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Red Internacional
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GIRA DEL PRIMER MINISTRO CHINO. Retorno a Beijín con el portafolio lleno de acuerdos

El Primer Ministro chino Li Keqiang culminó el 26/05 su gira por Brasil, Perú, Colombia y Chile, con los que concertó decenas de compromisos y acuerdos de diversa importancia. Estos se enmarcan en el ambicioso plan chino para América latina anunciado ante el Primer Foro China-CELAC, en enero de este año.

Jueves 28 de mayo de 2015

Fotografía: EFE

El gigante asiático, que ya es el segundo socio comercial y tercer inversor en América latina, propuso elevar en los próximos diez años el comercio bilateral a 500 mil millones de dólares anuales e invertir unos 250 mil millones en la región.
Los acuerdos que tramitó Li en Brasil (que supondrían unos 53 mil millones de dólares), Perú, Colombia (entre ellos, la discusión de un TLC) y Chile, se centran en consolidar la relación comercial basada en las materias primas, ampliando a las obras de infraestructura (con créditos y como proveedor de ingeniería y equipos), pero también en abrir mercado para su producción industrial media y pesada (como material ferroviario y otros).

Se insinúa también una posible apertura del espectro de compras chino en alimentos, presencia bancaria, así como el interés en la industria automotriz (en Brasil) y el intercambio en áreas con mayor tecnología, resaltando la compra de aviones a Embraer.

El megaproyecto estrella es la propuesta de conexión ferroviaria entre Rio de Janeiro en Brasil y puertos del Perú, atravesando el corazón de la Amazonia para trepar los Andes y llevar al Pacífico el hierro, soja, azúcar y otras materias primas brasileñas. Su construcción demandaría una enorme inversión a lo largo de varios años, pero recién se iniciarán estudios preliminares, de factibilidad e ingeniería, debiendo tenerse en cuenta las enormes dificultades de la geografía y la distancia, así como la enorme depredación ambiental y social que supone.

La esperanza china en la “mala hora” latinoamericana

No es casual que Li haya sido recibido con grandes expectativas en esta hora de dificultades y estancamiento económico para América Latina. Según CEPAL, el PBI regional crecería este año apenas un 1%; y para los próximos años las previsiones no superan un modesto 3%. La economía brasileña está en recesión y el gobierno de Dilma Rousseff encara un duro ajuste. En cuanto a Colombia, Perú y Chile, deslucidos “modelos” de neoliberalismo, también están en problemas ante la baja de precios internacionales de las materias primas.
En estas condiciones, la oferta de más comercio, inversiones, infraestructura y préstamos chinos aparece como un recurso salvador para los gobiernos y como perspectiva de mayores negocios para buena parte de la burguesía, en particular, para los sectores exportadores -minería, hidrocarburos y agroindustria-, en el que dominan grandes grupos locales y transnacionales.

Sin embargo, Li no se comprometió a nada en cuanto a volúmenes y precios de compra de materias primas sudamericanas aunque un factor importante en la baja de sus precios es la menor demanda china. Además, aunque los acuerdos con China pueden actuar como factor de alivio ante determinados cuellos de botella -créditos swap en yuanes como a Venezuela y Argentina, préstamos para Petrobras, obras públicas y aún megaproyectos (como el Canal en Nicaragua o el ferrocarril bioceánico Brasil-Perú) e inversión directa en algunas ramas, no parecen tener suficiente envergadura como para revertir la dinámica descendente de las economías latinoamericanas. La propia economía china está en desaceleración, atravesada por fuertes contradicciones internas y afectada por la debilidad de sus socios comerciales fundamentales -Estados Unidos y la Unión Europea-. En estas condiciones, parece difícil que China pueda actuar como la “locomotora” capaz de arrastrar a la región a un nuevo ciclo de crecimiento sostenido.

Una “asociación estratégica” fundamentalmente asimétrica

China presenta su estrategia para América latina como apuntando a un “crecimiento armonioso” junto a sus socios. Sin embargo, las notorias desigualdades del intercambio desmienten esa pretensión: los países latinoamericanos proveen materias primas y compran manufacturas.
La CEPAL, que apoya la asociación con China, alerta sobre “la preocupante reprimarización exportadora” (palabras de su Secretaria ejecutiva, Alicia Bárcena) y describe en un estudio reciente que: “La fuerte expansión del comercio con China no se vio acompañada de avances en materia de diversificación de las exportaciones: tan solo 5 productos, todos primarios, representaron el 75% del valor de los envíos regionales a China en 2013.

Los mismos 5 productos representaban el 47% del valor de las exportaciones de la región a este país en 2000, evidenciando el fuerte proceso de reprimarización que ha tenido lugar desde entonces. La dinámica de la inversión extranjera directa china en la región refuerza este patrón, ya que casi el 90% de la misma entre 2010 y 2013 se dirigió a las actividades extractivas, en particular la minería y los hidrocarburos. Ello ha dado lugar al surgimiento de conflictos socioambientales de distinto tipo en algunos países de la región”.

Como la contracara de esta situación es la competencia de las manufacturas chinas en el mercado de sus socios comerciales, hay sectores burgueses que recelan de esta dinámica. El Estado de Sao Paulo, diario de la gran burguesía paulista, partidario de un mayor acercamiento comercial y político a Estados Unidos y Europa, editorializa el 21 de mayo que: “En los acuerdos celebrados entre los gobiernos brasileño y chino, durante la visita del primer ministro Li Keqiang, Brasil aparece principalmente como receptor de inversiones, préstamos y tecnología. Es una posición compatible con la ocupada en el comercio bilateral.

En el intercambio entre los dos países, el lado brasileño aparece casi exclusivamente como abastecedor de commodities -materias primas y bienes intermedios- y como comprador de manufacturas”. De los US$ 40.620 millones de dólares que exportó Brasil en 2014, el 84% son productos básicos.

Las ventas de manufacturas a China -1.600 millones- no alcanzan al 10% de las realizadas a Estados Unidos en el mismo lapso. Sobre la venta de 60 aviones medianos de pasajeros de Embraer a China observa que “de ningún modo altera el patrón de comercio entre los dos países. Más de una vez los gobernantes petistas clasificaron como ’estratégica’ la relación entre Brasil y China. Pero el real sentido estratégico de esa relación ha correspondido, hasta ahora, a la naturaleza semicolonial del intercambio bilateral”.

Es irónico que voces ligadas a la estructura semicolonial de América latina en relación a Estados Unidos y Europa se permitan usar términos de izquierda para advertir el “peligro chino”, mientras los gobiernos “progresistas” defienden la “asociación estratégica” con China como potencia “no imperialista” aliada en el objetivo de un orden mundial “más justo y equilibrado”.

Ilusiones en el “rumbo al Este” y dependencia

El suplemento CASH (Página12) se entusiasmaba el 17 de mayo con las perspectivas que abre la relación con China ¡las aspiraciones progresistas son tan módicas, hoy en día! Como los técnicos de CEPAL y de los ministerios de economía, imaginan que el “desafío” chino puede encararse ampliando las ventas con bienes de consumo de más valor agregado para abastecer a su creciente “clase media”. La perspectiva de lograr nichos en alimentos (carnes, lácteos, vinos, frutas, etc.), se apoyaría en las “ventajas naturales” de Brasil, Argentina y el Cono Sur, pero a fin de cuentas, sería una extensión “diversificada” del rol de proveedores de materias primas reservado a Sudamérica. Se trataría, por tanto, de poner “rumbo al Este” para proveer lo que el mercado asiático en expansión demandará en los próximos años.

Esta estrategia está cortada a la medida de los grandes grupos económicos exportadores del agrobusiness y la mega minería, mientras que deprime aún más las posibilidades de desarrollo industrial local. Adicionalmente, el impacto de China acentúa las tendencias a la disgregación del bloque sudamericano, donde cada burguesía actúa por su cuenta y predomina el pragmatismo (como muestra la decisión de Dilma de avanzar en las negociaciones con la UE pese a la resistencia argentina. China financia ferrocarriles para vender sus equipos y servicios de ingeniería, pero los gobiernos que hablan todos los días de integración regional ni siquiera imaginaron reconstruir en común una industria ferroviaria nacionalizada.

En suma, si bien la relación con China puede brindar alivios comerciales y financieros de corto plazo a países latinoamericanos, alienta consecuencias de largo plazo profundamente negativas: inversiones, comercio y préstamos se hacen en las condiciones generales dictadas por el “mercado”, aumenta el endeudamiento externo y favorece la especialización extractivista de las economías latinoamericanas, profundiza la dependencia estructural y el rol subordinado de América latina como proveedor de materias primas, comprador de manufacturas y fuente de rentas financieras. En síntesis, hace a la región más vulnerable y dependiente.

Esto no niega que se susciten fricciones crecientes entre Estados Unidos y sus socios imperialistas, históricamente dominantes en la economía y geopolítica latinoamericana, y China, que siendo tributaria de las inversiones y tecnología imperialista, busca expandir sus intereses en América Latina, como también África y Asia. El “factor chino” está modificando la dinámica de los flujos comerciales, lo que a su vez genera tensiones en la geopolítica regional.

Obras como el Canal a través de Nicaragua, al que se conectará la Zona Franca de Mariel en Cuba, o los créditos y acuerdos con Venezuela, no son vistos sin disgusto desde Washington o Europa. Si bien esto puede proporcionar algunos márgenes de maniobra coyunturales para negociar frente a las presiones imperialistas, es a un costo muy gravoso que va contra las pretensiones de mayor autonomía latinoamericana. Resulta falaz la opinión de nacionalistas y progresistas de que la “asociación estratégica” con China sería un contrapeso al imperialismo.

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Eduardo Molina

Nació en Temperley en 1955. Militante del PTS e integrante de su Comisión Internacional, es columnista de la sección Internacional de La Izquierda Diario.