas a defender a una opresora solo porque tiene vulva, reduciendo la lucha feminista a lo biológico, cuando es justamente uno de los centrales cuestionamientos del movimiento feminista; mientras deliberadamente ignoran las condiciones de miseria y explotación a las que millones de mujeres se enfrentan todos los días; y que seguramente no conocen ni buscan conocer uno solo de los nombres de las mujeres que han sido víctimas de abuso, persecución, etc. por el gobierno de facto de Áñez.
Desde Pan y Rosas, apostamos por cambiarlo todo y orgullosamente manifestamos que nos diferenciamos tajantemente de esas “feministas” que ponen su “lucha” al servicio de este sistema de explotación, un sistema donde las mujeres nunca podremos alcanzar nuestra plena emancipación y por eso luchamos por “un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres” como decía la revolucionaria Rosa Luxemburgo.