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Red Internacional
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Juegos Olímpicos. Río 2016: entre los Juegos y la realidad

Mientras las competencias atraen el interés general recreativo de millones por el globo, en medio se cuela la realidad social y política brasilera, a pesar de los intentos de taparla con glamour, fiesta inaugural y censura.

Miércoles 10 de agosto de 2016

Más de 8 mil millones de euros gastó Brasil para estos juegos. Pero la televisación de la gran fiesta de inauguración tapó lo más que pudo al Presidente de Brasil, Michel Temer. Siguiendo el protocolo, el presidente dió sus palabras dando por inaugurados los juegos en medio de una silbatina estruendosa en todo el Maracaná.

Es que esos millonarios gastos en obras de transporte e infraestrucura para Río 2016 nada tienen que ver con las necesidades de una población que ve cómo se cerraron escuelas, cómo las camas hospitalarias tienen orden de prioridad para los atletas internacionales y muchas favelas fuera literalmente destruídas con promesas incumplidas para el uso posterior a los Juegos. Es por esto que el grito "Fuera Temer" se expresa con fuerza en las calles. En medio de la fiesta inaugural, la policía brasilera se agrupaba de a miles en los alrededores del estadio, con camiones militares, policías a caballo, perímetros vallados y hasta helicópteros. Esas imágenes no las publicó ningún medio.

Es hipócrita hablar de "Paz", como lo ha hecho la inauguración de los Juegos, en medio de esta "guerra" contra la población, acorralada por la pobreza y la vigilancia policial.

En distintas competencias, con pequeñas pancartas improvisadas, o incluso banderas, se podía leer "Fora Temer". La policía llegó a expulsar a un espectador por un cartel; algo que ya habría ocurrido varias veces. Desde el principio se quiso imponer un clima de fiesta, lujo y de grandes competencias, pero el "espíritu de los juegos" está atravesado por una población brasilera trabajadora y estudiantil que ni siquiera puede pagar al menos una entrada de alguna de las competencias. Es inocultable el contraste entre estos juegos y por el otro las favelas cariocas. Esa es la verdadera "vidriera" de Río 2016. Es hipócrita hablar de "Paz", como lo ha hecho la inauguración de los Juegos, en medio de esta "guerra" contra la población, acorralada por la pobreza y la vigilancia policial.

Por si fuera poco esta realidad, saltó la ficha de lo que pagan determinados países por conseguir medallas. Azerbaiján le pagará a cualquiera de sus deportistas que conquiste una presea la friolera de 700 mil dólares. En Argentina, Paretto se llevará unos 75 mil dólares. La meritocracia es moneda común en el mundo: ni un solo aporte estatal al deporte formativo, a la educación y gimnasia de los millones que pueblan el planeta. Eso sí, si tenés los medios individuales para triunfar, te llevás millones de pesos. Meritocracia a lo Macri...

Por su lado, los medios de comunicación argentinos, fomentaron alevosamente la rivalidad entre la torcida brasilera y la argentina. Es cierto que existe un "folklore" entre brasileros y argentinos; muy característico del fútbol; y que se expresa en otras competencias en estos juegos. Pero diarios como La Nación, Olé e inclusive la TV Pública, fijaron toda su atención sobre este "mundo externo" a las competencias y alentándola de alguna manera. Es un ejemplo de cómo los grandes medios se encargan de ocultar la verdadera realidad del Brasil. Por suerte, ante actitudes fraternales de Scola, Ginobili y Del Potro con los brasileros; estos medios debieron "bajar un cambio" el fervoroso nacionalismo anti-brasilero, lindante con frases xenófobas.

A días de comenzadas las competencias, China pelea la cima con Estados Unidos y Australia siendo tercera. Brasil tuvo un inicio muy malo en varias de sus selecciones equipistas donde es candidata, incluído el fútbol. Por su parte, Argentina comenzó con la medalla de oro de Paretto, que subió demasiado alto la vara de pretensiones de cara a lo que queda. Las victorias de Del Potro ante Djokovic y del vóley masculino ante Rusia siguieron la misma tónica. El desarrollo del medallero no se escapa a la lógica del mundo capitalista: las grandes potencias económicas del mundo dominan la esfera de la cultura y del deporte también. Por eso, cuando no logran hacerlo, es una sana alegría para quienes vibramos y sentimos el deporte.