×
×
Red Internacional
lid bot

El Círculo Rojo. [VIDEO] Reynaldo Sietecase: “El género policial permite contar la sociedad”

El periodista y escritor pasó este domingo por el programa de La Izquierda Diario que se emite por Radio con Vos. Mirá acá la entrevista completa.

Lunes 23 de julio de 2018 07:50

Reynaldo Sietecase - “El género policial permite contar la sociedad” - YouTube

Reynaldo Sietecase pasó por el programa de radio El Círculo Rojo . Poeta, narrador y periodista, autor de Un crimen argentino (2002), A cuántos hay que matar (2010); No pidas nada (2017). También el libro de relatos Pendejos (2007), crónicas como No hay tiempo que perder, El viajero que huye y Bares. Unos cuántos libros de poesía como El amor muerde, Mapas para perderse y unos cuántos más. Conduce La Inmensa minoría acá en Radio Con Vos y es columnista político en Telefé.

Fernando Rosso: Poeta y escritor, o narrador, antes que periodista, ¿es así?

Reynaldo Sietecase: Sí, a mí me gusta, y así aparece casi en todos lados, ese orden. Vivo al revés. Vivo del periodismo, la literatura y los libros me está dando unos mangos también, ahora que las novelas se venden más, y la poesía que nunca te da nada salvo la posibilidad de estar en un lugar del lenguaje que es extraordinario. Soy escritor antes que periodista, lo tengo clarísimo. Podría dejar de hacer periodismo pero no podría dejar de hacer literatura. Me parece que voy a escribir hasta que me muera, hasta que pueda. En el periodismo voy a estar hasta que tenga trabajo o hasta que me canse, quién sabe.

Fernando Rosso: Estas tres novelas que mencionamos pertenecen al género negro, popular en general, ¿por qué esa elección del género para narrar, para contar.

Por dos razones. Primero, porque son los libros que me gusta leer. Trato de escribir en función de la literatura que me interesa. Y me interesa mucho la idea del policial en general porque permite contar una sociedad, además de contar una historia que tiene que ser potente, siempre está el telón de fondo de la sociedad. Esto en un sentido estricto. En un sentido amplio te podría decir que casi toda la buena literatura es negra o es policial… Hamlet es un policial, Romeo y Julieta también es un policial, las tragedias de Sófocles, en el sentido que las historias que están buenas son las que tienen amor, pasión, celos, venganza, ambición desmesurada. Creo que me acerco más a la literatura negra y la de aventuras por lo que he leído siempre, desde chico. No desdeño otros géneros que también me gustan como el fantástico. Pero a la hora de contar prefiero contarlo en esa clave. Y además tiene mucho del verosímil, y como soy periodista, eso también es algo cercano. El policial tiene que ser verosímil, si no, se cae a pedazos.

Fernando Rosso: Bueno, un intelectual marxista decía que hasta El capital podía leerse como un policial, porque había un secreto que se busca, hay un investigador y su ayudante, Marx y Engels, y es una trilogía.

Claro, porque el policial es siempre una especie de saga. La literatura es como la música, te gusta o no te gusta. Yo lo que busco siempre es que me cuenten una buena historia, hasta en un artículo periodístico, en una buena crónica. Contame una historia y, como decía el Negro Fontanarrosa, contamela bien. Creo que eso es lo que intento. No me van a tener la paciencia que le tenían, no sé, a [James] Joyce, acá tenés que contar una historia, atrapar al lector, llevarlo hasta el final y es un desafío interesante para laburar.

Fernando Rosso: ¿Cuáles son tus referentes del género?

Muchísimos, tiene que ver con mis lecturas. [Raymond] Chandler es una referencia porque su detective Philip Marlowe es extraordinario, es una especie de referencia ética. Ese tipo que decía, cuando le preguntaban de qué trabajaba, decía “Soy un hombre independiente que trabaja para ser independiente”, o le preguntaban si se había vendido alguna vez y decía, “Sí, claro que me he vendido, por un amigo, por una mujer, nunca por dinero”. Y esa suerte de filosofía a mí me capturó mucho. [James H.] Chase también, y en una época también leía, más de pibe, policiales de enigma, la literatura inglesa, que ahora quedó un poco demodé. Y ahora, los últimos 20 años, el policial negro europeo es extraordinario… [Henning] Mankell, Donna León, [Andrea] Camilleri, Manuel Vázquez Montalbán, los que me gustan a mí, hay muchos más. El género ha crecido enormemente, también ha crecido mucho en América latina, hay escritores fantásticos. Me inscribo ahí también por cercanía, por lo que me gusta, me divierte también poder intentarlo.

Celeste Murillo: Yendo a tu última novela, No pidas nada, en el policial argentino los periodistas suelen estar en un lugar protagónico, a falta de detectives, policías o personal de las fuerzas de seguridad que se puedan presentar como buenos. ¿El protagonismo de Gentili viene por ese lado o se ganó el protagónico por otro motivo?

En esta novela en la que elegí un periodista, el Tano Gentili que es un personaje central, entra ahí por dos razones. Por un lado por esta dificultad que tienen los escritores de policiales en esta parte del mundo, que es un problema pero que para mí se convirtió en virtud. Cuesta mucho hacer verosímil a los policías buenos, a los comisarios, a los detectives por varias razones. Por varias razones, por lo que pasó en la dictadura pero también por los niveles de corrupción que tiene la Policía, las fuerzas de seguridad. Hay buenas novelas policiales argentinas con detectives, hay de [Ernesto] Mallo, de Álvaro Abós, hay algunas muy buenas con muy buenos policías por cierto. Pero hay muchos escritores que buscan personajes que buscan el “bien” desde otros lugares, develar el misterio, resolver algo y yo estaba decidido que mis tres no tengan policías, detectives, investigando, quería seguir en esa línea. Lo que cambia No pidas nada de mis novelas anteriores es que está escrita en primera persona, como desafío quería hacer esto, ver si funcionaba y a la hora de elegir quién iba a llevar adelante la investigación, qué mejor que para una tarea que era difícil para mí usar un periodista, que me tiene totalmente cercano a ese mundo. Y además me permitía contar un poco el periodismo de esta época. Yo tengo bastante desencanto con cómo se hace periodismo en Argentina en estos últimos años, y pensé qué bueno, también le voy a poder poner esa mirada, que me permite decir algunas cosas que quiero decir y eso me terminó de cerrar que tenía que ser un periodista. Ahí aparece el Tano Gentili.

Yo creo que uno puede hacer cualquier cosa en la novela. Hace unos años leí artículo de Javier Cercas que hablaba de la novela como un género “sucio”, a mí encanta esa definición, porque en una novela podés hacer cualquier cosa, desde El Quijote para acá vale todo, vos podés meter cualquier cosa: verdad, mentira, imaginación, personajes reales, ficticios, cualquier cosa vale. Lo único que no podés hacer en una novela es aburrir. Podés usar cualquier cosa, el tema es que después el artefacto que armaste funcione. Si vos metés cualquier cosa y funciona mal, si te cambio las personas, te suena mal, no se entiende, te saca del registro, ahí estás en problemas… Más en la novela negra, por ejemplo, yo tengo un personaje que lo vengo trayendo de las dos novelas anteriores y es un riesgo grande. Sobre todo porque no es un detective. En la Feria del Libro me lo hizo notar Claudia Piñeiro, que presentó el libro, me dijo, “creo que sos el único escritor, en Argentina, seguro, que tiene una saga donde el que pasa de novela a novela es el malo”. No al nivel de malo de Hannibal Lecter, que también tiene a una saga con un malo que resuelve enigmas. Acá hay un malo que anda por ahí, es el asesino de mi primera novela (Un crimen argentino) y que no se va y no se va. Y podés leer los tres libros por separado y yo me cuidé mucho que no hiciera ruido, podés leerlo en distinto orden y no pasa nada, pero quien los leyó los tres se pregunta, “Qué hace este tipo acá”. Además mantengo la cronología, va envejeciendo. No pidas nada transcurre de diciembre de 2009 a febrero de 2010 y Un crimen argentino transcurre en el verano de 1981, este personaje ha pasado casi 40 años.

Celeste Murillo: Justamente sobre el doctor Márquez te quería preguntar. ¿Lo elegiste a fines narrativos, por esto que decís de seguir un personaje, fue algo que surgió o porque también querías hablar de esta combinación de los negocios, el crimen, la Justicia?

En realidad, Márquez nace de un personaje real, que es el asesino de mi primera novela, que está basada en un caso real. Es un tipo que secuestra un empresario y los disuelve en ácido sulfúrico, a mí siempre me había llamado la atención esa historia, lo conocí en Coronda mientras trabajaba en Rosario/12, el suplemento del diario Página/12, fui a cubrir un motín y tenía en la cabeza esa historia del asesino del ácido y pregunté en la cárcel, que era un caos. Después de la crónica y que se calmó un poco la situación, y me acordé y dije “Acá está Masciaro”, ese es su nombre real, no suelo decirlo, está libre en este momento. Está en Coronda, ejerciendo la abogacía. Lo conocí en el año 1990/91, voy a verlo y estaba en la biblioteca. Le hice una entrevista y me voló la cabeza, citaba a [Michel] Foucault, a [Jean Paul] Sartre, sabía cuántos presos había, cuáles estaban en proceso, me pareció un genio detenido. Fui a la hemeroteca del diario La Capital para ver cómo había sido el caso. Y ahí lo dejé, porque en esa crónica solo pude hacer un recuadrito de lo que decía este tipo del motín. Y al tiempo, hice un taller de narrativo con Tomás Eloy Martínez, y había que escribir una nota como para una edición dominical, de unas diez páginas, y yo me acordé del asesino del ácido y cuando hicimos la devolución final, él me dice, “Antes de hacerle la devolución, le quiero decir que usted tiene una novela ahí”. Y yo le respondí “Sí, es buena historia”, y me respondió algo increíble, “No le dije que podía escribirla, le dije que tenía una novela”. Primero pensé que iba a ser un libro de no ficción, hice 43 entrevistas, leí todo el expediente y estaba muy trabado. Me volví a encontrar con él, mirá cuántas cosa le debo, y le cuento, y me contestó, “Te dije una novela”. Y ahí lo terminé, me di cuenta de que lo que era cuesta arriba era cuesta abajo, no leí más nada y ahí escribí Un crimen argentino. Márquez me viene acompañando desde ahí, en la segunda [A cuántos hay que matar], yo necesitaba un abogado porque quería contar una venganza también basado en un hecho, yo acumulo muchas cosas reales y solo tenía una historia en la que un tipo se quería vengar del asesino de su hijo. Y pensé, “alguien tiene que intermediar, este tipo es un empresario, cómo consigue un sicario”, hace falta un abogado inescrupuloso y ahí apareció otra vez Márquez. Y en esta [No pidas nada], me aparece otro abogado y no me lo puedo sacar de encima, dije, “Lo voy a hacer con Márquez en la cabeza y después lo convierto en otra cosa”, y no pude. Y digo, “Lo voy a matar en esta” y no pude, no lo pude matar, ya se tiene que morir de viejo, espero no volver a él.

Fernando Rosso: Aparece Rosario, aparece la dictadura, aparece la Justicia y ahora fuerte en No ¡pidas nada, el periodismo. ¿Sigue el mandato “escribe sobre lo que sabes”?

Es una ayuda, yo me siento en un proceso, yo hace nada más que 15 años que escribo narrativa. Y escribí tres novelas y un libro de cuentos en 15 años, tardo tres o cuatro años en escribir. Yo me siento aprendiendo. Y este es el primer libro en el que propongo cosas y siento que las puedo hacer. Y en este libro me propuse que se pase algo sobrenatural y que nadie lo notara, ya lo había probado con Pendejos, un libro sobre diez crímenes cometidos por niños, todos basados en casos reales. En el más violento de todos, un chicos de 12 años que asesina al padre porque abusaba de su hermana, era tan oprobioso, tan terrible, que pensaba “Necesito meter algo”, y metí un fantasma y el chico se cruza con un fantasma en los monoblock y nadie me dice absolutamente nada. Y en este caso, yo quería a su vez que esta fuera una novela más latinoamericana; la primera transcurre en Rosario, la segunda en Buenos Aires y la tercera empieza en Buenos Aires y termina en Río de Janeiro. Son pequeños desafíos, yo quería usar un escenario de afuera, usé uno que conozco bien, tengo amigos, viví ahí seis meses cuando era más joven, tengo amigos periodistas ahí que me ayudaron mucho con todo el tema de lo que pasa en las favelas, que nosotros creemos que solo hay narcotráfico y hay un fenómeno que son las milicias, que me venía bien para contarlo. Me parecía bueno correrme a ese lugar, en Río las milicias controlan 300, 400 favelas, son casi organizaciones paramilitares toleradas. Toleradas por la gente que vive ahí, toleradas por el gobierno, porque eliminan el tráfico pero hacen sus negocios y son tremendamente violentas. Tenía ganas de ver si podía recrear ese lugar. Siempre es mejor si conocés, podés hacerlo sin saber nada, pero el género te pide un poco de conocimiento y un poco de investigación y es divertido. En este libro leí un montón sobre suicidios.

Pablo Anino: En No pidas nada hay varias referencias a muchos tristemente célebres militares, entre ellos al prefecto Héctor Febrés, que se suicidó antes de ir a declarar, ¿cómo logra la literatura captar hechos atroces como ese?

Hace poco vi unas conferencias de Borges en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. Ahí él habla algo de esto, que la literatura no necesariamente es contradictoria con la realidad. Que muchas veces sirve para completar, para restañar, y yo creo que esa es un poco la función que tiene. En No pidas nada, por ejemplo, había leído un artículo de Eugenia Zicavo que hablaba del silencio y ella hablaba de algunos casos de militares que se habían suicidado. Cuando leí, pensé en hacer una nota para la televisión, empecé a averiguar y había dos o tres casos, uno era el de Febrés, donde incluso había colaboración desde afuera, eso era evidente. Nunca pasó demasiado con eso, hubo algunas sanciones para la gente que custodiaba y nada más. No me daba para una nota pero me seguía dando vueltas, “Por qué se matan los que mataron”, pensaba que podía ser un buen informe para la televisión pero no le encontraba la vuelta periodística y pensé, le puedo dar una solución literaria. Cómo le doy amplitud para que sea una historia, se matan porque alguien los está ayudando a que se maten, porque hay una organización y eso ya me parecía que empezaba a ganar vuelo y empecé a averiguar sobre los prófugos, creo que hay cerca de 200 prófugos, creo que 154 hasta hace tres o cuatro meses. Empecé a cerrar, me va a permitir contar dos cosas que no se saben demasiado, les puedo dar una solución literaria, puedo poner en acción a un periodista investigando, se topa con una organización, y la idea de la trama fue creciendo… En la novela, yo hace años que quería que pasara algo que no pasó en la realidad, por suerte, que es una venganza por mano propia. No pasó en la realidad, yo digo, “En mi literatura va a pasar, yo en algún momento me tengo que cargar a alguien ahí”, para qué está la ficción.

Fernando Rosso: en el Tano Gentili, que es el periodista de tu última novela, se muestra un escepticismo grande sobre la cuestión el periodismo. Y vos decías que trasladaste tu propio sentir a eso ¿Cómo ves el hoy panorama del periodismo?

No muy diferente que en los últimos años. Lo noté fuertemente cuando se abrió el enfrentamiento entre el kirchnerismo y el grupo Clarín, sobretodo, los grandes grupos de medios. Ahí se entró en una lógica casi de guerra, de confrontación total y los productos periodísticos quedaron, de alguna manera, supeditados a la pelea. La verdad dejó de ser importante.

Una vez le escuché decir a (Arturo) Pérez-Reverte que en una guerra la primera víctima es la verdad. No es una frase de él. Es una frase que se usa mucho entre los corresponsales de guerra. ¿Por qué? Porque pasa a ser un elemento de la confrontación: cuántas víctimas, cuánto bombardearon. La verdad deja de ser importante. Es más importante cómo afectas al otro con la información que emitís. Esa lógica del conflicto casi fue una lógica de guerra. La verdad es que me sentí un poco desubicado porque no soy soldado, soy periodista. Ese impacto fue muy malo para los productos periodísticos.

Está claro que vos no podes pedir que ustedes cuenten igual que Longobardi. O que La Nación publique igual que Página 12. O Tiempo Argentino que Clarín. Eso está claro. A mí me parece que lo que se quebró es que las miradas distintas, por perspectiva ideológica, política, económica, de cada medio cruzaron un límite.
Se empezaron a alterar los hechos en Argentina en función de esa puja, de esa guerra. Eso es lo que me produce desencanto. No tengo la visión naif de que todos tienen que contar igual porque no es así. Yo hablo, escribo, desde una perspectiva ideológica, también en el contexto empresarial donde estoy. No digo las mismas cosas según el medio donde estoy. Trato de ser honesto. Pero creo que todo eso tamiza la situación. Según el contrato de lectura que tenes con los oyentes, trabajas. Ahora eso se vulneró. La pelea hizo que de pronto pasaran cosas extrañísimas. Hasta el hecho más pequeño de pronto era un elemento para la disputa política.
Esas cosas me fueron generando cierto desencanto. No porque no entienda el peso que tienen los grandes medios en la sociedad, algo que es el gran tema de América Latina. Si no veamos lo que pasa en Brasil, lo que pasa en México. Un gran grupo concentrado de medios es malo para cualquier gobierno .

Pablo Anino: Aparte de las cuestiones contextuales a partir del enfrentamiento entre Clarín y el kirchnerismo, que evidentemente en lo más fuerte, en tu experiencia personal lo que ocurrió, por ejemplo, después de entrevistar a (Francisco) De Narváez ¿también acentuó el escepticismo de la posibilidad de hacer periodismo?

Sí, en algún punto. En el primer tiempo fue todo un shock porque, yo lo cuento un poco en uno de los capítulos Kamikazes donde hablo de medios de comunicación. Ahí se dio la posibilidad de entrevistar al dueño del medio. Te puede pasar en cualquier lado. Justo uno de los socios era candidato. Nosotros lo que planteamos, que es lo que yo plantearía en cualquier circunstancia: “No, no lo entrevistemos ¿cómo me vas a hacer entrevistar al dueño del medio? Me parece ridículo ¿Cómo me pones en esa posición?”, que fue lo que planteamos. Insistieron con que había que hacerlo, que ya lo habían hecho varios en el canal. Como volvió eso para nosotros, contrapropuesta: “Bueno, mira lo entrevistamos, pero lo entrevistamos en serio.

Porque entrevistarlo es malo: es malo para el candidato, es malo para el canal, es malo para nosotros. Ustedes insisten en que hay que entrevistarlo, propuesta: entrevistamos a agenda abierta como si fuera un candidato no como si fuera socio del canal”. Y, ahí, nos dijeron que sí. Yo no sé si a él no le avisaron. Ahora con el tiempo empiezo a pensarlo, que quizás no le dijeron. Y él vino a una nota condescendiente. Eran condescendientes las notas que le hacían en todos lados.

Nosotros al revés. Quizás nos fuimos un poco de mambo. Dijimos: “bueno, vamos a preguntar duro”. Yo uso una frase que usaba un amigo mío, que no la puede ya ejercer, que decía “mi control de calidad de alguna manera lo hacen mis amigos”. Para colmo caí un siete de junio ese domingo: día del periodista. Parecía todo armado. Parece para una novela. Trato de que no me dé vergüenza lo que hago.

Entonces, le hicimos una entrevista con repreguntas: viste que en Argentina las repreguntas casi han desaparecido. Yo creo que no lo sabía y eso generó un gran escándalo. Después nos levantaron el programa. A mí me levantaron el programa del cable también: hacíamos uno en el cable que era muy exitoso, había ganado el Martín Fierro. A mí me levantaron hasta una columna que soy hacía en Rosario, que era del mismo grupo, de LT8. Cosas que pasan. A mí en lo personal me ayudó mucho. Estuve cinco años sin hacer televisión: porque acá también cuando te cobran una factura te la cobran todos. Me ayudó mucho en que primero me pareció que había hecho lo correcto. Me ayudó también que mis compañeros, yo era tenía esa posición un poco más extremista, y ellos me acompañaron, estaban de acuerdo y se comieron el garrón como yo, hicieron una entrevista en el mismo nivel que hice yo, tanto Gerardo Rozín como Maxi Montenegro. Me ayudó a que nadie me pide más nada.

Fernando Rosso: ¿cómo ves el presente político del Gobierno? Se discutió mucho desde el 2015 hasta esta parte sobre qué era, cuán fuerte era, inclusive creo que te escuché a vos decir que era uno de los gobiernos con más poder ¿seguís viéndolo así con la crisis que está atravesando?

Estoy muy sorprendido con lo que pasó. ¿A qué me refiero? Pensé que esta crisis la iba a tener mucho después, pensé que iba a tener un primer mandato sin mayores problemas. Evidentemente, íbamos hacia una crisis. Si vos no bajas el déficit, si vos seguís tomando deuda como tomas deuda, si seguís alentando un modelo donde solo tu apuesta es la producción primaria. Ya la vi esta película. Y el resultado da la sensación que siempre es el mismo en Argentina.

Cuando yo me refería al mayor poder, es verdad me parece que exageré. Pero la verdad es que vos veías que es un gobierno con apoyo popular, con apoyo de los grandes grupos empresarios. Yo hacía tiempo que no veía algo así. Con apoyo de los grandes medios. Con la sumisión de todo el poder judicial, haciendo prácticamente lo que le pide (Daniel) Angelici. Es como mucho. Lo que sí tenía minoría en las cámaras. Daba la sensación de una fortaleza muy importante. Y, además, apoyo electoral.

Lo que yo no conté es la volatilidad de estas adhesiones. No pensé que iba a ser tan lábil el apoyo, tanto de los grandes medios, que ya consiguieron y se corren, y dicen “si les va mal a lo mejor hay que pensar en Massa”. Digo Massa por decir cualquier candidato. Lo mismo el campo. El campo no le da una. Les sacó las retenciones. No les para ahora la disminución. No le liquidan la soja. Y los empresarios no acompañan. Es como que a la primera muestra de debilidad le sacaron el banquito. Sigue siendo la mejor opción, obviamente, para un montón de sectores, pero acompañan hasta ahí. Acompañan mientras te sirve. Eso también es una lógica medio argentina: argentinidad al palo.

Dijiste que te estaba costando, pero que estabas escribiendo: ¿hay alguna historia? ¿Está el Tano Gentili haciendo alguna de las suyas? ¿Márquez por ahí?

Terminé todo un laburo de poesía que tenía que hacer a partir de un trabajo que hicieron un grupo de músicos de Rosario, que yo escribo como una especie de textos espejo de las canciones que ellos usan. Y empecé a escribir una especie de zaga de No pidas nada porque me pasó algo curioso. Tenía un primer capítulo que me parecía genial, redondo. Es más: es el origen de la novela. Cuando estaba por cerrar la novela se me ocurrió que el protagonista, el Tano Gentili, ¿por qué está tan enganchado con los suicidios? Tengo que meterle un suicidio en la familia. Entonces, después de pensarlo un poco se me ocurrió. Mi madre murió cuando yo era adolescente. Tenía muy claro el tema del dolor, la muerte. Digo ya está: le pongo que se mató la madre. Esto lo puedo contar tranquilo. No es espoilear porque comienza la novela con eso. Tiene que ser algo que conozca nada más que él y el lector. Que el lector entienda a este tipo que además arrastra esta cosa con los suicidios. Cuando lo armé me sobraba el capítulo uno, mi capítulo preferido. Y no había forma. Y lo saqué. Una enseñanza para todos: mi maestro Mario Trejo decía que editar era el bisturí en el cuerpo amado. Pensalo un segundo: cortar a tu hijo, a tu mujer, a tu marido, a tu amor. Es fuerte la imagen ¿no? Tenes que bancártela.

Con ese ejercicio dejé afuera ese primer capítulo. Cuando terminé la novela, a los dos o tres meses, lo volví a mirar y digo “para es el último de No pidas nada”. No lo podía creer. Entonces, empecé a cómo ser el primero. Lo voy a explorar porque tampoco me quiero enamorar de la historia del Tano. Yo no soy muy afín a eso. Lo estoy explorando. Estoy viendo si ese capítulo es una nueva historia o no. Y si no es voy a ir a otra historia totalmente distinta, que tengo algo en la cabeza dando vuelta, pero quiero terminar de explorar esa cosa rara que me pasó con un capitulo que era el primero de esta. Estoy tratando de escribir. De eso se trata, que no es poco, no es fácil y cuesta.

AUDIO COMPLETO